-1974-

Un Mundial con dos Campeones




Alemania´74 será recordado como uno de los mundiales más estéticos de toda la historia. Y digo esto por una cuestión sencilla: solo basta con ver una imagen de esos jugadores vestidos a la moda de Adidas, disputando la pecosa Telstar* con sus largas melenas y menudas patillas, para asegurarnos de que estamos ante la inconfundible competición de los setenta. Y qué decir si uno repara en el fútbol estético de Beckenbauer, de Cruyff, de los polacos Lato y Deyna… ¡Qué manera de jugar! ¡Qué elegancia! ¡Con qué velocidad! Sobre todo los dos primeros. Pienso que si existiese un árbol genealógico del fútbol, el “Tulipán de Oro” y el “Káiser” continuarían la línea filogenética de Di Stéfano y Pelé, como herederos del juego innovador de uno y de la estirpe ganadora del otro. Entre los dos se repartieron la década y, no por nada, 1974 fue también el año en el que el Bayern de Beckenbauer cortó la racha del tricampeonato europeo conseguido por el Ajax de Cruyff (1971/72/73), casi como un preaviso, 52 días antes, de lo que acontecería en la final del Mundial.


Ya hemos hablado en otra oportunidad de lo que significó el fútbol holandés en los primeros años de la década. Si han leído: “Willem y el Johan, príncipes holandeses del balón”, recordarán que entonces quedó pendiente el tema de La Naranja Mecánica, la selección de aquel país. Tácticamente creo que fue el equipo más revolucionario y rebelde de los últimos cuarenta años, innegable inspirador de grandes como el Milan de Arrigo Sacchi, Gullit y Van Basten, o de este Barcelona de Guardiola y Messi, por citar algunos ejemplos. Holanda fue un compendio estratégico, armado magistralmente por Rinus Michels, su entrenador, y ejecutado por eximios futbolistas como Cruyff, Van Hanegem, Neeskens, Krol, Rep o Rensembrinck, quienes, estimulados por la convicción en la idea de que solo ensayando la táctica hasta el hartazgo lograrían los automatismos necesarios para poner en funcionamiento semejante estructura de juego, llegaron a Alemania en su mejor forma.


Ahondar en el tema sobre “¿Quién fue el inventor del Fútbol Total?" es entrar en la eterna discusión de quién está primero: si el Huevo o la Gallina. Es cierto que las revoluciones tácticas se les atribuyen siempre a los entrenadores y que, en este caso, Michels sentía atracción por los grandes equipos como el Wunderteam o los Mágicos Magiares (Ver: 1950/1954: La Punta de Lanza no gana Mundiales). Pero también es cierto que cuando el viejo delantero del Ajax se hizo cargo de sus entrenamientos, allá por 1965, ya hacía un año que jugaba Cruyff, el chico del fuego sagrado. Y como pasa con los habilidosos, con esos que son distintos, muchas veces, para ganar, se deben armar los equipos alrededor de ellos.


Cruyff era un jugador infinitamente rebelde, imposible de ajustar a un puesto fijo. Por lo tanto, hubo que desajustar los otros puestos para que él pudiese correr a sus anchas. Su eje de acción era el área y de ahí hacia cualquier parte. Y cuando Cruyff se iba, por ejemplo, al centro del campo a armar una jugada, el mediocampista que ocupaba ese lugar se iba a la defensa, el defensor pasaba al ataque y otro delantero o un volante entraba en el área. Así jugaba el Ajax a finales de los 60 e inicios de los 70, con un 4-4-2 como partitura inicial en donde cada jugador cambiaba de posiciones, alternativamente. Luego, cuando el sistema se trasladó a la selección, con el arribo de nuevos elementos como Rijsbergen, Jansen y van Hanegem, los tres del Feyenoord, o Rensenbrinck, del RSC Anderlech, comenzaron a ser los otros los que iniciaban las rotaciones. Entonces la estructura pasó de un 4-4-2 a un 3-2-2-3 (o W-M) hasta que el equipo funcionó como un reloj. El ajuste llegó a su punto máximo precisamente en la final del Mundial, donde los de Michels marcaron un gol antológico. Cruyff sacó desde el centro del campo para van Hanegem y luego de 16 pases, Holanda ya tenía a sus 11 jugadores en el campo rival. El capitán nº 14, supuestamente el centrodelantero del equipo, recibió como último hombre en la mitad de la cancha y desde ahí encaró hacia el arco, siendo derribado en el área alemana por Uli Hoennes. Neeskens pateó su penal a quemarropa y los naranja se pusieron 1-0. Iba minuto y medio del partido. Un paseo.



