- 1982 –

ESPAÑA CONSAGRA A LOS MEJORES




España ´82 fue un mundialazo. Si alguna vez se dijo aquí que la estética del de Alemania simbolizó como ninguna a los años setenta, el mundial ibérico fue sin dudas el más representativo de la década siguiente. España fue un “crisol de marcas”, a saber: Penalty (Perú), Diadora (Italia), Le Coq Sportif (Argentina, Camerún y Argelia), Admiral (Inglaterra y Bélgica), Humbro (Escocia), Puma (Chile, Austria y Kuwait), Topper (Brasil) y la infaltable Adidas (todos los demás equipos). Eran los años previos de ISL (International Sport & Leisure), la empresa de marketing fundada por Horst Dassler, que creció hasta acaparar todo el ámbito deportivo. Por ello no me caben dudas de que esta gala europea fue el mundial del marketing y de la imagen. Detrás de cada cartel publicitario operaba una infantería de fotógrafos que acribillaba a los jugadores con sus analógicas Canon/Nikon, recargando rollos como si fueran balas de fusil. Pronto las imágenes se convertirían en los pósters que adornaron las tiendas deportivas de todo el mundo y que los niños veían antes de comprar su ropa de marca, soñando con alcanzar alguna vez la gloria de esos ídolos.


Es que no era para menos. España´82 fue un mundial donde dirimió una constelación de figuras, todo lo contrario de lo que pasó en el 78. Esta vez sí había montones de candidatos a ganar el título. Empezando por Alemania, la campeona de la Euro del 80, que llegaba con el Doble Balón de Oro Karl-Heinz Rumenigge (1980-81), acompañado del enorme Breitner y sus colegas Briegel, Schumacher, Stielike, Fisher, Littbarski… Solo faltó Bernd Schuster a su cita (Balón de Plata en el 80 y Bronce en el 81) por estar peleado con su técnico. Otra que venía con un doble Balón de Oro era la Inglaterra del genial Kevin Keeghan (1978-79), de Shilton, Butcher y Mariner, del imparable Bryan Robson, autor del gol más rápido en la historia de los mundiales, marcado a los 27 segundos de iniciado el partido entre británicos y franceses. Bueno, y qué decir de Francia y su generación Platini, los Trésor, los Giresse, los Tiganá, los Amoros ¡Qué equipazo! Solo superada por el gran candidato a ganar el torneo: Brasil. Lo tenían todo los brasileños, a Zico, a Leandro, a Júnior, Toninho Cerezo, Falcao, Sócrates… Nadie que haya visto jugar a ese medio campo diría que hubo uno mejor, ni antes ni después. Les faltó suerte a los brasileños y un arquero y un goleador buenos, ya que Valdir Pérez y Serginho eran de madera, pobrecitos. Y, por último, pongo como candidata previa a ganar ese mundial a la selección de Argentina. Muchos en mi país coinciden que fue el mejor equipo llevado a una Copa del Mundo. Cuatro de sus integrantes, Fillol, Kempes, Passarella y Maradona, forman parte del 11 Ideal de Todos los Tiempos. No obstante, reconozco que la mayoría de sus jugadores ya se sentían campeones antes de empezar el torneo y así les fue.

Pero ninguno de estos que nombré, y ni siquiera España, que era el local, o Polonia, otro gran candidato, se llevaron la Copa FIFA. La gran ganadora fue la Italia, con una campaña que recuerda a esas viejas películas de Rocky Balboa, en la que “Semental Italiano” comenzaba perdiendo sus peleas y luego las daba vuelta en los últimos rounds, sacando fuerzas de quién sabe donde. Así ganó Italia aquel título, haciéndose fuerte en las difíciles y explotando en la última recta, para finalizar una labor épica. El mérito fue de todos: de Bearzot que nunca dejó de confiar en sus hombres, de Paolo Rossi que apareció en el momento justo, de la solvencia de Zoff, de la disciplina táctica de Scirea y Gentile, de la velocidad de los centrocampistas y de Antonio Cabrini, el lateral izquierdo que era defensor y atacante a la vez. Esta Italia del 82 no fue el mejor equipo de la historia de los mundiales, lo reconozco, ni siquiera de la historia azzurra. Pero su campaña fue la más linda de todas, créanme lo que les digo.

Al principio, es cierto que eran puro empate. Amargo 0-0 contra Polonia, duro 1-1 contra Perú y otro empate, el tercero, contra Camerún. El partido significaba quedarse o irse y Graziani marcó el 1-0 de cabeza a los 20´ del segundo tiempo. Pero luego los cameruneses sacaron del centro, tocaron, fueron hasta el arco de Zoff y ¡empataron el partido! Un desastre.




