Óscar Córdoba
EL ADIOS A UN GRANDE


Para finales de este año Óscar Eduardo Córdoba abandonará las mallas, dejando tras de sí un legado de títulos que lo coloca entre los grandes guardametas latinoamericanos. Por él los hinchas de Nacional, Deportivo Cali, Millonarios, Once Caldas, América de Cali, Boca Juniors, Perugia, Beşiktaş y Antalyaspor se juntarán en un abrazo eterno para rendirle un merecido homenaje.
Este notable arquero nació en Cali el 3 de febrero de 1970 y a los quince años ya formaba parte del equipo pre-juvenil que disputó en Buenos Aires el Campeonato Sudamericano de 1985. A las órdenes del seleccionador Ricardo Laguay, quién lo había visto atajando en la selección Valle de su región natal, fue titular del equipo que llegó a semifinales en dicha competición y del que participó de los Juegos Bolivarianos de Cuenca (Ecuador). Tres años más tarde, debutó en primera división con el Atlético Nacional de Medellín, club donde atajaba el extraordinario René Higuita. Al lado de "El Loco" se divirtió aprendiendo los secretos del arco y, si bien era demasiado joven como para pelearle el puesto, sumó experiencia a una temprana edad.
En 1989 Nacional lo vendió al Deportivo Cali, justo cuando los medellinenses habían ingresado en la Copa Libertadores -la cual ganarían en mayo de ese año-. Bajo las órdenes del yugoslavo Popovic jugó bastante poco, por lo cual el club le ofreció la posibilidad de irse a préstamo a Deportes Quindío. Óscar sabía que en una institución más pequeña sus oportunidades de jugar serían mayores, por lo tanto accedió a la propuesta. Gracias a su regularidad en el nuevo club, lo convocaron de la selección para participar en el Mundial Sub-20 Arabia Saudita´89. Una vez allí, el equipo cafetero hizo grupo con Unión Soviética, Costa Rica y Siria. Pero solo la primera obtuvo con comodidad el pasaje a la segunda ronda, en tanto que los sudamericanos clasificaron raspando tras empatar en puntos con sus otros dos adversarios, pero llegando con un gol más a favor que Siria, que finalmente quedó tercera. Ya en cuartos, Portugal eliminó a Colombia con el único gol de Fernando Couto en la que fuese la mejor presentación del guardameta y sus compañeros. Igualmente para el caleño, la competición le dejaba un amigo llamado Jorge Bermúdez, posterior compañero suyo en el América de Cali y en Boca Juniors. Así y todo, llegados los noventa Óscar Córdoba seguía siendo un arquero joven que pasaba de un club a otro durando una temporada sola. Del Quindío se fue al Millonarios y del Millonarios al Once Caldas, hasta que por fin, luego de tres años de idas y venidas, regresó a su Cali natal, donde su carrera cambió rotundamente. Por empezar, siendo titular del América se convirtió en internacional de la selección protagonista de aquel recordado 5 de septiembre del 93, día en que los dirigidos por "Pancho" Maturana golearon a Argentina 5-0 en el estadio Monumental de Núñez. La victoria fue histórica por múltiples razones: primero, porque a través de ella Colombia se clasificó directamente al Mundial USA ´94, enviando a Argentina al repechaje; segundo, porque el equipo de Alfio Basile venía de ser el campeón de América en Chile´91 y México´93; tercero, porque jamás un rival, en toda la historia de la selección albiceleste, le había encajado 5 goles en su propia casa (y menos aún por eliminatorias); por último, porque nunca más una selección colombiana volvió a jugar de manera tan fenomenal. El propio Córdoba, fundamental en aquella jornada sublime, la recordó con una humildad propia de los grandes hombres.



Colombia alineó a su equipo con el nombrado Córdoba; Herrera, Luís Perea, Mendoza y Wilson Pérez; Leonel Álvarez, “Barrabás” Gómez, Carlos Valderrama y Freddy Rincón; Faustino Asprilla y Adolfo “El Tren” Valencia. Luego de la victoria, los seleccionados de Maturana tuvieron que salir a saludar dos veces al campo a los mismos espectadores que los habían abucheado en el comienzo del partido, quiénes, a modo de teatro, querían despidirse de sus artistas. El equipo argentino ya se había ido, sumido en la vergüenza, sin tiempo para intercambiar camisetas. La imágen de los once "amarillos" con los brazos en alto, ante 70.000 espectadores que aplaudían de pie en las gradas del Estadio Monumental, es un recuerdo imborrable. A continuación, un video homenaje para recordar a estos héroes.



Aquella victoria subió a los colombianos a una montaña rusa de la cual se cayeron estrepitosamente un año más tarde. Una vez en el mundial, la selección tricolor sufrió una derrota por 3-1 en su presentación frente a Rumania y luego volvió a perder frente a Estados Unidos con un autogol del zaguero Andrés Escobar. La única victoria, frente a Suiza (2-0), no alcanzó para desarmar las valijas y para colmo de males, el propio Escobar encontró la muerte saliendo de una disco una vez regresado a su patria. El dolor de Córdoba, de sus compañeros y de todo el pueblo colombiano recién pudo calmarse un poco cuando el América obtuvo el pase a la final, por cuarta vez en su historia, en la Copa Libertadores 1996. El "eterno subcampeón", como le decían en Argentina, tenía en sus manos la oportunidad de tomarse revancha de lo sucedido en el 86, cuando el River de Veira y de Juan Gilberto Funes se había quedado con el torneo en su propia casa. El 19 de junio -una década más tarde- “Los Diablos Rojos” vencieron en Cali a River por 1-0 con gol de Anthony de Ávila, único sobreviviente de la "vieja final". Pero una semana después, el viernes 26 de junio, se encontraron con dos goles de Hernán Crespo que obligaron a cederle otra vez el título a los de River. Aquella noche del Monumental, el América salió a la cancha con Óscar Córdoba en el arco; Carlos Asprilla, Jorge Bermúdez, Dinas y Mazziri; Wilmer Cabrera, Oviedo, Berti y Escobar; “Ferry” Zambrano y Anthony de Ávila. Un equipo memorable, que estuvo a un paso de lograr la hazaña.

A finales del año siguiente, Óscar Eduardo Córdoba fue transferido al Boca Juniors de Argentina. Con él se unió su inseparable amigo Jorge Bermúdez (previo paso por el Benfica portugués) y al poquito tiempo otro colombiano, Mauricio “El Chicho” Serna. Aquel “Boca de Bianchi” o “Boca de los colombianos” fue realmente una aplanadora. Juntos los tres, ganaron el campeonato Apertura 98 y el Clausura 99, siendo el primero de ellos aquel donde Óscar consiguió conquistar a "La 12", luego de pararle un penal al "Muñeco" Gallardo la tarde de su primer Superclásico frente a River. (Video: http://www.youtube.com/watch?v=JAPRzk_v2y0) Ya en el nuevo milenio, el equipo auriazul acompañó la obtención del campeonato local (Apertura 2000) con otro título de excepción: la Copa Libertadores de América. En la definición, los xeneixes vencieron al Palmeiras de Brasil en los penales, nada más y nada menos que con dos fenomenales atajadas del guardameta, seguidas de la conversión de Bermúdez, obteniendo así aquel título que se les negara a ambos cuatro años antes.