Es cierto que hemos comenzado por el final. Pero quédese tranquilo porque hay más. Por empezar, los zagueros. Se dijo anteriormente que Holanda se paraba con una W-M y que, por ende, defendía con tres: Suurbier, Rijsbergen y Krol. La pareja de laterales del Ajax y el centre-back (policía) del Feyenoord hacían un movimiento de rotación pendular, es decir, que cuando Suurbier se proyectaba por la derecha, Rijsbergen se cambiaba hacia ese lugar y Krol hacia el centro. Lo mismo si Krol atacaba por la banda izquierda, allí iba el joven rubiecito y detrás de él seguía Suurbier, como segundo relevo. Ahora bien: ¿quién ocupaba los laterales que quedaban vacíos? Uno de los dos pivotes del centrocampo: o Arie Haan o Wim Jansen. El de Ajax y el de Feyenoord, respectivamente, también tenían sus rotaciones entre sí: cuando Haan bajaba, Jansen se instalaba en la posición de volante central, sin cruzar la línea media, y viceversa. Pero cuando los cinco hombres recuperaban sus puestos, uno de los dos, inclusive, podía liberarse como un centrocampista de ataque. ¿Y que hay del arquero? Jongbloed es un caso aparte. El del FC Ámsterdam no figuraba en los planes iniciales del entrenador, ya que el titular era Jan Van Beveren, del PSV Eindhoven. Pero pocos días antes, Van Beveren sufrió una lesión que lo incapacitó por seis meses. El segundo guardameta era Piet Schirjivers, del FC Twente, y el tercero Eddy Treytel del Feyenoord. Pero “sorpresivamente” quedó con la titularidad Jongbloed, de 33 años, quién tenía como única carta de presentación el haber disputado un solo partido completo contra Argentina. ¿La razón? Muy sencilla: Jongbloed jugaba excepcionalmente con los pies y muy a menudo actuaba como un defensor más (recordar: Holanda defendía con 3). De este arquero se supo también que sufría de miopía, que usaba lentes de contacto durante los partidos y que ¡no le gustaba ponerse los guantes!**. Igualmente para él, el equipo ayudaba bastante. Incluso hasta aquella final, jugada en Munich, Jongbloed recibió un solo gol en contra de su compañero Ruud Krol.

Por lo expuesto aquí, queda claro que si en algo creía Michels era en aquello de que: "La mejor defensa siempre es un buen ataque" y por ello Holanda presionaba con siete de sus hombres (o más) en la línea alta, asfixiando a los contrarios durante los 90 minutos. A su vez, Rijsbergen hacía excelentemente su trabajo de policía, custodiando la última línea y dando el grito un segundo antes de que partiera el pase, cuando el adversario amenazaba con un contragolpe, para que todos adelantaran su posición. Lo más loco del caso era que la jugada no solamente inutilizaba a los rivales, que quedaban automáticamente en off-side, sino que, como agregado ¡todo el equipo iba a la vez por la pelota! La primera víctima de semejante ingenio colectivo fue nada menos que la selección uruguaya, la cual salió ilesa en el debut de La Naranja con un 0-2 en contra que tranquilamente podría haber sido una goleada.