Italia se clasificó por los pelos para jugar la segunda ronda. Había empatado en puntos con Camerún, que también tenía tres empates, pero con un gol más de diferencia quedó segunda en el grupo A, detrás de Polonia. Paolo Rossi fue el centro de todos los reproches al mal juego de su equipo. El goleador no apareció en ninguno de los tres encuentros y se sabía que Bearzot lo había convocado por una crisis de lesiones, luego de que el toscano pasara 18 meses inactivo por una suspensión a causa de un escándalo de apuestas ilegales (el "Tottonero"). La crítica fue tan dura que el entrenador optó por hacer un "Silenzio Stampa": nada de hablar con la prensa, prohibido leer los diarios. Había que prepararse para jugar la segunda liga, que esta vez la integraban solo tres selecciones.


Es que España´82 significó un cambio importante en la dinámica de las Copas del Mundo ya que, como era de esperarse, el cupo de clasificados al torneo empezó a quedar chico en comparación a los países que disputaban eliminatorias. Entonces la FIFA decidió aumentar el número de plazas de 16 –como venía siendo desde Suiza´54– a 24 equipos. Así Europa logró tres lugares más, al tiempo que la CONCACAF (Confederación de América del Norte y Central), África y Asia/Oceanía aumentaron una plaza cada uno. Entretanto, Sudamérica quedó igual (tres plazas) y el país anfitrión y el último campeón terminaban de redondear la cuenta. Los 24 representativos formaron seis grupos de cuatro integrantes, de los cuales los dos primeros pasaban a una segunda liga, conformada por tres equipos. La idea tuvo que ver con el escándalo del 78 provocado en el Argentina-Perú, por lo que esta vez se decidió que los cuatro primeros de cada segunda liga jugasen una semifinal como las de antes. Claro que sumar 14 partidos más a la competición elevó muchísimo las recaudaciones. 66 millones de dólares fue el reembolso que recibió la FIFA por venta de entradas, derechos de televisación y publicidad, contra los magros 18 millones percibidos cuatro años antes.


Ahora bien, por llegar en la cola de los clasificados, a Italia le tocó el “grupo de la muerte” con Argentina y Brasil. Contra los campeones del mundo, Bearzot armó una táctica a la altura del rival. Al tener que marcar a cuatro delanteros, el entrenador dispuso a un defensa de marcas fijas (Cabrini – Bertoni, Collovatti – Díaz, Gentile – Maradona y Tardelli – Kempes) y un líbero tapando huecos (Gaetano Scirea). A su vez, Gabriele Oriali, experimentado volante del Inter, custodiaba la subida de Passarella, acompañado de Antognoni y Conti en el marcaje en zona, quienes, a su vez, escoltaban las proyecciones de los laterales Olguín y Tarantini. Así se disputó el primer tiempo, sin dejarles posibilidad alguna a los argentinos de que pudiesen desplegar su juego. El duelo Gentile – Maradona fue de lo más apasionante. El italiano se había estudiado durante dos días los movimientos del 10, llegando a la conclusión de que la fórmula para frenarlo era no permitir que se girase cuando recibía la pelota. Es cierto que en varias ocasiones debió recurrir a la falta, pero, en todo caso, no fueron golpes malintencionados sino más bien foules tácticos. Lo de Gentile fue una respiración constante en el oído del argentino y cuando Maradona consiguió escapársele, por única vez, ahí estuvo Scirea para enmendar el error.


En el segundo tiempo, Argentina solo amenazó a balón parado (tiro en el palo de Maradona y cabezazo al travesaño de Passarella), en cambio Italia hizo gala de su espectacular contragolpe. Cuando recuperaban el balón era como su un cartucho de tinta azul se esparciese por el campo. Antognoni bajaba corriendo a buscarlo y Tardelli y Collovatti, despegados ya de sus marcas, lo secundaban en la triangulación. Cabrini corría como una liebre por la banda izquierda, Conti por el centro y Oriali por la derecha, en tanto que Graziani y Paolo Rossi picaban también en diagonal hacia el arco de Fillol. Cuando Antognoni recibía, solo tenía que mirar a quien dársela. El resto se hacía solo.