El 28 de noviembre de 2000, Boca se consagró campeón Intercontinental tras vencer al Real Madrid por 2-1 en el Estadio Nacional de Tokio. Córdoba no podía pedir más. (Video: http://www.youtube.com/watch?v=h5gYLCXFjT8) Al año entrante, el club cedió la obtención del torneo local a San Lorenzo (ganador del clausura 2000/2001) y a Racing Club (ganador del Apertura 2001/2002), pero sin renunciar a la Libertadores. En la defensa del título, los de Bianchi otra vez llegaron a la final y de nuevo ganaron por los penales, en otra afortunada noche de Óscar, que dejó mudos a los mexicanos del Cruz Azul. (Video: http://www.youtube.com/watch?v=jtfWU6NtHow&feature=player_embedded#) Boca volvió a Japón para disputar la Copa Intercontinental, pero esta vez el Bayern de Munich marcó el único gol del encuentro. (Video: http://www.youtube.com/watch?v=g3txY4B7MPg) No obstante, el año se cerraba para él con el título deportivo más que importante de su carrera: la obtención de la Copa América para Colombia, por primera vez en su historia y frente a su gente. La vuelta de Pancho Maturana a la selección no pudo ser mejor. El combinado local aplastó a sus rivales, venciendo por 2-0 a Venezuela, 1-0 a Ecuador, 2-0 a Chile, 3-0 a Perú (en cuartos), 2-0 a Honduras (en semifinales) y 1-0 a México en la final del estadio El Capín de Bogotá. El gol llegó en el segundo tiempo, tras una falta lanzada por Iván López desde la derecha, directamente hacia su tocayo, Iván Ramiro Córdoba, quién anotó con un extraordinario cabezazo. Puntaje ideal y valla invicta para los colombianos. Otra vez Óscar entraba en la historia grande del fútbol de su tierra.

A finales de 2001, Córdoba fue catalogado por el IFFHS como el segundo mejor arquero del mundo, detrás del germano Oliver Kahn (del Bayern de Munich) y superando en votos a bestias de la talla de Gianluiggi Buffon (Italia) y Fabien Barthez (Francia). Sin embargo, nunca pudo rendir en Europa con el nivel que consiguiera hacerlo en sus anteriores equipos. Vendido al Perugia de Italia en 2002, nunca logró adaptarse y al cabo de un semestre ya se había ido al Beşiktaş de Turquía. En Estambul, ciudad marítima, como su añorada Cali, atajó durante cuatro temporadas hasta que se produjo su traspaso al Antalyaspor del mismo país. Luego de custodiar la valla para ese equipo durante el período 2006/2007, Óscar Córdoba anunció su retiro, aduciendo a la fatiga que le generaban las concentraciones y las pretemporadas y a la no resolución de un ofrecimiento para jugar en la MLS de los Estados Unidos. Pero lo que parecía el final de una carrera en el exilio de la lejana Europa, pronto se resolvió con un regreso a su querida Cali tras la oferta realizada por el Deportivo, a la cual accedió inmediatamente. Con 37 años se unió a "Los azucareros" para reivindicarse de las dos malas temporadas jugadas durante los años 89 y 90. No obstante, solo estuvo un semestre allí y en julio de 2008 se vinculó al Millonarios, otro viejo conocido. Desde ahí anunció su retiro para finales de este año, haciendo las siguientes declaraciones para el Diario deportivo Ole, el pasado 5 de noviembre de 2009: "En un año he tenido muchas lesiones y el problema de la espalda ya es crónico, entonces esta temporada es la última, no le veo otro desenlace a esto, no tengo más que hacer". En la actualidad, "Los embajadores" no atraviesan un buen momento y luchan por ingresar en la semifinal del campeonato: "Si Millonarios avanza, sería una excelente manera de despedirme", dijo el arquero para el mismo medio. Realmente sería un milagro que los "azules" se queden con la copa. En todo caso, nadie mejor que Óscar para echar una mano, que de copas sabe bastante.


El Futbolólogo
Especial Lionel Messi
EL HIJO PRÓDIGO DE LA ARGENTINA


Para quien escribe, esta columna es un tanto especial ya que no trata de llegar al lector desde la palabra escrita sino desde las imágenes de un documental. Dichas imágenes pertenecen al programa Informe Robinson, emitido por la cadena televisiva Canal+ hace ya aproximadamente un año. La idea de publicarlo es una forma de reconocer también el buen trabajo de otros, ayudando a que éste sea difundido.

La historia que sigue a continuación es la historia de Lionel Messi, desde sus orígenes rosarinos hasta su debut en el primer equipo del FC Barcelona. La misma permite mostrar la verdadera patria de Leo: su familia y la pelota. Desde los tiempos de la abuela Celia, del potrero de Grandoli, hasta su llegada a la ciudad condal, Messi honró sus orígenes argentinos tanto como agradeció la mano de los catalanes con una buena ofrenda de títulos. Pero la razón primordial que motivó a esta columna a ser como lo es hoy, es la de dar una mano a aquellas personas que creen que Messi aún no se ha comprometido lo suficiente con su selección. Por el hecho de vivir en la misma ciudad que él –Barcelona- y por ser su compatriota, puedo decir que entiendo bastante mejor la realidad de Messi de lo que muchos periodistas cualificados que lo cuestionan llegarían a entenderla. Compromiso no tiene por qué ser igual a rendimiento o a resultados. Por eso, reitero, creo que estas imágenes poseen el doble mérito de explicar con testimonios de personas cercanas a él las verdaderas razones que lo obligaron a tener que marcharse de su país a muy temprana edad -razones que, además, le impidieron ser identificado con clubes como Newell´s de Rosario o River Plate, como a él le hubiera gustado-, al tiempo que también muestran la historia de una familia, de las tantas que hay en la Argentina, que lucha por cumplir el sueño de uno de sus hijos. Entre los tres videos suman un total de 25 minutos. Ojala los tengan para conocer un poco más de la vida de Lionel Messi.


En la actualidad, el FC Barcelona es el máximo candidato a ganar el Mundial de Clubes y su adalid, Lionel Messi, la mayor promesa a obtener el Balón de Oro 2009. Dios mediante, si estos hechos se consuman el argentino no dudará en dirigir sus metas hacia el próximo Mundial Sudáfrica 2010. Junio será el mes del regreso del hijo pródigo y los que nunca dudamos de él festejaremos juntos con los brazos abiertos.



