- 1970 -

LAS FIERAS DE SALDANHA




Una vez eliminado el equipo brasileño del Mundial de Inglaterra, el entrenador Vicente Feola dejó la selección para nunca más volver. Otro que anunció su retiro fue Pelé, quien en 1969 marcó su gol número 1.000, mismo año en que Joao Havelange, presidente de la confederación brasileña de deportes, proponía como técnico a su tocayo Joao Saldanha. El del periodista era el octavo nombre de una larga lista que tuvo en las figuras de Mario Zagallo y Aymoré Moreira a los únicos dos que repitieron ciclo como técnicos de la seleção.


El currículum del nuevo DT, a decir verdad, no era el habitual. Se dice que Saldanha fue corresponsal de guerra y también que, como militante de izquierdas, había participado en la huelga obrera de los trescientos mil en Sao Paulo (1953) y apoyado a los campesinos del Norte del Paraná en su lucha por los derechos sobre la tierra. Su única experiencia como entrenador la había tenido en Botafogo, donde todavía se lo recuerda por una famosa corrida a tiros con el arquero Manga, luego de enterarse de que éste se había vendido en un partido contra el Bangú. Pero ¿por qué él y no otro? Lo cierto es que Havelange estaba harto de las críticas que recibía la selección y pensó que teniendo a un periodista de su lado, por no decir el más contestatario de todos, éstas cesarían. Aún así, el hombre no era ningún improvisado. Había sido jugador de Botafogo y como entrenador del mismo logró sacarlo Campeón Carioca en el año 57, haciendo alarde de un fútbol pleno de fantasía, ejecutado magistralmente en los pies de Nilton Santos, Didí y Garrincha.


Sin embargo, hubo una fecha crucial en esta historia: el 30 de octubre de 1969 el dictador Emilio Médici (el cuarto de la alianza ARENA) asumió la presidencia e inició una etapa conocida como Los Años de Plomo de Brasil. Médici no solo obligó a Pelé a volver a la selección, sino que mantuvo una tirante relación con Saldanha. El presidente necesitaba más que nunca del mundial para acallar las voces del hambre y la injusticia y por ello mandó desembolsar casi 1 millón y medio de dólares, cifra descomunal para la época, en la preparación del equipo. La cantidad dejó a las claras que el mandatario de ninguna manera dejaría pasar otra vez lo del 66, cuando el equipo fue sorprendido por rivales mejor preparados físicamente.


Pelé se convirtió enseguida en el objeto de poder de la lucha entre el periodista y el presidente. Hasta entonces, la delantera la constituían: Gérson, Tostão, Jairzinho y Rivelino. No había lugar para él y, de hecho, en un amistoso ante Bulgaria fue suplente de Tostão e ingresó en el segundo tiempo ¡con el número 13 en la espalda! Así y todo, el equipo jugaba extraordinariamente bien, tanto que Brasil clasificó invicto para el mundial de México´70 con 23 goles a favor en solo 6 partidos. En esos años la gente se identificó mucho con el equipo, que recibió el nombre de “Las Fieras de Saldanha”.



Luego de la clasificación, Médici se dio cuenta de que el verdadero problema no era Pelé, sino qué pasaría si Brasil salía campeón con un entrenador comunista. Por esa razón, luego de la lesión de Tostão, comenzó a presionar a Saldanha para que incluyera también al goleador del Atlético Mineiro, Darío Maravilla. La reacción del periodista fue contundente: “Que el general se ocupe de nombrar a sus ministros. La selección es cosa mía”. Pocas horas después, Saldanha recibió el telegrama de despedido.


El horizonte se veía negro. Zagallo se hizo cargo del equipo por tercera vez en cuatro años, sucediendo a Saldanha y teniendo solo dos partidos para armar la táctica. En el primero, amistoso ante Austria jugado en Río de Janeiro, el viejo wing izquierdo bicampeón del mundo hizo lo que otrora le enseñara su maestro Vicente Feola: escuchar el pedido de los mandamases del equipo. Así fue como en una habitación del Hotel das Palmeiras, donde Brasil concentraba para el partido, se juntaron con él Tostão, Rivelino, Gérson, Clodoaldo y Pelé y entre todos se definió cómo jugarían. Los seis acordaron defender con cuatro zagueros (dos centrales fijos y dos laterales con proyección), que Clodoaldo (volante central) no cruzaría la mitad de la cancha y que los cinco "manijas" (Jairzinho incluido) se harían cargo de presionar a los rivales en la línea alta y de organizar el ataque con un único lanzador fijo: Gérson. Así, en una charla amena donde también se dispuso que Pelé sería titular en todos los partidos y que Carlos Alberto, marcador de punta del Santos, sería el capitán, se gestó la mejor selección de fútbol jamás vista en toda la historia de los mundiales.