El Brasil – Italia fue realmente emotivo. Brasil también venía de ganarle a Argentina, solo que por 3-1. El mejor ataque y la mejor defensa se personificaron ahora en el duelo Zico – Gentile. Claro que el carioca no era Maradona y, por ende, le ganó varias batallas a su stopper. Brasil había marcado 13 goles en cuatro partidos y había recibido solo 4. No obstante, los tricampeones pagaron cara su mala predisposición al pressing en el comienzo del partido cuando Conti se gambeteó a sí mismo en la banda derecha. Al desinterés de Cerezo y Eder, confundidos por la acción, les siguió Falcao, que persiguió a Oriali en la proyección, dejando libre el panorama del italiano para hacer un cambio de orientación hacia Cabrini. El lateral recibió totalmente desmarcado en la banda izquierda y el rígido 4-3 defensivo de los brasileños se movió en bloque hacia ese sector, al tiempo que Graziani y Paolo Rossi hicieron el movimiento contrario, entrando al área. De esta manera, el centro pasado de Cabrini dio perfectamente en la “Testa di Pablito”, que rompió el maleficio anotando su primer gol en España´82.


Brasil no se quedó atrás; Zico se sacó a dos de encima con un taconazo y metió un pase cruzado para Sócrates, que festejó un golazo mientras Zoff y Scirea se pedían explicaciones con la mirada. Luego vino un robo de Rossi y el 2-1 para Italia. El empate arribó en el minuto 23 del segundo tiempo, tras una extraordinaria finta de Falcao, que dejó a los de Bearzot a contrapié. A la media hora, Rossi marcó el tercero, desviando un remate de Marco Tardelli, y luego Sócrates y Antognoni marcaron un gol cada uno en fuera de juego. La partida se hizo eterna y antes de finalizarla, Dino Zoff, el mejor guardameta de España´82, realizó una parada providencial a un cabezazo de Oscar, que de haber entrado en el arco habría significado el pasaje de Brasil a la semifinal.







Italia volvió a enfrentarse a Polonia luego de casi un mes sin saber qué había sido de la vida de los del Este. Pero esta vez los de Bearzot eran otro equipo y los polacos acusaban la ausencia de su goleador, Zbigniew Boniek. El partido realmente fue un trámite, tanto que Rossi volvió a marcar dos veces más, dándoles la victoria final a los azurri por 2-0. Veintiséis años después, la figura del Mundial expresó sus sensaciones con estas palabras: "Muchos dijeron que los mejores equipos fueron Francia y Brasil, y que nosotros no merecíamos la victoria. Yo contesto simplemente que el equipo más fuerte es el que gana. Nosotros aprovechamos la inyección anímica que fue ganarle al último campeón del mundo y al máximo favorito y ganarles a Polonia y a Alemania fue casi una lógica."*


Pero antes de abordar la final, sería interesante comentar una serie de incidentes que se vivieron en el camino de Alemania hacia la definición del campeonato. Por empezar, en la fase de grupos, donde igualaron en puntos con Argelia y Austria. Allí los dirigidos por Jupp Derwall quedaron primeros por diferencia de gol. Los tres equipos le habían ganado a Chile y a la vez Austria había vencido a Argelia y ésta a Alemania. Por ello, cuando el delantero germano Horst Hrubesch marcó su gol al minuto 10 del partido entre alemanes y austríacos, casualmente el último de ambos equipos, los europeos pasaron a ser primero y segundo del grupo en detrimento de Argelia, que quedó tercera por la ya nombrada diferencia de gol. Con el hecho consumado, los 80 minutos restantes fueron una sumatoria infinita de pases que no disimularon para nada el arreglo, advertido por el público que, indignado, acompañó el encuentro con el grito de "¡Argelia - Argelia!". Pero esto no acabó allí. Algunas personas esperaron a los alemanes en la puerta del hotel Príncipe de Asturias donde se alojaban y les lanzaron huevos, a lo que el arquero Schumacher respondió con el genial acto de "devolverles cosas” desde la ventana de su habitación, varios pisos más arriba. Al cabo de unas horas, la manifestación se marchó por causa de la lluvia y porque en esa misma jornada España enfrentaba a Irlanda del Norte, también en su último partido del grupo (sino la seguían toda la noche, se los aseguro). **


Luego de esto, Alemania, y sobre todo Schumacher, jugó con el público en su contra, más aún después de haber eliminado a España en la segunda ronda. Pero la situación, aunque usted no lo crea, empeoró mucho más cuando los teutones expulsaron a Francia en una semifinal en la que el guardameta golpeó duramente al francés Patrick Battiston. Corría el minuto 62 y el marcador estaba 1-1. El árbitro no sancionó a Schumacher y ni siquiera cobró la falta, luego de que éste dejase inconsciente a su rival. Michel Hidalgo, entrenador del equipo galo, se salió de su banquillo desesperado. El suceso, sumado al incidente con Kuwait durante la fase previa, era un bochorno para les Bleus.*** El partido se reanudó y el empate forzó la prórroga. Francia hizo dos goles más y entonces Derwall sacó del banco a Rumenigge, que condujo a los blancos hacia el empate. Por primera vez hubo que definir una semifinal desde los doce pasos. Stelike falló su penal pero Schumacher, protagonista indiscutido de la noche de Sevilla, atajó dos y le dio la victoria a Alemania.