Bonus Track (solo para fanáticos)
Messi a los cinco

Primer reportaje en el FC Barcelona


Mundial sub-20 Holanda 2005


Lionel Messi 2009


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El Futbolólogo

Beckenbauer vs Passarella
DUELO DE KÁISERES
-última parte-


A diferencia de Beckenbauer, Passarella conoció la gloria en su debut mundialista. No obstante, ni él ni el resto de sus compañeros del 78 volvieron a repetir una final, aunque Daniel todavía figure como el único argentino bicampeón del mundo. Por más que hubo quienes creyeron que la temprana gloria era capaz de quitarle el hambre de títulos, su nivel nunca decayó y quedó visto que la competición que mejor lo mantuvo en forma física y mental, durante toda la década del 80, fue su solapada -pero directa- rivalidad deportiva con Diego Armando Maradona.

La misma comenzó en 1981 cuando el de Villa Fiorito llegó a Boca. Entonces el mejor jugador de la Argentina pasó a ser rival directo del capitán de River y de la selección. Los duelos no se hicieron esperar y Maradona pronto demostró estar más que motivado para ganar los Superclásicos. Igualmente, para finales de ese año los dos clubes lograron salir campeones, Boca del Metropolitano y River del Nacional, apelando, este último, al fichaje de Mario Kempes para reforzar la escuadra. Ya para 1982, el diez de Boca fue transferido al Barcelona y, como no podía ser de otra manera, el Mundial de España los tuvo a ambos como titulares indiscutidos.
Aquel mundial europeo propuso varios cambios con respecto al disputado cuatro años antes. Por empezar, ocho equipos más se sumaron a la competición, razón por la cual la FIFA decidió armar una segunda ronda compuesta de cuatro grupos de tres participantes y no de dos de cuatro, como lo había sido en las anteriores ediciones de 1974 y 1978. Otra de las novedades de España´82 fue que esta vez la mayoría de las selecciones con chances de pelear el campeonato -como Brasil, Italia, Alemania, Inglaterra, Francia, Polonia o Perú- arribaron con representativos lo suficientemente maduros y con varias estrellas de renombre dentro sus respectivas alineaciones.
Pero lo que más diferenciaba al mundial ibérico de su símil de Argentina, era que en éste sí había un equipo que marcaba el nivel de la competición: la extraordinaria selección de Menotti. A la base campeona del mundo, el técnico argentino había sumado las incorporaciones de Maradona por Oscar Ortiz y de Ramón Díaz por Luque, ambos convocados, junto con Barbas y Calderón -que figuraban entre los suplentes-, por haber sido la figura y el goleador del Mundial Juvenil Japón´79 respectivamente. En lo táctico, la flamante estrella del FC Barcelona ocupó el lugar de Kempes, quién pasó a su vez a jugar de delantero centro, lo cual le quitó a Mario esa entrada "Matadora" de mitad de cancha hacia el arco, patentada en el Mundial´78. Para colmo de males el propio Maradona se mostró bastante empecinado en la motivación personal de querer ser figura en su primer mundial, lo que le terminó jugando en contra al equipo, más acostumbrado al funcionamiento vertical que al de la posesión de la pelota. Por último, el peor de los defectos que mostró aquel platel, ya desde el arranque, fue el de creerse campeón del mundo antes de jugar la Copa, es decir, desde la concentración mísma, impresión que en el país se sintetizó con una sola palabra: aburguesarse.

Todo quedó demostrado en el debut. La derrota ante Bélgica por 1-0 en el Nou Camp de Barcelona complicó prácticamente el fixture siguiente. Las dos victorias posteriores, ante Hungría (4-1) y El Salvador (2-0), no alcanzaron para clasificar primeros en el Grupo C y los belgas, que terminaron aventajados en la clasificación por un punto, debieron enfrentar a Polonia y a la URSS en segunda fase, mientras que Argentina entró en el "Grupo de la Muerte" con Italia y Brasil. En el primer encuentro de aquella recordada segunda ronda, Italia salió a lo suyo: marca personal de Gentile a Maradona, catenaccio y contragolpe. Allí quedó demostrando que el capitán argentino era el único que estaba apto para preocupar al adversario cuando su compañero ni siquiera podía darse vuelta, víctima de los foules tácticos y de la complicidad del árbitro. Ganó el salto en todos los centros de Olguín al segundo palo -cabeceando desde afuera del área chica- y hasta sorprendió a Zoff con un tiro libre de su marca registrada a los 38 del segundo tiempo. Italia tuvo más suerte que Argentina -como volvería a tenerla contra Brasil- pero a pesar de la derrota, a Passarella le alcanzó ese partido para dejar bien en claro que cuando hacía falta sacaba la chapa de Káiser.



Argentina perdió contra Brasil tres días más tarde y quedó eliminada. Maradona terminó su fracasada campaña con una expulsión por falta a Batista e Italia se consagró, finalmente, campeona del torneo. A su término, Passarella fue nombrado Mejor Central Izquierdo en el Equipo Ideal de España´82 y River aprovechó la oferta de la Fiorentina para venderlo en 2 millones y medio de dólares. Hasta entonces ya había marcado 91 goles, que lo mantienen, aún, como el defensor más goleador de la historia del club y del fútbol argentino.



Pocos meses después, Carlos Bilardo se hizo cargo de la selección y nombró capitán a Maradona. La noticia fue un mazazo para Daniel que no estaba ni siquiera acostumbrado a imaginarse en un segundo lugar. En Italia ya lo consideraban il líbero cappo canioneri; había sumado más de diez goles en sus primeras dos temporadas con "la Viola", los cuales le alcanzaban para superar al alemán Paul Breitner, el defensor más goleador de todos los tiempos hasta entonces.
Pero lo cierto es que, en la selección, el de Chacabuco era para Bilardo lo que Maradona para Menotti: un jugador que le modificaba el sistema táctico. El nuevo DT estaba demasiado obsesionado con la posición fija del líbero y el Káiser prácticamente lo obligaba a jugar con cuatro en el fondo. Ese tire y afloje Maradona-Passarella-Bilardo le complicó mucho la clasificación al equipo. Así lo explica Ariel Borenstein en su libro "Don Julio": "Carlos Salvador Bilardo asumió la conducción de la Selección Argentina con la clara intención de imponer su sello táctico en el equipo (…) Con algunos nombres la tarea no era fácil, dado el peso propio de varios de esos apellidos (…) Este era el caso, sobre todo, de Daniel Alberto Passarella, uno de los pocos jugadores campeones del mundo en el 78 que dejó una buena imagen en el 82 (…) Passarella y otros pesos pesados como Ubaldo Matildo Fillol acusaron el golpe y, aun cuando fueron convocados para integrar la Selección, nunca dejaron de mirar a Bilardo de reojo. Mantenían una pulseada con el técnico, en la que ganaban posiciones cuando el equipo no conseguía buenos resultados, con lo que impedían que la nueva identidad futbolística se concretara en un buen funcionamiento colectivo".