El sorteo de los grupos de México´70 generó una doble expectativa: en primer lugar, saber a qué rival tocaría enfrentar y, en segundo, a qué altura. México DF, a 2300 metros sobre el nivel del mar (msnm), fue la base del anfitrión y de sus compañeros del grupo A, Bélgica, El Salvador y Unión Soviética, quienes jugaron en el lujoso estadio Azteca recientemente refaccionado para los JJ.OO. de 1968. Un poquito más abajo, por el grupo B, quedaron a 2100 msnm en el estadio Cuauhtémoc de Puebla, Italia, Uruguay, Suecia e Israel. Por lo tanto –y luego entenderán por qué– los que lo tuvieron complicado fueron los alemanes, integrantes del grupo D junto con Perú, Bulgaria y Marruecos, quienes debieron enfrentarse entre sí a 2600 metros de altura, en el Guanajuato de León, todo para que Inglaterra, del todavía presidente de la FIFA Stanley Rous, recibiera los beneficios de jugar sus partidos a escasos 1500 msnm en el Estadio Jalisco de Guadalajara. Obviamente, el regalo del mandatario y de los mexicanos –por qué no decirlo benefició también a sus rivales del grupo C: Checoslovaquia, Rumania y, especialmente, a Brasil.


La confianza del equipo de Zagallo aumentó cuando en el mes de mayo Brasil enfrentó en un amistoso al campeón mexicano, el poderoso Guadalajara, en el mismo estadio donde jugarían durante el mundial. El equipo ganó 2-0, con goles de Tostão y Pelé, demostrando una formidable adaptación a la altura. Por ello, cuando los checos golpearon primero con un gol de Petras en el primer partido de la Copa, las fieras supieron responder. La notable diferencia física y técnica del equipo se reflejó en el resultado (ganaron 4-1*). Así llegó Brasil a su segundo partido contra los campeones ingleses, pleno de confianza en su poderío. No obstante, muchos aseguran que los británicos fueron los rivales más duros de la competición y por ende, la victoria final, por 1-0, tuvo el doble mérito de asegurar la clasificación y la sede para los cuartos. Los ingleses debían ganarle a los checos en su tercer partido y esperar a que Brasil perdiese por goleada ante Rumania si deseaban aspirar a quedarse en Guadalajara. La jugada de Rous acabó saliendo mal y, aunque Inglaterra finalmente clasificó para la segunda ronda, en cuartos le esperó Alemania a 2600 msnm**.






Brasil le ganó a Rumania por 3-2 y en cuartos debió enfrentar a Perú. El equipo andino solo había perdido un partido ante la Alemania de Beckenbauer & Cía. La delantera, constituida por Sotil (suplente de Baylon), León, Cubillas y Gallardo, era un espectáculo. Challe y Miffin, a su vez, eran dos dúctiles centrocampistas y hasta Rubinos, el arquero, era seguro. Pero la defensa, salvo su líbero Héctor Chumpitaz, era el punto más débil del equipo. Así y todo, Perú era un calco de Brasil y los años dieron cuenta de que ambos países llevaron a México las mejores selecciones de toda su historia.


Sonó el himno de Brasil y Didí, técnico de Perú, se paró para escucharlo, emocionando a la gente con su gesto. Tres bicampeones del mundo –él, Pelé y Zagallo– se chocaron a lo grande. Elegir los mejores momentos del partido es imposible. Todo el partido fue buenísimo. Brasil jugaba vertical y Perú con parsimonia, atacaba uno y respondía el otro. Las fieras dispararon 27 veces al arco y los incas 22. Un resbalón de Campos le dejó el balón servido a Tostão, que habilitó a Rivelino para que marcase el 1-0. Luego el mismo Tostão metió una pelotazo imposible entre el palo y el arquero antes del minuto 15 y, a la media hora, Gallardo recibió un pase de cuarenta metros de Chumpitaz y definió igualito que Tostão, demostrando que a Perú también le sobraba categoría. En el segundo tiempo, Tostão aumentó su cuenta personal a lo que Cubillas respondió con un gol a los 25 minutos y un remate que casi empata el partido. Faltando 15´ para finalizar el emocionante encuentro, Jairzinho, fiel a su cita con el gol, selló el 4-2 definitivo a favor de Brasil.


La semifinal también fue sudamericana. Uruguay le había ganado a la URSS por 1-0 en cuartos y tres días después de enfrentar a Perú, Brasil jugaba contra los bicampeones charrúas luego de veinte años sin verse las caras en los mundiales. La última vez había sido el famoso “Maracanazo”. Confieso que luego de ver el partido (completo), entendí mejor que nunca las palabras de Enrique Macaya Márquez cuando dijo que: “Pelé le cambió la vida a Brasil, apareció y Brasil empezó a ganar todo. Antes eran un buen equipo que se asustaba con unas patadas”.*** Aquel fue el mejor partido de "O Rey", para mi gusto, y aunque las fieras ganaron 3-1 con goles de Clodoaldo, Jairzinho y Rivelino (Luis Cubilla marcó por Uruguay), sigo creyendo que sin él Brasil no hubiese podido llegar a la final.






En la otra llave, como se imaginarán, Inglaterra cayó ante Alemania. El empate a 2 durante los 90 minutos reglamentarios obligó a jugar la prórroga que desenterró los fantasmas de Wembley de la final del 66. Pero Alemania tenía más resto por estar habituada a su sede y dejó afuera a los campeones con un gol de Seeler.