Para la final basta con decir lo obvio: Italia llegó como favorita y Alemania diezmada por el esfuerzo que le produjo eliminar a los franceses. Esa diferencia se tradujo en el resultado: 3-1. No obstante, el trámite del partido tuvo sus avatares, especialmente en los primeros 45 minutos. Alemania podía estar débil pero seguía siendo un equipazo. Bearzot tomó recaudos y, al prescindir de Antognoni, lesionado ante Polonia, dispuso del jovencísimo Giusseppe Bergomi para perseguir nada menos que a Rumenigge, que por suerte para él arrastraba una lesión. A su vez, Collovatti se quedó con Fisher, en tanto que Gentile ganó de par en par su duelo con el pequeño Littbarski y Scirea siguió siendo el líbero. Esa primera parte fue realmente dura. Hubo mucho nervio y Cabrini malogró un penal antes de acabarla.


En el segundo tiempo Italia dobló físicamentea Alemania y Rossi abrió el marcador con su sexto gol del campeonato, que le dio, en solo tres partidos, la Bota y el Balón de Oro de España´82. El tanto liberó aún más a Gaetano Sciera, encargado de armar el contragolpe para que los italianos volviesen a marcar. La euforia con que Marco Tardelli festejó su segundo gol es recordada como uno de los momentos más emotivos de la historia de este torneo. Altobelli puso el 3-0 y Breitner el 3-1. Al término del encuentro, Italia se consagró tricampeona del mundo, igualando a la selección de Brasil en ese mérito. Alemania, a su vez, inició con aquella final una serie de tres finales consecutivas que acabaron por darle su tercera Copa Mundial en 1990. Luego de los abrazos Dino Zoff ofrendó el trofeo al público del Santiago Bernabeu y los festejos acabaron con la vuelta olímpica de los italianos, una celebración que fue acompañada por la presencia tácita de los todos los equipos participantes que se dejaron la piel en un mundial irrepetible.



CITAS


* Paolo Rossi:El Libro de Oro de los Mundiales / 1930-1998” - redactores varios - ARTE GRÁFICO EDITORIAL ARGENTINO S.A. 1998, Buenos Aires.



ACLARACIONES:


** Antes de jugarse el último partido del grupo E de clasificación para la segunda liga, entre España e Irlanda del Norte, la tabla de posiciones estaba encabezada por la selección local y Yugoslavia (con 3 puntos cada una), seguidas de Irlanda del Norte (2 puntos) y Honduras (1 punto). Por lo tanto, el empate les alcanzaba a los españoles para clasificarse primeros y entrar en el grupo de Francia y Austria en la segunda ronda. Al sentirse prácticamente fuera del torneo, los irlandeses pasaron las horas previas de aquel partido totalmente relajados en la piscina del hotel City de Valencia, con sus esposas e hijos, bebiendo cerveza en cantidades industriales. Pero a la hora del encuentro, el único tanto de Gerry Armstrong clasificó a Irlanda del Norte y dejó segunda a España, que debió integrar ahora su grupo con Alemania e Inglaterra. Veinticinco años después, el autor del gol declaró en un documental para Canal + que ganaron aquel partido “gracias a la cerveza”.



*** El 21 de junio de 1982, en el Estadio José Zorrilla de Valladolid, se produjo uno de los hechos más rocambolescos de la historia de los mundiales en el encuentro disputado entre Francia y la selección de Kuwait. Con el marcador 3-1 a su favor, los galos marcaron su cuarto gol al promediar la segunda parte por intermedio de Alain Giresse. Pero, inesperadamente, el gol fue anulado ¿La causa?: La protesta de Fahid, hermano del Emir de Kuwait, Jaber Al-Ahmad Al-Sabah. Fahid hizo señas al entrenador de Kuwait inmediatamente después del gol para que retirase a sus hombres del campo ya que desde el palco se había escuchado un silbato que, según su opinión, había distraído a los jugadores de su país. Y es cierto, mientras Giresse se dirigía hacia el arco de los asiáticos, se ve una pequeña confusión en el terreno y al colegiado haciendo señas de: ¡Siga – Siga! El partido se paró cuando el propio Fahid bajó de su palco para amenazar al juez en persona, quién, atemorizado ¡anuló el gol de Giresse! Súbitamente, el técnico francés, Michel Hidalgo, salió de su banquillo a pedir explicaciones. La guardia civil española, que no se había animado a impedir el ingreso del hermano del Emir al terreno de juego, expulsó de mala manera al entrenador francés y acompañó amablemente a Fahid hasta su asiento. Un bochorno.




El Futbolólogo