Por aquel entonces los 10 representantes sudamericanos que disputaban las eliminatorias eran divididos en tres grupos, dos de tres integrantes y uno de cuatro. A Argentina le tocó entrar en el de cuatro con Colombia, Venezuela y Perú y los de Bilardo vencieron a los dos primeros en sus respectivos partidos, de local y visitante, obteniendo un total de 8 puntos (antes la victoria valía 2). Perú le seguía en la tabla con 5, habiendo vencido a Venezuela en sus dos presentaciones y empatado con Colombia de local (0-0), pero perdiendo el invicto en Bogotá contra el mismo equipo tricolor (o-1). Por lo tanto, la gran motivación de los peruanos era vencer a Argentina en los dos paridos que le quedaban, mandarla al repechaje y clasificar para el mundial. Como táctica para el primer encuentro, el de Lima, el técnico peruano mandó a su stopper Luis Reyna a perseguir a Maradona por toda la cancha e incluso a esperarlo fuera de ella si el 10 salía para ser atendido. Reyna no solo le hizo caso a su entrenador sino que además golpeó bastante a Maradona (finalmente Perú ganó 1-0 con gol de Carlos Oblitas). Esa fue la razón por la cual, antes del partido de Buenos Aires, la FIFA le hizo un toque a la federación peruana y Reyna fue obligado a jugar su partido del Monumental pegado al 10, pero con las manos detrás bien visibles. A los 9 minutos, Maradona recibió un saque lateral, miró a su marcador de reojo y consiguió escapársele; corrió hasta la línea final y centró para Pasculli, que definió con un remate cruzado: 1-0.
Pero lo que nadie imaginaba era la reacción que iban a tener los peruanos. 12 minutos más tarde, el "Patrón" José Velásquez empató el partido y a los 39 Jerónimo Barbadillo puso en ventaja a los suyos con un gol extraordinario. En la segunda parte la cosa fue mucho más trabada y Maradona intentó por las suyas hacer un gol, pero como sucediera en los tiempos de España´82, con Italia y Gentile, otra vez Passarella se puso el equipo al hombro y salvó a su capitán de tener que ir al repechaje. A los 36 del segundo tiempo, el Káiser bajó de pecho un centro recontra pasado de Burruchaga y pateó al arco con la pierna de palo (la derecha), casi sin ángulo; la pelota dio en el poste y Gareca la empujó para asegurarla: 2-2. Con esa patriada de Passarella Argentina comenzaba a ganar el Mundial de México´86.



El 15 de mayo de 1986, el Káiser Daniel Passarella jugó su último partido con Argentina en el que fuese empate en cero contra el Junior de Barranquilla. Su despedida de la selección terminó con una amarga expulsión al promediar el segundo tiempo. Más tarde, un brote de enterocolitis, una infección intestinal y un desgarro, producidos durante la concentración del equipo en el Distrito Federal de México, le impidieron disputar su tercer mundial como titular. Con el tiempo se darían a conocer otras versiones, una de las cuales fue contada, precisamente, por el capitán de Bilardo en su libro autobiográfico “Yo soy el Diego de la gente": "Nosotros nos habíamos peleado en la concentración del América de México (…) Yo llegué quince minutos tarde a una reunión junto con los… rebeldes (…) Y entonces nos comimos un discurso de Passarella, bien dictador (…) Estaba queriendo ganarse al grupo de esa manera, sembrando cizaña, inventando cosas, metiendo palos en la rueda. Quería ganárselo desde que había perdido la capitanía y el liderazgo (...) Lo agarró a Valdano, que es un tipo muy inteligente, a quien todo el mundo escuchaba (…) y le metió en la cabeza que yo estaba llevando a todos a la droga (…) Entonces me planté en medio de la reunión (…) y con Passarella presente, conté todo lo que sabía de él y se hizo un silencio profundo… (…) Ahí se rompió todo. Ahí le agarró la diarrea, el mal de Moctezuma, cuando la realidad era que todos meábamos por el culo. Ahí le dio el tirón, ésta es la verdadera historia”.
Otra de las versiones, también de Ariel Borenstein, habla del papel que jugó el seleccionador argentino en dicha concentración: "Bilardo no tenía excusas para marginar a Passarella, quien (…) en la temporada 85-86 (…) había marcado once goles con la camiseta de la Florentina y se había convertido en el defensor que más goles hizo en un torneo en la historia del fútbol italiano (…) Llegado al Distrito Federal, Passarella empezó a sentir molestias estomacales (similares a las de Branco?): se pasaba más tiempo en el baño que en los campos de entrenamiento (...) por lo que tuvo que ser reemplazado por José Luís Brown, un ex Estudiantes (…) La extraña enfermedad de Passarella le permitió a Bilardo disputar el Mundial sin la tensión y la inseguridad que le generaba tener un enemigo en el equipo. Las cosas no podían ser mejores para el entrenador: Diego Maradona, a quien le había confiado la capitanía, fue la gran figura del Mundial.”
Finalmente Passarella subió a recibir su segunda medalla en jogging y evidenciando una debilidad en su andar, producto un poco de las complicaciones que había tenido y otro poco de la frustración que sentía. Al regresar a Italia, se olvidó de todo y comenzó una nueva campaña en el calcio, esta vez vistiendo los colores del Inter de Milán. En total fueron 43 partidos y 9 goles, repartidos en dos temporadas sin ningún campeonato, pero que le alcanzaron para entrar en la lista de los grandes líberos de la squadra neroazzurra, junto con Armando Picchi, Graziano Bini y Atilio Giovannini.



En 1988, Passarella regresó a su querido River Plate de la mano del técnico Menotti. Allí jugó 24 partidos, marcando 7 goles en la temporada 88/89. Pero justo antes de finalizar el campeonato, el ex-seleccionador decidió retirarse del club, siendo sucedido por un hombre de la casa: Reinaldo Merlo. Con él jugaron, y ganaron, la liguilla pre-Libertadores, donde el Káiser tuvo un altercado con el delantero boquense Alfredo Graciani, luego de que éste golpeara a un compañero suyo.



Con otra tarjeta roja -igual que en su despedida de la selección, frente al Junior de Barranquilla-, el 27 de julio de 1989 el Gran Capitán anunció que colgaba las botas. En total fueron 486 partidos y 143 goles (hoy es el segundo defensor más goleador, detrás del holandés Koeman); tres campeonatos Metropolitanos (1975/79/80) y tres torneos Nacionales (1975/79/81) con River Plate; un torneo Juvenil (Toulón´75) y dos Copas del Mundo (1978 y 1986) con la selección argentina.


Hasta aquí hemos llegado con este “Duelo de Káiseres”. Como habrán notado, es mucho más fácil hablar de una carrera plagada de títulos, como la de Beckenbauer, que de una más emparentada con los retos personales, como la de Daniel Passarella. Sin embargo, ambos hombres simbolizan la síntesis del liderazgo dentro del campo. La forma en que se arriesgaron a imponer sus ideas frente a sus respectivos seleccionadores fue la misma, aunque no con los mismos resultados: Beckenbauer le ganó a Schön en Alemania´74 con todo el apoyo de la plantilla -ver Beckenbauer: segunda parte-; Passarella no pudo él solo con Bilardo y Maradona en México´86.
Ambos centrales siguen formando parte de la privilegiada lista de los mejores zagueros y de los enormes adalides que tuvo la historia del fútbol. Cualquiera que se anime a armar un Dream Team de Todos los Tiempos no dudaría en ponerlos. Eso sí, a la hora de tener que elegir entre ellos dos para nombrar a un capitán, es probable que la pulseada la gane el Kaiser alemán.