La semifinal fue contra la campeona de Europa, Italia, en un partido para la leyenda. Ambos eran unos equipazos. Alemania era la tortura china, iba al frente los 90 minutos. Italia era un peleador de barricada, defendía con un ejército en el arco y salía de contraataque. Los azzurros se aventajaron con un gol de Boninsegna en el minuto 10 y así aguantaron todo el partido, que empezó a ganar intensidad a medida que se acercaba la hora y los alemanes no conseguían marcar gol (metieron dos tiros en los palos). Encima de todo, Beckenbauer se lesionó el hombro tras rodar en la puerta del área italiana luego de una falta recibida en el segundo tiempo. El Káiser no pudo ser sustituido**** y siguió jugando con un vendaje horroroso e incómodo. Pero como dice el refrán "tanto va el agua al cántaro que al final se rompe" y los teutones lograron empatar por medio de Schnellinger, marcador central del FC Milan de Italia, que conectó un centro del wing izquierdo Grabowski ¡en el minuto 92! Lo que siguió después fue terrible, emocionante ¡para el infarto! En 30 minutos se marcaron 5 goles. Boninsegna volvió a anotar para Italia (2-1) y a él le siguió Müller (2-2). Luego desniveló Riva (3-2) y empató otra vez Müller (3-3) que con sus dos golcitos alcanzó los 10 y se convirtió en el máximo artillero de la Copa Mundial. Sacó Italia, fue hasta el arco y marcó Rivera (4-3 definitivo). Italia llegó a la final luego de treinta y dos años con toda la ilusión que le daba una victoria épica. Pero también, hay que reconocerlo, con un desgaste que la dejó herida de muerte.


La final de 1970 fue un encuentro donde uno de los equipos fue literalmente “aplastado” por su adversario. Luego del primer tiempo, que acabó 1-1 (goles Pelé y Boninsegna), Brasil se decidió a jugar al gato y al ratón con Italia bajo el enfermante solazo mexicano. Los europeos no le encontraron la vuelta al partido, ni siquiera cambiando las marcas, y debieron asistir al monólogo de los sudamericanos que tenían resto como para jugar otro mundial más. Con Italia como mero espectador, el cuadro de Zagallo sacó a relucir su mejor fútbol, al mismo tiempo que los periódicos vespertinos preparaban las rotativas con la frase: “Ganó el Jogo Lindo”.

El 2-1 fue obra de Gérson, que jugó prácticamente todo el encuentro desmarcado, a sus anchas. El "cerebro" se encargó de poner el pase de cuarenta metros que bajó Pelé de cabeza en segundo palo para Jairzinho, presto en el primero para entrar con pelota y todo en el arco italiano a los 25´ del complemento. El cuarto gol es un tema aparte. Jairzinho se corrió hacia la izquierda, arrastrando consigo a su marcador, Facchetti. La jugada -predeterminada- dejaba libre la banda derecha defendida por el capitán italiano. Luego de la recuperación de Tostão, éste le pasó el balón a Piazza y a partir de entonces Italia no volvería a tocarlo hasta después del gol. Corría el minuto 41 y entre Clodoaldo, Gérson y Pelé hicieron tres pases en la media cancha. La pelota fue a dar otra vez a los pies de Clodoaldo, que se gambeteó a ¡cuatro italianos! antes de entregársela a Rivelino. Como si nada, empezaron a las señas. Clodoaldo le hizo un ademán diciéndole "-¡Lánzala para Jairzinho!-". El "Furacão" recibió pegado a la banda y dribbleó a Facchetti antes de dársela a Pelé. Hasta ahí todos creían que "O Rey" marcaría el último gol de Brasil, pero no. El 10 hizo caso a la seña de Tostão ("-¡A la derecha, a Carlos Alberto!-") y en un acto casi protocolar, le dio la pelota a su capitán como entregándole un legado. Acto seguido, su compañero en el Santos reventó el arco de Albertosi con un tiro cruzado y Brasil fue "Tricampeão do mundo".




Cuando la selección llegó a Río los esperaba una muchedumbre y el presidente Médici. Pelé saludó al dictador con un abrazo efusivo y Carlos Alberto le entregó el trofeo Jules Rimet, que quedaría en el país para siempre. Cuatro años más tarde, en Alemania, Holanda le haría competencia a este equipo del 70, alimentando la polémica para aquellos que gustan de elegir a los mejores de la historia. Para mí, este Brasil fue superior porque ganó su mundial de par en par y con notable diferencia sobre sus rivales. Mientras tanto, en el palco oficial Médici alzó la Copa y su pueblo respondió a viva voz. El mérito se lo darían Zagallo, pero las fieras eran de Saldanha.




ACLARACIONES


* En el primer partido de Brasil (victoria por 4-1 ante Checoslovaquia) Pelé metió un globo desde 50 metros que casi entra en el arco de Viktor. Luego habilitó a Tostão con un puntinazo lleno de efecto y hasta marcó en el segundo tiempo un golazo de derecha, previo giro con la pelota pegada al pecho.


·· México´70 fue el primer mundial transmitido a color y también el primero en donde aparecieron las publicidades alredeor del campo. Por eso la mayoría de los partidos se jugaban al mediodía, primero, para que no se proyectara sombra y se pudiesen captar mejor las imágenes por TV y, segundo, para que la mayor cantidad de países posibles (sobre todo los europeos, que tienen entre 4 y 5 hs. de diferencia con México) pudiesen ver las publicidades durante los partidos.


*** Hace unos años, la FIFA premió a aquellos periodistas con al menos 11 mundiales y Enrique Macaya Márquez recibió un diploma y una réplica de la Copa del mundo. Hoy es el segundo periodista con más cobertura de mundiales, detrás de Malcom Brodie, escocés que empezó a transmitir en Suiza´54. Sudáfrica será el 14° Mundial del argentino.