¿Y que hay de Alemania? El equipo del exitoso Helmut Schöen, en su tercer mundial como entrenador, venía nada menos que de ganar la Eurocopa del 72 jugada en Bélgica. La base del mismo la constituían, en su mayoría, los jugadores del Bayern de Múnich y del Borussia Mönchengladbach. Del primer equipo cinco eran titulares: Maier, Beckenbauer, Schwarzenbeck, Breitner, Hoeneß y Müller, mientras que del segundo quedaron solo tres: Berti Vogts, Rainer Bonhof y Hebert Wimmer. Asimismo, Günter Netzer, el joven Balón de Plata de 1972 –igualado en votos con Müller–, que era indiscutido en el Real Madrid, en la selección debió ser suplente de Overart, el experimentado mediocampista del FC Köln que con esta de Alemania sumaba su tercera Copa. La lista de los que contaron más minutos en campo se completaba con Bernhard Cullmann, también del FC Köln, Dieter Herzog, del Fortuna Düsseldorf, y con la pareja de extremos Jürgen Grabowski y Bernd Hölzenbein, del Eintracht Frankfurt.


Pero mientras Holanda seguía desplumando rivales en su grupo (un sorpresivo 0-0 contra Suecia fue seguido del 4-1 a Bulgaria), los anfitriones quedaron segundos en el suyo. A las victorias por 1-0 sobre Chile y 3-0 sobre Australia le sobrevino una derrota contra sus colegas del este, la República Democrática de Alemania***. Los vecinos de Beckenbauer marcaron el único gol de la contienda y, al finalizar la misma, algunas voces aseveraron que los de Schöen, como ya estaban clasificados, jugaron mal para no tener que cruzarse con Holanda. La verdad que tengo mis dudas de que esto sea cierto, por lo menos por lo que se vio durante el trámite del partido. Aunque, lo que sí puedo asegurarles es que, después de la derrota de su equipo, Beckenbauer armó un lío bárbaro en el vestuario.




La única derrota del equipo de Schöen suscitó una alarmante situación. Según el periodista Raimund Hinko: “Después de perder por 1-0 ante la RDA, Franz Beckenbauer y Gerd Müller prácticamente organizaron un motín y asumieron la toma de decisiones desautorizando al propio seleccionador. Helmut Schöen ya no era el técnico (...) Y hay que decir que después las cosas fueron mejor así”****. Por empezar, los dos líderes rearmaron el equipo. Los cinco del Bayern no se tocaron, ni tampoco los veteranos de México´70: Berti Vogts, Wolfgang Overarth y Jürgen Grabowski. De los jóvenes del Borussia solo quedó Bonhoff y entre Kapellman y Herzog alternaron partidos hasta que finalmente Holzembain se hizo con el puesto de mediapunta derecha. Por último, el Káiser se ubicó a sí mismo en la posición de líbero ofensivo, desde donde dirigió al equipo durante toda la segunda fase de grupos.


Sí, porque luego de veinte años de jugar a eliminación directa, la FIFA introdujo para el Mundial de Alemania su cuarto cambio en las reglas de la competición. Esta vez, cada primero y segundo clasificado de los distintos grupos pasaba a jugar una segunda liga, también de cuatro integrantes, y de ahí el que obtenía más puntos jugaba la final. En el grupo de Holanda, La Naranja se encargó de enterrar vivas las ilusiones de Argentina (0-4), Alemania del Este (0-2) y Brasil (0-2), mientras que los germanos del Oeste vencieron a Yugoslavia por 2-0, a Suecia por 4-2 (única goleada de los teutones) y a Polonia por 1-0 en la otra liga. En ambos casos se dio una especie de “semifinal”, dado que tanto el Holanda-Brasil como el Alemania-Polonia enfrentó a dos equipos con la misma cantidad de puntos (4). Pero mientras los anfitriones ganaron con lo justo en un campo totalmente embarrado, donde incluso la pelota no corría bien, Holanda jugó el mejor partido del torneo contra el último campeón del mundo. Aquella noche los conducidos por Michels sacaron a relucir su juego abierto característico, movido a diestra por el poeta van Hanegem, quien a punta de botín se encargó de habilitar a los laterales y a los wines para que centraran al área. Brasil se equivocó muchísimo ante la ausencia de un centrodelantero fijo que sirviese de referencia para sus zagueros, circunstancia que desesperó al líbero del equipo, Luiz Pereyra, que acabó perdiendo los estribos.