CITAS:

-Franz Beckenbauer, primera parte:

Eduardo Galeano, "El fútbol a sol y a sombra", Editorial Siglo XXI de España - 2006, pag 142.

-Franz Beckenbauer, segunda parte:

Raimund Hinko, "Duelos de Oro: Cruyff vs Beckenbauer", Diario Marca, Madrid 2006.

-Daniel Passarella, primera parte:

Roberto Mouzo, El Gráfico 100 x 100, 5/5/2009.
Daniel Passarella a Néstor Rossi, Wikipedia.org
Roberto Perfumo, El Gráfico 100 x 100, 10/3/2008.

-Daniel Passarella, segunda parte:


Declaraciones de Passarella luego del partido con Hungría –Mundial´78-, "Libro oficial del «Ente Autárquico Mundial 1978» del XI Campeonato Mundial de Fútbol", pag 35.
Mario Kempes, "ESPN Perfiles: Cubillas, Uno de los Mejores Jugadores en la Historia del Fútbol (Parte2)" –video publicado en you tube-.

-Daniel Passarella, última parte:

Ariel Borenstein, "Don Julio", Editorial Planeta - 2001, pág. 139 – 143.
Diego Maradona, "Yo soy el Diego de la gente", Editorial Planeta - 2000, pag. 143 –145.

DATOS ESTADÍSTICOS:



ACLARACIÓN: Se ha utilizado la denominación Kaiser, sin acento, para referirse a Beckenbauer, y Káiser, con acento, al hablar de Passarella, en cumplimiento de la regla ortográfica que indica que ambas palabras se escriben de forma diferente en alemán que en castellano.




El Futbolólogo
Beckenbauer vs Passarella
DUELO DE KÁISERES

-Passarella: segunda parte-




Hacía ya bastante tiempo que Argentina figuraba como cede de la Copa del Mundo de 1978; pero justo dos años antes de que llegara la fecha, un gobierno militar irrumpió en el país poniendo en peligro la organización del torneo. Como era de esperarse, la cúpula de la dictadura se encargó de desmentir todo hecho de violación a las libertades civiles, llevando a cabo campañas nacionales e internacionales con el slogan: “Los argentinos somos derechos y humanos”. En simultáneo, las obras financiadas en su mayoría con capital extranjero y concesiones a empresas transnacionales seguían su curso y una vez llegado el momento de la aprobación, la FIFA, con João Havelange a la cabeza, se encargó de avalar el proyecto.

Entonces, lo que le quedaba al país anfitrión era armar el equipo y allí comenzó otra polémica. Menotti anunció que entre los convocados no figuraban las estrellas campeonas de Boca –excepto Gatti, casualmente lesionado-, ni los centrocampistas Bochini, Brindissi, J.J. López y Merlo. Por último, la figura del campeonato, Diego Armando Maradona, fue desafectada de la lista a última hora por "ser muy joven" (tenía 17 años).

De los 22 convocados solo tres jugadores habían estado en Mundial anterior: Ubaldo Fillol, René Houseman y Mario Kempes (único internacional del torneo, jugaba en el Valencia de España). Los demás eran todos pibes que habían disputado el Torneo Sub-23 Esperanzas de Toulón, mas algunos novatos del interior como Luís Galván, el “Pitón” Ardiles y Daniel Valencia. La apuesta era grande, más aún siendo locales en una competencia tan importante. Como capitán, finalmente se nombró a Daniel Alberto Passarella por su destacada actuación en el torneo juvenil antes citado y por ser el defensor más goleador del campeonato argentino. La preparación del equipo, llevada a cabo con minuciosidad en lo físico y en lo técnico/táctico, parecía más un entrenamiento militar que una puesta a punto. Para justificarlo todo, el gobierno militar hizo spots publicitarios, eso sí, auspiciados por empresas extranjeras.




De los dieciséis representativos, Alemania llegaba sin su capitán y figura, Franz Beckenbauer, retirado de la selección algunos años antes. Además de éste, Paul Breitner se había pronunciado abiertamente en contra de la dictadura, por lo que los campeones del mundo venían con un equipo a medio hacer, mezcla de veteranos a un paso del retiro (como Vogts y Maier) y de unos jóvenes no del todo maduros (como Rumenigge, de 20 años). Por su parte, Holanda arribó sin Cruyff, otro de los que declaró estar en contra del golpe –veinte años más tarde asumiría que fue víctima de un asalto en el que tomaron por rehenes a su esposa e hijos- y sin Van Hanegem, reemplazados en cancha por los mellizos Willy y René Van der Kerkof, pero contando, a diferencia de Alemania, con el resto de sus elementos prácticamente intactos. Al mismo tiempo, las selecciones campeonas de Uruguay e Inglaterra se sumaban a las ausencias, por no clasificarse, pero sí estaban las infaltables de Brasil e Italia, ambas repletas de nuevas caras. Por último, Perú y Polonia completaban la lista de los que estaban en condiciones de pelear el campeonato, mientras que el resto lo componían los típicos equipos que se vuelven a casa en la primera ronda -excepto Austria, que clasificó para jugar la segunda-.Dadas así las circunstancias, Argentina´78 era un mundial ganable para los de Menotti, no obstante, había que ganarlo. Nadie conocía bien el nivel de los rivales. Platini, Zico, Scirea, Paolo Rossi o Rumenigge (futuros monstruos de la década del 80) eran tan debutantes como Tarantini o Luque, para quienes la localía, ese factor que por lógica beneficia, pesaba mucho más sobre los hombros. En definitiva, en un mundial sin favoritos, ganaba el que diera más pelea y así lo entendió Passarella.

En el primer partido de su equipo, frente a la selección de Hungría, el volante Karoly Csapo enmudeció al Monumental con su gol tempranero. 77.000 almas no podían creer lo que veían y el cuadro albiceleste tuvo que recuperarse ante un rival que había salido a buscar el empate y estaba ganando a los 10 minutos del juego. Durísimo partido, dos expulsados en Hungría (Töröcsik y Nylasi) y tres lesionados en Argentina (Ardiles, Kempes y Passarella). El "Tolo" Gallego y el capitán pusieron la garra para dar vuelta el resultado. Luque y Bertoni marcaron los goles. Passarella, al final de la contienda hizo esta declarración: “Concretamente, estuve por debajo de mi nivel (…) Inclusive el equipo no anduvo bien, pero demostramos que cuando técnicamente las cosas no salen tenemos fuerza para superar ese problema.”