**** México´70 fue el primer mundial donde se usó la tarjeta amarilla para menguar la violencia de los partidos que, sobre todo en Chile´62 e Inglaterra´66, habían opacado la competición, y también el primero donde se reglamentaron los cambios. Eran dos por equipo, más el arquero. Pero cuando Beckenbauer se lesionó en la semifinal ante Italia, Alemania ya había hecho ingresar a Libuda por Lohr (8´ del ST) y a Helld por Patzke (21´ del ST).

FUENTES (CITA)

Macaya Márquez: EL GRÁFICO 100x100: "Hasta ahora, Maradona no demostró estar capacitado para dirigir" 07/04/2010



El Futbolólogo

– 1966 –

EL MUNDIAL DE LAS IMÁGENES




En 1960, Sir Stanley Rous, antiguo Secretario de la Federación de Fútbol de Inglaterra, elevó a la FIFA la propuesta de celebrar en ese país la octava Copa del Mundo como homenaje al centésimo aniversario de la creación del fútbol, que se cumpliría en 1963. Por aquel entonces el presidente de la máxima entidad era su compatriota Arthur Drewry, quien, vaya casualidad, fue sucedido un año después por ¡Stanley Rous! Así y todo, ninguna de las demás federaciones estuvo en contra de que los inventores del fútbol celebraran en su casa el torneo. Pero lo que nadie tuvo en cuenta fue que, a la hora de los hechos, con Rous al frente de la FIFA los ingleses también intentarían ganar el mundial.


En lo futbolístico, Inglaterra´66 fue una prolongación natural de la liga inglesa ya que, con el transcurso de los partidos, el ritmo de la competición se fue nivelando al estilo británico de “patear y correr”. La táctica colectiva ocupó el lugar del virtuosismo individual, algo que ya venía sucediendo desde comienzos de la década con la Copa de Europa y la Libertadores, donde el Real Madrid de Di Stéfano y el Santos de Pelé habían entregado la posta a equipos más amañados. Quizá la única excepción a la regla, al menos en lo que concierne a clubes, fue el Benfica portugués. El equipo de Eusebio llegó a disputar cinco finales de la Copa de Europa (1961/62/63/65/68), ganando las dos primeras y trasladando su estilo a la selección, que acabó haciendo el mejor mundial de toda su historia.


Inglaterra´66 fue también el primer torneo televisado. El 11 de junio, 29 países vieron en directo por la BBC el partido inaugural del grupo A entre anfitriones y uruguayos. A pesar del 0-0 final, el equipo inglés sorprendió con un 4-4-2 sumamente funcional a los tiempos que corrían. Su entrenador, Sir Alf Ramsey, había tomado prestadas las tácticas más efectivas de la Copa del Mundo, rompiendo lazos con la vieja W-M que tan malos resultados le había dado a los creadores en ediciones anteriores. Si usted ha leído “1950/1954: La Punta de Lanza no gana Mundiales” entenderá que Ramsey, como buen admirador de la Máquina Húngara que había sido en su juventud, utilizó una delantera “bisagra” igualita a la de los magiares mágicos, pero vigilada desde atrás por una "defensa uruguaya". De esta forma, prescindió de la posición fija de los wines y del centrodelantero, haciéndolos jugar como volantes en una tercera línea custodiada a la vanguardia por dos atacantes, encargados únicamente de esperar el pelotazo, y a la retaguardia por un volante-tapón. La idea de un quinto defensor "libre", delante de la línea de cuatro zagueros, fue extraía del catenaccio italiano. Así, el equipo fue evolucionando de un 2-3-3-2 (defensa uruguaya- ataque húngaro) a un 4-1-3-2 (catenaccio invertido-ataque húngaro) y de ahí a un 4-4-2. Semejantes tareas, como se imaginarán, solo podían ser coordinadas por un verdadero crack. Bobby Charlton era el nombre del todo terreno de aquel equipo. El del Manchester United fue el mejor punta de su época, goleador histórico de los Diablos Rojos (249) y de la selección nacional (49) y el único inglés que llegó a ocupar tres podios en la elección por Balón de Oro (lo ganó en 1966). Charlton fue también uno de los pocos sobrevivientes de la tragedia aérea de Munich que en 1958 se cargó con la vida de 23 hombres del club, muchos de ellos sus amigos más íntimos. Desde entonces, la vida del calvo nº 9 cambió para siempre y, a pesar de haber sido campeón del mundo con Inglaterra y campeón europeo con el United, jamás volvió a sonreir, salvo para mostrar su buena educación.




