Pelé y Maradona
… SOLO ELLOS DOS
-segunda parte-


Pelé fue el mejor. Maradona fue el mejor. Pelé era un gran músculo fibroso capaz de doblarse hasta límites increíbles y volver a su posición normal con la belleza y la elegancia que su cuerpo moreno regalaba en cada movimiento. Diego era un músculo compacto con imagen de roca indestructible, que sin avisar escapaba de ese metro sesenta y seis y tomaba mil formas futbolísticas a partir de su gambeta e ingenio.
Pelé era el mejor. Cabeceaba con una precisión y violencia propias de un especialista, que no era. Saltaba como nadie. Anticipó en tiempo y sorpresa, y en un rectángulo mucho más grande, a otro monstruo del deporte: Michael Jordan. Quien hoy ve “quedar” suspendido en el aire a Jordan y se admira con razón, es que nunca vio a Pelé sostenerse en la nada y hasta girar con la pelota pegada al pecho.
Pelé era un equipo dentro del equipo, porque podía ganar él solo un partido. Pero era el eje del equipo y el más solidario, porque se convertía en una rueda de auxilio de cualquiera. Lo empujaban su exultante físico y su capacidad aeróbica fuera de lo común. Lanzado desde mitad de cancha y decidido a gambetear, era imparable. Lo hacía con todo el cuerpo y dejando que la pelota rodara sin tocarla. Le bastaba mirar a los ojos a sus rivales para hipnotizarlos. Sus dos perfiles en el pie derecho lo hacían tocar la pelota con un efecto llamativo. Le pegaba muy fuerte con derecha e izquierda. Era completo.
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Maradona era el mejor. Jugó siempre con un solo pie y se sostuvo en una sola pierna: la zurda. Ese “defecto” en lugar de condicionarlo lo elevó mucho más. Era el doble que los demás y se la jugaba con la mitad. Y agudizaba su ingenio. Como cuando utilizaba la rabona al desbordar por derecha y quedaba obligado a meter el centro desde ahí. No hay derecha. No importa, si la zurda, que es la que sabe todo, también puede cruzarse detrás de la de palo. Como en la asistencia a Ramón Díaz ante Suiza, en Córdoba, en un amistoso un 16 de diciembre del 80.
También Diego era un equipo dentro del equipo. Podía ganar un partido él solo. Pero siempre se entregó abiertamente a favor de los otros diez en cada partido. Diego era una gambeta continua, una pluma con varios filos que dibujaba trazos finos y gruesos a pura velocidad y sin margen de error. También ese pie zurdo enviaba encomiendas a cualquier distancia y sin riesgo para el destinatario. Pocos jugadores tuvieron ese tercer ojo en la nuca para tocar sin mirar pero sabiendo que alguien aparecería. Diego tuvo un tercer ojo conectado a “dos” cerebros y alimentado por un corazón de tres cuerpos. Todo en él era privilegiado.
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Pelé era el mejor. Jugó con los mejores para su equipo, en el Santos y en la selección brasileña, algo que para muchos lo favoreció en una supuesta carrera comparativa con Maradona, si se pudieran superponer las épocas. Pero si es verdad que el Negro estuvo rodeado de estrellas y entre ellas fue el mejor, también debió enfrentar a los más grandes, esos que son irrepetibles. Contemporáneos de él fueron Bobby Charlton y Bobby Moore, los alemanes Schnellinger y Beckenbauer, el italiano Facchetti. Jugadores de otro nivel y en muchos casos, marcadores implacables en su perfección.
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Maradona fue el mejor. Jugó en una época donde su estrella brillaba infinitamente más que cualquier otra de cualquier nacionalidad. Pero Diego debió intentar lo suyo siempre de "visitante" y en inferioridad de condiciones. Y prevaleció. Salió de un equipo chico y lo puso en la pelea con los grandes. Y dejó un residuo que hasta llevó a Argentinos Juniors a jugar una final intercontinental con la mismísima Juventus. Llegó como inmigrante futbolístico a España y brilló jugando, viajó en esa condición a Italia y jugó brillando. Hasta le hizo ganar títulos a un equipo condenado a bajar la vista históricamente por estar muy al Sur, el Nápoli. Nunca recibió más protección que su propia valentía dentro de una cancha, la gran convicción en su juego y su predestinación.
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Pelé fue el mejor. Y como tal lo buscaron siempre para cazarlo. Tras su aparición fulminante en Suecia no pudo completar el Mundial 62 por lesión. En el 66, en Inglaterra, hubo una silenciosa conjura europea para sacarlo del medio. Los lujosos húngaros y los habilidosos portugueses lo golpearon hasta quebrarle la ilusión. Especialmente los compañeros de Eusebio, en ese cuádruple fusilamiento que terminó descargando la artillería sobre el muslo derecho. El orgullo de Pelé lo dejó dentro de la cancha, pero herido de muerte. Cuando en México 70 hubo jueces justos, Pelé deslumbró. Gambeteó más que nadie, hizo genialidades y goles sin que nadie abusara de la impunidad del golpe o el freno antirreglamentario.
Maradona fue el mejor. Ya lo era en el 82, con apenas (21) años, y no extrañó la consigna con que salió a marcarlo el italiano Gentile, que lo golpeó, lo empujó, lo conversó y le pulverizó las fuerzas ante la pasiva complicidad del árbitro. Otro hombre de luto expulsó a Maradona contra Brasil, en ese Mundial, por reaccionar, refrendando la mayor injusticia del fútbol con los creadores. Algo de todos los tiempos. Pero cuando en México 86 los jueces fueron justos, Diego cautivó a todos y repatentó la magia. La “apilada” pasó a llamarse Maradona, por esa jugada ante los ingleses. Diego no tuvo frenos ni hubo asociaciones –futbolísticas- ilícitas para romper su juego antirreglamentariamente.

Pelé y Maradona fueron distintos técnicamente. Podrían haber jugado juntos. A pesar de que en el mundo aún hoy, se pretenda establecer una comparativa búsqueda de cuál fue el mejor. Los dos lo fueron. Cuando en la Argentina no se acostumbraba andar con camisetas de fútbol como remeras de paseo, en los años 70, los únicos de avanzada que se veían llevaban la verde-amarilla con el 10 en la espalda. Diego fue admirado en Brasil como Pelé lo fue acá. Hoy un moreno aparece en el Maracaná con la camiseta argentina con el número 10, en el Brasil – Argentina del (…) 29 de abril y nadie se sorprende.
Es vendedor jugar con la pregunta sobre cuál fue el mejor. Es propio del fútbol comparar y pontificar sobre cuál fue el mejor. En cualquier lugar del mundo una discusión de fútbol empieza y termina igual. Pelé fue el mejor. Maradona fue el mejor. Tienen razón. Los dos tienen razón.
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Extraído de los textos "Ellos dos. Solo ellos dos" de Jorge Goötting y "El Mejor y el Mejor" de Julio Marini, publicados para El Libro de Oro de los Mundiales, Diario Clarín, Buenos Aires-1998, adaptados para este blog.
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El futbolólogo