En el segundo partido, Francia pagó cara su larga ausencia mundialista. En nada se parecían los galos a aquel equipo maduro de la década del 80. Tras una mala tarde contra los italianos en su primera prueba (derrota por 2-1), su suerte no mejoró. Passarella convirtió de penal al final del primer tiempo; Platini empató a los 15 del segundo y 13 minutos más tarde, Luque le abolló el arco a Dominique Baratelli, sustituto del lesionado Bertrand-Demanes, con una bolea desde casi 30 metros que el guardameta no pudo contener: 2-1 y Francia afuera del torneo.

Así fue como llegaron Italia y Argentina a su encuentro definitorio por la supremacía del Grupo 1, las dos con cuatro puntos (Italia con un tanto más a favor por haberle ganado 3-1 a Hungría). Pero el equipo del inteligente Bearzot fue el único que materializó con un gol de Roberto Bettega –previo taco de Paolo Rossi- a los 22 del segundo tiempo. Italia primera, Argentina segunda. Las dos clasificadas.




En la segunda fase se mantuvo el sistema de grupos propuesto en Alemania´74. En el Grupo A, Italia, Alemania, Holanda y Austria buscaban en Buenos Aires y Córdoba un lugar en la final. Por el Grupo B, Argentina, Polonia, Brasil y Perú hacían lo propio en Rosario y Mendoza. Allí apareció el “Matador” Kempes, el único internacional, el que venía con chapa de goleador y no había conseguido marcar en la fase previa. 2-0 a Polonia en Rosario, mientras que el Brasil-Perú acabó con victoria canarinha por 3-0.

El siguiente match fue una verdadera batalla campal. Para que se den una idea, Argentina-Brasil se inició con una falta a los 10 segundos y ya en los primeros 13 minutos se totalizaban 14 ante la pasividad del árbitro húngaro, Karoly Palotai, que en ningún momento sacó una amarilla como para calmar alogunos ánimos. 0-0 final y los anfitriones, después de 8 años, seguían sin poder ganarle a los tricampeones del mundo.

Entonces llegó el día más polémico de la Copa y, tal vez, de la historia de los Mundiales. Dos errores garrafales se produjeron antes del Argentina-Perú. El primero de la FIFA, que avaló que se jugase el partido entre Brasil y Polonia unas horas antes. El segundo de los propios militares, que fueron a saludar a los peruanos en compañía de Henry Kissinger –secretario de estado norteamericano y hombre muy cercano a los golpistas- cuando nunca habían hecho tal acto protocolar con otros equipos.

El primero de los hechos tuvo consecuencias matemáticas. Brasil venció a Polonia por 3-1, entonces Argentina ya conocía el resultado con que debía ganarle a Perú: por 4 goles de diferencia. En términos deportivos, Menotti convenció a sus hombres de que podían anotar dos goles por tiempo si disparaban lo suficiente y con la mayor acertividad posible sobre el arco peruano, sin dejar reaccionar al adversario: “Passarella constantemente se iba, Olguín se iba en cada jugada, y realmente era Galván el que se quedaba ahí atrás: Galván y Tarantini o Galván y Olguín. Pero, asimismo, teníamos que pensar nosotros de mitad de cancha hacia delante y no para atrás…” dijo Mario Kempes, varios años después. Así lo entendieron también los peruanos, que en los primeros minutos madrugaron con un tiro de Muñante que dio en el poste y otro de Oblitas que se fue cerca del palo izquierdo de Fillol. Entonces llegó el gol de Kempes al promediar la primera parte, luego un remate de Luque que dio en el poste, otro del "Negro" Ortiz en el travesaño y al minuto 46, el segundo gol de Tarantini: 2-0 en el primer tiempo. El objetivo de Menotti se había cumplido; lo que nadie imaginaba era que vendrían 4 festejos más.



La final enfrentó a Holanda y Argentina en el estadio Monumental de River Plate. El local salió con Fillol en el arco; Olguín, Galván, Passarella y Tarantini; Ardiles (rehabilitado de su lesión en el tobillo luego del trabado encuentro con Brasil), Gallego y Kempes; Bertoni, Luque y Ortiz. Holanda hizo lo propio con Jongbloed; Brandts, Krol, Haan y Poortvliet; Neeskens, Jansen y Willy Van der Kerkhof; Rep, René Van der Kerkhof y Rensembrick. Los europeos salieron a la cancha y cinco minutos más tarde lo hicieron los capitaneados por Daniel Passarella -cuando el acto protocolar indicaba que ambos equipos debían salir juntos-. El propio Káiser advirtió al árbitro que uno de los mellizos, René, traía un yeso en la muñeca derecha y el colegiado se lo hizo cambiar. El hecho parece anecdótico, pero así el local consiguió 7 minutos más de demora, propicios para generar molestia en algunos hombres del conjunto rival. (Video: http://www.youtube.com/watch?v=5gm-b-DkL8) Luego se dio la mano con Krol y Kempes y Luque hicieron el saque desde el medio.

Argentina pegó primero con un remate su capitán, que se comió un gol en la puerta del área chica, llegando por sorpresa tras un centro pasado de Olguín. Holanda respondió con un formidable cabezazo de Rep y con otro derechazo suyo, que Ubaldo Fillol, de extraordinarios reflejos, sacó al corner. A los 38 minutos, gol de Mario Kempes y el país explotó como una bomba atómica a lo largo y a lo ancho de su territorio. Primer tiempo: 1-0 el local arriba.

En el segundo período, entró Nanninga por Rep y ya no se fallaron goles. Larrosa (recién ingresado por Ardiles) se quedó enganchado cuando todos sus compañeros salían para dejar en offside a los holandeses; el astuto René Van der Kerkof se coló por la derecha y centró para Nanninga, quien clavó el empate de cabeza faltando 8 minutos para acabar la final. El partido se puso tenso y aguerrido y el temor se transformó en patadas -el árbitro italiano solo sacó 4 amarillas en los 120 minutos-. En el último ataque holandés, Rensembrick, hasta entonces goleador junto con Mario Kempes, recibió un pase largo ganándole las espaldas a Olguín, burló la salida a Fillol y estrelló su remate en el palo. Era el minuto 90 y "los naranja", por unos centímetros, casi ganan su primer Mundial.

Primer suplementario, los dos equipos salen a ganar. Saca Passarella una falta, recibe Ortíz que enseguida lo ve a Kempes entrar como una bala. El Matador dispara al cuerpo de Jongbloed, el rebote lo favorece; dos holandeses van con plancha -y él también- pero gana el cordobés. 2-1 a los 15 del primer suplementario. Kempes Bota de Oro, con 6 tantos. Segundo suplementario. Gol de Bertoni a los 11 minutos. Los holandeses piden mano en el área. 3-1 para Argentina. Campeones del Mundo. (Video: http://www.youtube.com/watch?v=FlQ0TTzZqP8)

La gente copó las calles con un desahogo unánime mientras la represión seguía su curso en algunos lugares oscuros. Los militares festejaban más que nadie, era el segundo de sus objetivos cumplidos -el primero había sido una Guerra infame contra Chile por el Canal de Beagle-. Se sentían apoyados por todo el pueblo como se volverían a sentir tres años más tarde, cuando fueron por las Malvinas como si se tratara de otro Mundial.