La transmisión televisiva también permitió paladear en directo el debut mundialista de Franz Beckenbauer. Alemania integraba el grupo B con Argentina, España y Suiza. En su segundo enfrentamiento, contra los argentinos, Antonio Rattín recordaría con alegría las razones del 0-0 final: “Tal vez al equipo (argentino) le faltaba un poco de llegada, pero estábamos bien armados en el medio. Para dar un ejemplo de la calidad del equipo, siempre cuento que un espía alemán había visto nuestro partido con España y cuando jugamos con ellos, su técnico mandó a Beckenbauer a seguir por toda la cancha a Ermindo Onega. No jugó ninguno de los dos y nos salvamos de Beckenbauer ¡que ya era un jugador enorme!”*. Para clarificar la dimensión del fenómeno alemán nadie mejor que Eduardo Galeno. El escritor uruguayo, que en aquel entonces tenía veinticinco años, recordó en su libro El Fútbol a Sol y a Sombra el impacto visual que le generó ver al bávaro por primera vez en televisión: “Fue en el Mundial del 66. Alemania jugaba contra Suiza. Uwe Seeler se lanzó al ataque junto con Franz Beckenbauer, Sancho Panza y Don Quijote disparados por un gatillo invisible, vaya y venga, tuya y mía, y cuando toda la defensa suiza había quedado inútil como oreja de sordo, Beckenbauer encaró al guardameta Elsener, que se arrojó a la izquierda, y definió a la carrera: pasó por la derecha, tiró y adentro. Beckenbauer tenía veinte años y ése fue su primer gol en un campeonato mundial (…) Había nacido en el barrio obrero de Munich este emperador del medio campo, llamado Káiser, que con hidalguía mandaba en la defensa y en el ataque; atrás, no se le escapaba ninguna pelota, ni mosca, ni mosquito, que quisiera pasar; y cuando se echaba adelante, era un fuego que atravesaba la cancha”.** Por suerte para Galeano, las imágenes hoy se pueden ver en Internet como muestra de que estaba en lo cierto el hombre.




En Liverpool y Manchester jugó el Grupo C, el de la catástrofe de Brasil. En el primer partido, los campeones del mundo vencieron a Bulgaria por 2-0 con goles de Pelé y Garrincha en la que sería su última fechoría juntos. Pero luego Pelé se lesionó y Brasil perdió 3-1 ante Hungría, en un partido bastante violento para Garrincha. En el último match, contra Portugal, Garrincha no salió y el que recibió fue Pelé, que acabó fuera del campo lesionado. Al término del torneo, varios periodistas analizaron el papel que jugaron los árbitros Ken Dagnall y George McCabe en ambos encuentros. Solo como dato agregaré que, tanto uno como el otro, eran colegiados ingleses.


El Grupo D fue el grupo de “los comunistas”. En plena Guerra Fría, rusos y coreanos del norte saboreaban el triunfo a costillas de Chile e Italia, esta última, demasiado confiada en su letal contragolpe. Los itálicos no conseguían pasar de la primera ronda desde los torneos del 34 y el 38, una verdadera vergüenza para un país que presumía de tener a los dos últimos campeones de Europa: el Milan (1963) y el Inter (1964-65). La derrota con URSS (1-0) no fue nada comparada con la humillación que debieron soportar ante los coreanos. Luego del gol de Doo a los 42´ de la primera parte, Italia creyó que lo remontaría en el segundo tiempo. Pero los asiáticos eran una verdadera guerrilla, se multiplicaban de a miles cerrando todos los espacios. Sin embargo, la travesía de Corea del Norte acabó en los cuartos de final cuando cayeron eliminados a manos de Portugal. Los coreanos llegaron a ir arriba por 3-0 en el primer tiempo, hasta que Eusebio sacó la garra y se terminó la historia. La “Pantera de Mozambique” metió cuatro goles en una hora y el centro para que Torres materializara el 5-3 final. Un partidazo.



En marzo de 2010, el periodista J. Carlos Jurado escribió para el Diario MARCA de España:“En cuartos de final, el árbitro alemán Rudolf Kreitlein expulsó en la primera parte al capitán argentino Rattín al creer erróneamente que le había insultado mientras protestaba una falta. La polémica llegó en el minuto 78. Hurst eliminaba a Argentina y metía a Inglaterra en semifinales con un tanto en claro fuera de juego. “Esto fue una estafa ¿Cuál será la nueva trampa?”, se preguntaba el periódico argentino Clarín. Pues llegó en semifinales. Inglaterra cambió la sede de la segunda semifinal y obligó a Portugal a jugar en Wembley en lugar de Liverpool, tal y como señalaba el calendario del Mundial realizado en enero. El partido tampoco estuvo exento de polémica. El colegiado francés Pierre Schwinte no quiso ver las clamorosas manos de los defensas ingleses en el área para no señalar ningún penalti a favor de Portugal”.*** Eusebio metió su noveno gol en la semifinal ante Inglaterra, que ganó 2-1 con dos formidables remates del mejor hombre del equipo, Bobby Charlton. Así, el portugués logró una marca jamás alcanzada por los artilleros siguientes y a finales de año fue distinguido con el Balón de Plata. Decir que Portugal perdió la semifinal porque debió abandonar su cede de siempre, Liverpool, donde era invicta, sería algo incierto. Pero lo que sí es real, es que después del escándalo producido en el Inglaterra-Argentina de los cuartos de final, ya nadie podía detener las sospechas. Luego de la expulsión del capitán argentino, el árbitro Kreitlein alegó que Rattín: “Me miró con mala intención. Por eso, me di cuenta de que me había insultado”. Lo cierto es que mientras un alemán dirigía los cuartos entre anfitriones y argentinos, un inglés, James Finney, cobró en el Alemania-Uruguay y echó a dos uruguayos. Nada de esto hubiera pasado a mayores si alemanes e ingleses no hubiesen jugado la final, como acabó sucediendo.