Nada se dijo hasta aquí de Polonia, que acabó tercera luego de vencer a Brasil por 1-0 en la "final consuelo". El rápido wing derecho Lato fue el goleador del torneo, con 7 marcas, y compartió uno de los tres lugares con sus compañeros Tomaszewski y Deyna en el Equipo Ideal Alemania´74. Aquel fue el inicio de una etapa gloriosa del fútbol polaco –sobre la cual me comprometo a escribir en un futuro próximo– que arrancó con la medalla de oro en los JJ.OO. de Múnich´72 y terminó con otro tercer puesto en el mundial de España.


Mientras tanto, en la final, luego del gol de Neeskens los naranja se comportaron como esos criminales que no saben qué hacer con el cuerpo de la víctima. Van Hanegem, y por extensión los del Feyenoord, quería golear a sus rivales mientras que el resto prefería tener la pelota y, por qué no decirlo, jugar un poco con ellos. Cruyff pidió calma pero nadie le hizo caso. Como testigo de lo acontecido aquel 7 de julio en el estadio Olímpico de Múnich, Héctor Onesime escribió para la revista el Gráfico: “Llego a pensar que ese gol le hizo mal a Holanda. Porque se olvida de su ritmo para tratar de imponer otro. Nada del "fútbol total" con que nos asombró en este Mundial. Ahora, cadencia, toque y toque, para atrás y para los costados, sin aceleración y sin profundidad. Quiere imponer lo que acaso domine menos. Vamos a tenerla, supongo que se habrán dicho los holandeses (...) El público silba, los "naranjas" no se preocupan. Pero poco a poco va llegando el vértigo alemán, ese que destruye, que pisa, que desborda...”*****


Alemania fue a lo suyo y antes de acabar el primer tiempo ya habían dado vuelta el partido. Breitner marcó el empate de penal y Müller puso el gol de la victoria. Era su último partido con la selección y había anotado 14 entre México´70 y Alemania´74, una marca que duró treinta y dos años hasta que Ronaldo la rompió en el Mundial-2006. En el segundo tiempo Cruyff fue anulado por Vogts, que lo persiguió por toda la cancha, y sin él Holanda no pudo resucitar. Las pocas pelotas que llegaron al área fueron quemadas por jugadores que no sabían definir. Maier se agrandó en el arco y el Káiser se encargó, él solito, de tirar desde el fondo la línea de sus hombres hacia el campo rival. Los de Michels no estaban acostumbrados a prestar el balón y mucho menos a retroceder. Alemania ganó por mérito de Beckenbauer, que lo merecía desde la nefasta final del 66 y por aquella inolvidable prórroga ante Italia, por la semi de México´70, en la que acabó jugando con un brazo roto. Luego de veinte años, como sucediera en Suiza, su país vencía otra vez al mejor equipo del torneo. Cruyff, como capitán de Holanda, fue premiado con el Balón de Oro a finales del 74, un año inolvidable donde el Mundial fue ganado por dos equipos.






ACLARACIONES:


* El modelo Telstar fue creado para el Mundial de México´70 y se siguió usando en Alemania´74. Era un balón muy adecuado para las transmisiones televisivas ya que combinaba figuras de cuero hexagonales blancas con pentágonos negros. De ahí que recibió también el nombre de “La Pecosa”. La pelota daba la posibilidad de reconocer los distintos efectos en el golpe, sobre todo en los balones aéreos. En Argentina´78 fue sustituida por la “Tango”, también de la marca Adidas.


** El arquero Jongbloed dijo alguna vez que no usaba guantes porque “le gustaba sentir la pelota”. Igualmente, para un arquero del montón, bastante con haber jugado 24 partidos como internacional holandés, recibiendo solo 10 goles, sin guantes y con lentes de contacto ¿no?


*** Luego de la Segunda Guerra Mundial, Alemania fue divida en dos Repúblicas: la Federal Alemana (DFR), bajo la influencia de Washington, y la Democrática Alemana (DDR), bajo la influencia de Moscú. En Alemania´74, por primera y única vez, se enfrentaron sus seleccionados en una competencia oficial.



CITAS:


**** Raimund Hinko, "Duelos de Oro: Cruyff vs Beckenbauer", Diario Marca, Madrid 2006.


***** Héctor Onesime, “La copa del mundo se llenó de Cerveza”, Revista El Gráfico, Edición 2857, 9 de julio de 1974.




El Futbolólogo