Passarella levantó la copa con cara de nene provinciano. Fillol, Gallego, Kempes y él fueron elegidos en el Equipo Ideal Argentina ´78. Hasta el día hoy, éste sigue siendo el Mundial menos recordado y menos reconocido de los dos que ganó la selección. Ya pasaron más tres décadas y el de Chacabuco todavía debe soportar el peso de ser llamado "vende-patria", cuando en realidad lo único que hizo fue salir a la cancha a competir como lo que verdaderamente era: un líbero excepcional.





La próxima semana, final este duelo de Káiseres con las campañas passarellianas de España´82, México´86 y el calcio italiano. No se lo pierdan.



El Futbolólogo
Beckenbauer vs Passarella
DUELO DE KÁISERES

-Passarella: primera parte-




Cada 25 de mayo en la Argentina se conmemora la revolución de 1810, hecho que, casi sin proponérselo, abrió paso a la independencia latinoamericana. Siete años más tarde, en la batalla de Chacabuco, San Martín proclamó la libertad de Chile, primer país de su campaña emancipadora. Pero para nosotros los futboleros, 25 de mayo y Chacabuco significan una fecha y un lugar de nacimiento. En efecto, aquel día de 1953 nació en una localidad llamada así Daniel Alberto Passarella, el “Gran Capitán”. Esta vez era la historia del fútbol la que abría su página de gloria.
Como los próceres, Passarella se formó en los campos de batalla de la zaga central marcando territorio, en sus inicios, para el club Argentino de Chacabuco. Allí fue templándose como líder de la defensa hasta que un día decidió probar suerte en Boca. Como recordara alguna vez Roberto Mouzo, hombre que más veces vistió la camiseta azul y oro: "Un día vino un pibe de mi edad a probarse a La Candela, por 1967. Sacó sus botines y le faltaba un tapón. El pibe se quería morir, no tenía otros. Y en una prueba es fundamental usar los botines propios. “Yo tengo un tapón, tomá”, le dije. El pibe me agradeció, se probó de tres y no quedó (...) Era Passarella. Me enteré hace un par de años".
Enojadísimo, Daniel regresó a sus pagos con la sensación de que nunca iba a debutar en un grande. En esa etapa de su adolescencia su padre lo ayudó a convencerse de que era el mejor en su puesto y de seguir adelante, en tanto que en 1973 firmó contrato con Sarmiento de Junín, equipo de la Primera C, donde marcó 9 goles en 36 partidos. Por aquel entonces, Nestor “Pipo” Rossi, figura legendaria devenida en técnico de River, lo descubrió proyectándose y cerrando con temple por el costado en una de las giras que el club millonario había hecho buscando jóvenes promesas. Al final del partido, se le acercó y le preguntó si se animaba a jugar en River, a lo que Passarella le dijo: “Discúlpeme que le conteste, yo me ánimo a jugar, hay que ver si usted se anima a ponerme”. Al año siguiente, el 28 de julio de 1974, el zurdo Passarella convirtió su primer gol con la casaca de River en la que fuese victoria por 3-2 frente a Argentinos Juniors. Tenía 21 años y el sueño de jugar en primera cumplidos. Sin embargo, aún le quedaba pendiente el tema de pelear por su puesto: el de central izquierdo. El equipo contaba nada menos que con "El Mariscal" Roberto Perfumo -capitán de la selección argentina- como central derecho y no faltó oportunidad en que los dos hombres compartieron la zaga. De aquella experiencia Perfumo todavía tiene un mal recuerdo: “Un líder nato. Conmigo casi nunca estuvo de acuerdo. Tenía 20 años y me decía “Andá a encimar al nueve”. “Andá vos, –le respondía–. Después que jugués dos mundiales me podés decir eso.” Pero igual no iba el hijo de puta. Lo reputeaba y el pendejo aguantaba.”
En 1975, Ángel Labruna asumió como entrenador y trajo de refuerzos a tres defensores: Pablo Comelles, “Perico” Raimondo y Héctor Artico. Otra vez Passarella fue confinado al lateral, puesto que no aceptó de ninguna manera, y sus intervenciones entonces se limitaron a ingresar en los segundos tiempos o a jugar como titular por suspensión o lesión de Artico o Perfumo. Ese año River salió campeón del Nacional y del Metropolitano, después de 18 años, y Daniel acabó siendo titular en los partidos definitorios del campeonato, donde, además de meter 9 goles en 29 encuentros, se encargó de dejarles bien clarito a los rivales que por su sector era inpasable o, mejor dicho, que si pasaba la pelota no pasaba el jugador...
Por suerte para él, a mediados de ese año fue convocado por el seleccionador César Luís Menotti para disputar el torneo Esperanzas de Toulón, en Francia, una especie de Mundial sub 23. Allí fue capitán del equipo que levantó emocionado su primer trofeo.
Pero en su club, el de Chacabuco seguía sin tener el puesto asegurado. En 1976 River realizó una campaña extraordinaria en la Copa Libertadores, llegando a la definición contra el Cruzeiro de Brasil, por lo que de los tres partidos de aquella final solo jugó en uno (victoria en el Monumental por 2-1), en tanto que Cruzeiro ganó los otros dos y se llevó la Libertadores. (Video: http://www.youtube.com/watch?v=0gtew_EsZPM&feature=PlayList&p=47EC812728F395E7&playnext=1&playnext_from=PL&index=19) De esta manera se perdió la oportunidad de disputar la Intercontinental contra el Bayern y de conocer a aquel con quien lo compararían años más tarde: el Kaiser Franz Beckenbauer.
Lo que sigue es la historia conocida del Mundial´78, la epopeya atravesada por la tragedia en un país que festejaba los goles al unisolo; un mundial que ganaron 11 tipos abstraídos de todo y motivados únicamente por el inmaculado sueño del pibe. Argentina hizo épica en la cancha y Passarella, que ya forjaba su propia leyenda, demostró ser el mejor en su puesto como se lo había dicho su padre diez años antes.

continuará...