Alemania eliminó a la URSS de Yashin en la otra semifinal por 2-1. El gol de la victoria fue un remate de Beckenbauer desde afuera del área. El bávaro acabó siendo el tercer goleador del torneo (junto a Hurst, Porkujan y Bene, todos con 4 anotaciones), detrás de su compañero Helmut Haller, que marcó 6, y galardonado con el Balón de Bronce a finales de 1966. No obstante, Alemania también hizo espionaje en el mejor partido de Charlton -semifinal ante Portugal- y en la definición del 30 de julio, en Wembley, el Káiser fue obligado a marcar al inglés desde el inicio del partido. La decisión acabó siendo un pésimo negocio para los más de 90.000 espectadores que asistieron a la final con la ilusión de ver el mejor fútbol ofensivo de sus estrellas.


En cuanto al resultado, 4-2 a favor de Inglaterra, vale decir que los dueños de casa ganaron por dos razones: la primera, porque usufructuaron mejor que nunca la astucia del zaguero capitán Bobby Moore y del punta Joeff Hurst, ambos compañeros del West Ham, en el primero y cuarto gol de su equipo (el segundo fue de Martin Peters). La segunda, porque, para variar, los ingleses recibieron la mano del colegiado en su tercer gol. Sí, luego del 2-2 que forzó la prórroga, Hurst remató tras recibir un centro de Allan Ball, pero la pelota dio en el travesaño, picó y salió. El árbitro suizo Dienst se lavó las manos y pidió la colaboración del juez de línea, Bakhramov, que casualmente era soviético. El línea, que en una milésima de segundo entendió que era preferible recibir una sanción de la FIFA antes que un "llamado" de Moscú no nos olvidemos que la URSS había caído en semifinales contra Alemania, señaló el centro del campo con total seguridad convalidando el tanto de Hurst. Luego vendría el ya comentado gol de los "West Ham Boy´s" –pase de Moore a carrera de Hurst– y el festejo final. De esta manera, Inglaterra se consagró por primera vez Campeón del Mundo para la alegría de su gente y del presidente de la FIFA, Sir Stanley Rous, quién nunca previó que la televisación del torneo lo condenaría de por vida bajo cargos de piratería.



CITAS:


* “El Libro de oro de los Mundiales / 1930-1998” - redactores varios - ARTE GRÁFICO EDITORIAL ARGENTINO S.A. 1998, Buenos Aires.


** Eduardo Galeano, "El fútbol a sol y a sombra", Editorial Siglo XXI de España - 2006, pag 142.


***J. Carlos Jurado: “El regalo de cumpleaños de la FIFA” – http://www.marca.com/



El Futbolólogo

– 1958/62 –

PELÉ Y GARRINCHA INICIAN EL CARNAVAL DE BRASIL





Quisiera dedicarle esta columna a Rubén, futbolólogo amigo de aquí de España, con el que trabajé el año pasado en una empresa de recolección vial. Rubén me prestó su video “Dioses de Brasil”, un docental de la cadena The History Chanel que trata sobre la vida de Garrincha y Pelé, dos astros irrepetibles del fútbol brasileño. Ambos jugadores coincidieron en el mundial de Suecia´58 y luego cada uno brilló por separado en Chile`62 y México `70, donde Brasil fue campeón, con un paso sin gloria por Inglaterra`66. Dioses de Brasil es, también, una historia en paralelo que muestra como uno de los protagonistas, Garrincha, luchó con la pesadilla de la fama mientras que el otro, Pelé, se transformó en un ícono mundial a fuerza de hitos futbolísticos. Este será el guión de nuestra historia, amenizada con fuentes alternativas que alimentan el mito de que el fútbol cambió para siempre cuando ellos dos salieron a la cancha.




GARRINCHA


Tiene el presentimiento, y va y se lanza más rápido que el propio pensamiento, dribla dos veces más, la bola danza feliz entre sus pies, ¡los pies del viento!


Fragmento de "El Ángel de las piernas tuertas",

poema de Vinicius de Moraes


Garrincha es un misterio del juego (perdón Horacio Sande por robarle la frase). Nunca se entenderá como un hombre con tantos impedimentos pudo llegar hasta donde él llegó. Había nacido deforme y corto mental en una familia numerosa y pobre. Hijo de padre alcohólico, una madre que nunca se supo bien si había sido su hermana mayor, a todo esto le agregó un contagio de poliomielitis que le dejó severamente dañada las dos piernas. Así y todo fue el mejor en lo suyo. Jugaba de wing derecho, entre la línea de banda y la línea de fondo. Allí tenía su nido este niño-pájaro que nunca dejó del todo ese mundo infantil y libre de su tierra de Pau Grande, el pueblo donde nació en la primavera de 1933 y donde recibió su apodo, cazando “garrinchas”, unas avecitas negras, veloces y torpes como él.

Garrincha era un perro callejero. Después de la bebida y las mujeres lo que más le gustaba era el fútbol. Fumaba desde los diez años y era padre desde los quince. En total tuvo 9 hijos legales, con dos esposas, y una veintena de los otros. Su estado natural era el desorden. Siendo profesional de Botafogo seguía yendo a las “peladas” de Pau Grande, partidos informales donde los garotos mimaban el balón, descalzos sobre la tierra. Allí Garrincha era “Mané”, el muchacho tímido que bebía con los amigos. Pero al bajar a Río se convertía en el ídolo, en el joven amado por la multitud y deseado por las mujeres. Incluso se dice que en Suecia´58 no solo conquistó la Copa del Mundo sino también a una escandinava llamada Ulf Lindberg, con la que tuvo un hijo extramatrimonial.

