ADIOS DOCTOR DEL FUTBOL
El 4 de diciembre de 2011
Sócrates falleció a los 57 años.


21 de junio de 1986, Estadio Jalisco. Francia y Brasil acaban de jugar el mejor partido de la Copa del Mundo. En el mediodía mexicano y tarde-noche del resto del mundo millones de almas acongojadas se preparan para despedir a uno de estos dos grandes equipazos. No importa quién gane, el hecho lastimoso es que ninguno de los dos merecía perder.
Tras la paridad 1-1 en tiempo reglamentario mas prórroga, empiezan los penales. El primero en patear es el capitán de Brasil, un flaco de barba de 1.90 que calza 37. Se llama Sócrates y acomoda la pelota con seguridad. Con carrera corta apenas si da un paso antes del derechazo en cámara lenta al palo izquierdo del arquero. El remate, a media altura, es detenido por el Joel Bats, el héroe de Francia, y será ésta una de las dos oportunidades que marrará la tri-campeona del mundo antes de despedirse del Mundial de México-86.
Como dije antes, Brasil no merecía quedarse afuera de la Copa del Mundo, como tampoco lo mereció en España-82. En esas instancias el verdugo fue la selección italiana. Las armas del cuadro de Don Enzo Bearzot fueron una marca implacable de Claudio Gentile a Zico y la resurrección inesperada de Paolo Rossi, que marcó tres goles en la tarde barcelonina. Pablito abrió el partido de cabeza a los 5 minutos, pero en nada (apenas 7´ después) el caudillo de trote largo y afilada espuela marcó la paridad. Fue en una de las poquitas jugadas en que Zico logró zafarse de su marcador y alcanzó a ponerle la pelotita justa para que este rayo negro pasara y abriera un hueco inexplicable entre Scirea y Zoff: «¿Come lo a fatto?» parecían decirse con la mirada el mejor arquero y líbero de la historia de los Azzurri. Ni yo lo sé. He visto el gol millones de veces y todavía no entiendo como en plena carrera, pateando sin ángulo, Sócrates pudo meter ese objeto redondo de casi 40 cm de diámetro llamado pelota entre estos dos hombres, uno de ellos, les aclaro por si acaso, con el recurso sobrante de las manos para detenerlo.
Sócrates Brasileiro Sampaio de Souza Vieira de Oliveira: «ha sido uno de los jugadores más singulares de la historia. Licenciado en Medicina y públicamente comprometido con las ideas de izquierda, se entrenaba poco y fumaba como un descocido (...) Tenía apariencia de atleta pero andaba escaso de fondo físico y tampoco era un prodigio de la fuerza. Todas las carencias las compensaba con una técnica exquisita y una elegancia innata. Atravesaba el campo con su porte de príncipe bárbaro, mandaba con estampa de comandante guerrillero, jugaba como si no fuera un profesional obligado a cumplir las órdenes que daba otro. Entre todas sus artes de prestidigitador, destacaba sobre todo en el taconazo, una suerte que otros degradan convirtiéndola en una habilidad circense y que él utilizaba para abrir espacios o para dejar a un compañero solo delante del portero contrario.» Quienes escriben son los españoles Juan Antonio Bueno Álvarez y Miguel Ángel Mateo, redactores de Historia del Fútbol, un libro extraordinario donde El Doctor comparte créditos con los mejores de su época. Y doy fe en esto de impactarse con su presencia, como cuando lo vi por primera vez a los diez años en la película Héroes. Entonces estaba con mi hermano Pablo y creo que él tampoco olvidará esa estampa que lo distinguía al lado de monstruos como Hugo Sánchez, Francéscoli, Rumenigge, Maradona o Platiní.
«O Doutor» formó parte del mejor medio campo de Brasil jamás conocido, junto con Zico, Falcao y Toninho Cerezo. Fue compañero de grandes como Junior, Leandro, Antonio Careca, Walter Casagrande y Vladimir. Se inició futbolísticamente en Botafogo (1974-78) para luego convertirse en ídolo de Corinthians (1978-84). Tuvo un paso breve por la Fiorentina italiana (1984-85), el Flamengo (1986-87) y el Santos (1988-89), del que declaró haber sido admirador de niño, sobre todo de Pelé, aunque su corazón fuese siempre del Timão. Allí jugó 297 partidos y marcó 172 goles, ganó 4 campeonatos paulistas (1977, 1979, 1982, 1983), obtuvo la Bola de Prata en 1980 y fue elegido Mejor Jugador Sudamericano del Año en 1983. Pero, dejando de lado los títulos, en Corinthians también fue donde aprendió los códigos que lo acompañarían toda su vida, como cuando en 1981, en medio de un régimen militar, un hombre llamado Atilson Monteiro Alves, ex militante universitario y sociólogo, fue nombrado Director futbolístico y acordó con los jugadores votar cada decisión de allí en más: si había que concentrar, cuando entrenar, las nuevas contrataciones ... Alves implementó una innovadora experiencia que revolucionó el estado y terminó torciendo el duro brazo de la dictadura. La "Revolución corinthiana", como la llamaron, hizo mella entre los paulistas y forzó a los militares a conceder las elecciones estatales en 1982. Los jugadores, en gran parte impulsores del cambio, salieron a la cancha con la inscripción "Día 15 de noviembre, vote". El pueblo brasileño comenzó entonces a exigir comicios directos para que el presidente sea elegido por ellos mismos y no por un Parlamento.
Desde entonces, Sócrates siempre creyó en el fútbol como medio de lucha. Incluso en los mundiales se lo vio usando binchas que llevaban mensajes políticos. Creía en el deporte como herramienta del cambio y hasta dijo alguna vez que los futbolistas deberían estar obligados a estudiar porque sus declaraciones son mucho más escuchadas. Su muerte se produjo justo un día antes de que el Sport Club Corinthians Paulista se consagrara campeón del Brasileirao 2011. Con él se va el recuerdo del Fútbol Arte brasileño, la democracia corinthiana y el mayor ejemplo de que el fútbol no siempre es el opio de los pueblos.



El Futbolólogo

Publicado el 07 de Diciembre de 2011

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