Nunca se llevó bien con la fama. Tanto fue así que llegó a declarar por televisión lo siguiente: “Yo me hice famoso en el 58 cuando llegué aquí (Río de Janeiro). Después cuando regresé a mi tierra de Pau Grande supe que era muy conocido porque me lo dijeron mis amigos. La gente venía a verme o se acercaba a mí cuando salía de compras. Muchas veces tomaba el tren para volver a casa después del entrenamiento y cuando llegaba, cansado, la gente se arremolinaba a mi alrededor y eso me fastidiaba un poco. Entonces me di cuenta de que la vida de un ídolo puede llegar a ser bastante dura. Pero eso es algo sobre lo que no puedes hacer nada. Tienes que aguantarlo porque la gente te quiere y eso les hace felices. Pero para mí resulta agotador”.*

Su juego era extraño, dialéctico, una especie de charla con los pies. Dribbleaba tanto de frente como de espaldas. Gérson, volante campeón del mundo con Brasil en México´70, quién lo enfrentó en una Libertadores jugando para el Flamengo, lo definió como: “el jugador más desconcertante que había visto en toda su vida”.



Los test psicofísicos previos al Mundial de Suecia le habían diagnosticado “Debilidad Mental” y “Falta de aptitud para desenvolverse en el juego colectivo”. Pero él era el mejor wing carioca y no pudieron negarlo. De hecho fue titular a partir del tercer match de Brasil, contra URSS, donde lo marcó un tal Kusnetsov a quién luego llamarían “¿Ha visto usted a Garrincha?". Su entrada por la derecha a pase de Didí fue fundamental para que los "monstruos" del área, Pelé y Vavá, sacaran campeón a Brasil por primera vez en su historia. Y eso que cuando el árbitro francés Marcel Guigue dio el pitazo final al terminar el partido con Suecia, todos se abrazaban y lloraban, menos él, que preguntaba qué había sucedido.

Garrincha fue elegido Mejor Extremo Derecho del Mundial, una distinción enorme para alguien con sus deficiencias y porque dicha elección implicó nada menos que “sacar” del Equipo Ideal al francés Raymond Kopa ¡¡Balón de Oro de 1958!! Pero eso no fue nada. Cuatro años más tarde, en Chile´62, Garrincha fue otra vez campeón, goleador y figura, a tal punto que en la definición, contra Checoslovaquia, ya era tanta la facilidad con que llegaba a la línea de fondo que se regresaba a su propio campo, apilando jugadores para volver a pasarlos.

La gloria no le sentó bien y cayó en picada. No se cuidó (seguía fumando y bebiendo) y pronto las rodillas acusaron los síntomas de la artrosis y del sobrepeso. Varios campeonatos debió jugarlos infiltrado hasta que en 1964 acudió al quirófano. Para ese entonces ya estaba separado de Nair, su primer esposa, y casado con la famosa cantante de bosanova Elsa Suárez. Elsa intentó sacarlo de la depresión y del alcoholismo pero no pudo y al cabo de diez años, el pájaro acabó solo e infeliz en la montaña.

Luego de jugar el Mundial de 1966 se despidió de la selección (la verdad es que no lo convocaron más). Pero su despedida oficial fue en 1972, en el Estadio Maracaná, donde acabó regalando botas, medias, casaca... Todo fue a parar a los hinchas, excepto los pantalones. Luego le sobrevino un largo anonimato con apariciones esporádicas como trofeo de carnaval, a las que asistía malhumorado y borracho, mientras otros jugadores de su época, como Amarildo, Altafini, Pelé, Vavá, Paulo Valentim, China o Chinezinho, goleadores que debían parte del botín al trabajo previo del centrador, tuvieron una vida bien regada tras el retiro y no se acordaron mucho de él. Así fue como el futbolista que había motivado el grito de “Oooole!!” por primera vez el en una gira de Botafogo en México, el que había incorporado el gesto deportivo de lanzar la pelota afuera para que se atendiera al jugador golpeado, resucitó del olvido recién para el día de su muerte, el 20 de enero de 1983, con esa mala suerte que tienen los pioneros de llegar siempre tarde a todos lados.






PELÉ


“Hay una anécdota que se cuenta, no se sabe si verdadera o no, que se reunieron con el Gordo Feola los veteranos de Brasil y le dijeron: -Mira, si quieres ganar el mundial tiene que salir el chico y tiene que salir Garrincha… y ya sabemos que Altafini es muy bueno… y todos los que juegan con nosotros… pero estos son un escalón más…-”


(José Luis Garci, director de cine)**.



La anécdota es de 1958. Entre los veteranos se recuerda a Didí y Nilton Santos, ambos del Botafogo de Garrincha, al que conocían bien. El “chico” era Pelé, la revelación del campeonato paulista ¡qué digo! El Rey del campeonato. Santos había ganado la liga paulista de ese año y él había salido goleador –en su segunda temporada en primera– con 58 tantos en 38 partidos. Imagínense los problemas que tenía Feola. Había arribado a Suecia con un equipazo y en medio del mundial sus propios jugadores se lo querían cambiar, proponiendo justo a los dos que menos puntuaban en los test psicofísicos (Pelé dio "Demasiado joven" y “Pie plano” en los resultados). El “Gordo” se la tenía que jugar en el tercer partido contra la URSS, que tenía los mismos puntos que su equipo (3). Era una situación complicada ya que, en el mismo grupo, Inglaterra tenía 2, lo que es decir que si rusos e ingleses llegaban a ganar sus respectivos partidos, Brasil se quedaba afuera del torneo. Pero Feola era un fenómeno ¿saben qué les contestó?: “Yo formaré el equipo que ustedes quieren, porque son ustedes los que van a ganar o perder”. Un grande.


Pelé era un jugador Guinness. Había debutado en la primera del Santos con 15 años, en la selección con 16 y en el mundial con 17. En su primer partido no mojó (Brasil acabó ganando 2-0 a Rusia con goles de Vavá) pero él sería el goleador del equipo con 6 tantos en tres partidos. Elegir un gol entre todos ellos sería algo injusto. Solo puedo elegir el que menos me gustó: el primero ante Francia, pescando en el área. Los otros cinco fueron unos golazos increíbles.


A diferencia de Garrincha, Pelé jugó cuatro mundiales y en todos marcó gol, distinción que comparte con el alemán Uwe Seeler. Hoy es el cuarto goleador histórico de la Copa del Mundo con 12 dianas, detrás de su compatriota Ronaldo (15), el alemán Gerd Müller (14) y el francés Fontaine (13).




A mí me gusta cuando Jorge Götting dice que Pelé “impuso al fútbol como deporte uno”*** Yo no viví en esa época, pero tomo como prueba la cantidad de imágenes que existen sobre sus partidos, sobre sus entrenamientos, en un tiempo en el que los recursos de la filmación y la fotografía no eran los de ahora. Se sabía que Pelé era un espectáculo dentro del espectáculo de los 22 jugadores y por ello, no solo que nunca salió a jugar con el estadio medio lleno -excepto en USA- sino que sus actuaciones llevaron a impulsar la tecnificación de los medios de extracción y difusión del mito, para luego mostrarlo masivamente como prueba de que lo que se decía sobre él era verdad. De ahí que el Santos fuese un adelantado del fútbol convertido en maketing, exhibiéndolo por todo el mundo en amistosos muy bien pagos. Los efectos de la gira se hicieron notar en los peores momentos de su carrera, por ejemplo, en el Mundial de Chile´62, al cual Pelé llegó con una carga de 100 partidos encima, debiendo abandonar la competición con solo dos encuentros disputados.


En esa simbiosis retroalimentaria de la producción y de la difusión del mito, Pelé comenzó a diferenciarse de los otros jugadores de forma cada vez más acelerada. Su estado físico mejoraba con los años, y si no me creen, basta solo con mencionar que a doce después de ganar su primera Copa del Mundo, en Suecia´58, Pelé ganó su tercer mundial en México´70 con un equipo totalmente nuevo, donde él, para variar, fue la figura. El secreto de su éxito lo constituía el mundo paralelo de los entrenamientos. Allí también era el mejor. La máquina se alimentaba de títulos y para conseguirlos había que renunciar a los vicios de la pereza y el descuido. Entonces, y solo así, pudo meter en veinte años los records que le garantizan otros cien en los libros.


Su centro de gravedad era bajísimo (medía un centímetro más que Messi, al que le dice "La Pulga") pero saltaba descomunalmente impulsado con las dos piernas –como los jugadores de voley–, cosa que parece normal pero que no lo es en el fútbol. Si uno prestara atención, esa cualidad suya le permitía tener mayor panorama al momento de decidir donde poner la pelota. A su vez, su imaginación era ilimitada cuando se proponía inventar una jugada y, para mejor, poseía la técnica para desarrollarla. De todas maneras, repito: yo no soy el más indicado para hablar de Pelé. Los más idóneo sería escuchar a los que mejor lo conocieron: sus rivales.




Garrincha y Pelé fueron distintos tanto en el fútbol como en la vida. El primero prefirió la diversión etérea del escapismo mientras que el segundo optó por materializar su destino. Garrincha nació con limitaciones que no se le notaron a la hora de practicar un fútbol distinto al de su época. Pelé fue físicamente superdotado y se entrenó al máximo para mejorarse a sí mismo. Uno eligió quedarse con los amigos que no le cuestionaban su forma de ser. El otro, con los que no le cuestionaron nunca su reinado. Así y todo, Garrincha y Pelé juntos jamás perdieron un partido; jugaron tres mundiales y ganaron dos, dejando un legado a los futbolistas de su tierra como Reyes del carnaval de Brasil.




CITAS:


* Reportaje a Garrincha: Filme documental: DIOSES DE BRASIL (The History Chanel - USA. 2000).


** José Luis Garci: DUELOS DE ORO - PELÉ vs MARADONA (Diario Marca - España. 2006).


*** Jorge Götting: ELLOS DOS - SOLO ELLOS DOS (“El Libro de oro de los Mundiales / 1930-1998” - redactores varios - ARTE GRÁFICO EDITORIAL ARGENTINO S.A. 1998, Buenos Aires).



El Futbolólogo