El futbolólogo
Beckenbauer vs Passarella
DUELO DE KÁISERES
-Beckenbauer: segunda parte-



Una vez finalizado el Mundial de México´70, al fútbol europeo y especialmente al holandés, polaco y alemán le sobrevino una etapa de total supremacía que llegó a mantenerse, incluso, hasta finales de la década. Por el lado de Holanda, entre el Feyenoord y el Ajax se repartieron las primeras cuatro ediciones de la Copa de Europa, mientras que su seleccionado logró disputar dos finales consecutivas de Copa del Mundo (1974 y 1978). A su vez, Polonia se hizo con la medalla de oro olímpica en Munich´72, con Kazimierz Deyna como máximo anotador (9 dianas) y con Gregorz Lato como figura, siendo, el propio Lato, máximo artillero de la Copa del Mundo de 1974, con 7 tantos.
Pero si estos logros parecen enormes, lo de Alemania Federal fue aún mayor. Por empezar, lograron la medalla de bronce en los Juegos Olímpicos del´72 –que debieron compartirla con la URSS tras un 2-2 en la definición por el tercer y cuarto puesto- sin contar esta vez con Beckenbauer, cuya preparación entonces debió enfocarse en la Eurocopa de ese año y en ganar la Bundesliga. En la primera, disputada en Bélgica, el Kaiser consiguió alzar su primer trofeo como capitán del combinado nacional (un equipo formidable integrado por Maier; Höttges, Schwarzenbeck, Beckenbauer, Breitner; Hoeness, Netzer, Wimmer; Heynckes, Müller y Kremers) cuya base la constituían el Bayern y el Borussia Mönchengladbach y que en la final terminó repitiendo otra vez la definición frente a Rusia, solo que esta vez con un 3-0 a su favor.



Una vez acabado el torneo, el Bayern, con Beckenbauer a la cabeza, ganó la Bundesliga y para finales de ese año el Kaiser obtuvo la máxima distinción del fútbol europeo: el Balón de Oro. Inspirado por ese logro, otra vez ganó la Bundesliga (1973).
En 1974 Alemania repitió la jugada de los mexicanos, organizando una Copa del Mundo dos años más tarde de finalizados los juegos Olímpicos de Munich. Berti Vogts, Wolfgang Overath y Juergen Grabowski, de la vieja guardia, más los debutantes Rainer Bonhof y Bernd Hoelzenbein, completaron la lista del equipo de Schön. El campeonato comenzó y otra vez Holanda y Polonia mostraron marcada ventaja sobre el resto. Alemania Federal, luego de un apretado triunfo 1-0 frente a Chile (definido con un golazo de Breitner) enfrentó por primera y única vez en un Mundial a su par del Este, Alemania Democrática, contra la que no jugaban desde que el muro separó al país. El encuentro fue emotivo, pero el equipo del Kaiser perdió 2-0 poniendo en peligro su clasificación para la segunda ronda. La situación fue tan alarmante que, según palabras del periodista alemán Raimund Hinko: “Después de perder por 1-0 ante la RDA, Franz Beckenbauer y Gerd Müller prácticamente organizaron un motín y asumieron la toma de decisiones desautorizando al propio seleccionador. Helmut Schöen ya no era el técnico (...) Y hay que decir que después las cosas fueron bien así.”
Ganaron todos los partidos, inclusive ante Polonia, sin parar hasta llegar a la final. Allí los esperaba el mejor seleccionado europeo jamás conocido: la Naranja Mecánica de Rinus Michels y del hasta entonces doble Balón de Oro, Johan Cruyff. Los dos capitanes se dieron la mano en el centro del campo, ante las cámaras. La imagen lo decía todo: “Lo ganaremos fácil... (Cruyff) Lo ganaremos nosotros (Beckenbauer)". Una escena irrepetible, preludio de una final que el Kaiser no dejaría escapar por nada del mundo.
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Beckenbauer ganó el Mundial y Cruyff el Balón de Oro, algo que no le sentó bien a mucha gente ya que ese mismo año el Kaiser también había ganado la Bundesliga y la Copa de Europa (antigua Champions League). Sin embargo, todo aquello no pareció desmotivarlo. Al año siguiente repitió la Copa de Europa con su querido Bayern -sin jugar la Intercontinental, como ocurrió en el´74- y ya para 1976, la volvieron a jugar, la volvieron a ganar y entonces sí aceptaron el desafío de enfrentar al Cruzeiro de Brasil por la Intercontinental. La definición fue con un 2-0 bajo la nieve de Múnich y con un empate 0-0 en el Mineirão de Belo Horizonte, que les alcanzó para consagrarse por primera vez campeones intercontinentales. Mientras tanto, con la selección los logros no se detenían. Al revés que en 1972, Alemania ganó la Medalla de Oro de los Juegos Olímpicos de Montreal´76 pero no ganó la Eurocopa, en la que perdieron la final por penales contra le ex Checoslovaquia. De todos modos, los títulos para el Kaiser ya eran más que suficientes para coronarlo con su segundo Balón de Oro (1976).
En 1977, este jugador decidió mudar su fútbol a Norteamérica, tal como era la moda de aquella época. Allí jugó para el New York Cosmos de su amigo Pelé hasta su regreso al fútbol alemán en 1982 (Hamburger SV), previo paso a su retiro en 1983. Para el mundial de 1978 su ausencia, podría decirse, encontró un sucesor en la figura de Daniel Passarella, un zaguero goleador y un líder que bien valió la comparación, en aquel entonces, con el múltiple campeón alemán. De él hablaremos la próxima semana. Hata entonces nos despedimos con estas imágenes de der Kaiser, uno de los mejores futbolistas que ha dado esta profesión.






El Futbolólogo
Beckenbauer vs Passarella
DUELO DE KÁISERES



La palabra Kaiser es la traducción alemana del latín Caesar -César- cuyo significado equivale a Emperador. Remonta a los tiempos del César Octavio Augusto, primer emperador de los romanos. En el lenguaje del fútbol, ser un Káiser significa imponerse en el cuadrilátero verde, llevar la antorcha del equipo en el camino hacia la gloria. Con todo, más allá de los miles de hombres que han honrado a este deporte con su espíritu de lucha, garra y vigor, la palabra Káiser está íntimamente ligada a dos jugadores: el alemán Franz Beckenbauer y el argentino Daniel Passarella.
Por cronología, corresponde hablar primero de quién trajo el apodo hasta aquí. Beckenbauer fue un fenómeno irrepetible, capaz de juntar las mejores características a las que aspira el futbolista completo: técnica, elegancia, liderazgo, visión estratégica, fortaleza física y mental. Un emperador que daba órdenes a los demás -y al que los demás obedecían- con la capacidad de sacar a su equipo de las situaciones más adversas, rearmándolo y marcando el camino en pleno juego.
Nació al poquito tiempo de finalizada la Segunda Guerra Mundial, el 11 de septiembre de 1945, en Giesing, Múnich, por lo que le tocó ser federal una vez repartido el botín europeo entre comunistas y capitalistas. Hijo de un cartero y de una ama de casa, vivió en un barrio obrero de los tantos que se reproducían intentando levantar el país. Su infancia fue pobre y callejera y sus sueños de llegar a ser alguien tan grandes como difíciles de conseguir.
Jugaba de centrodelantero en el TSV Münichen 1860, por aquel tiempo el mejor equipo de la ciudad, hasta que su técnico le dio una bofetada y decidió marcharse al Bayern. Entonces tenía 14 años y siguió camino hasta debutar en primera en la temporada 65/66. Desde ese momento, junto con “Torpedo” Müller, su gran amigo callejero y máximo goleador del fútbol alemán, mas el arquero Sepp Maier, hicieron de un club de segunda división el más grande de su país y uno de los cuatro mejores del continente. Entre los tres ganaron la primera Copa de Alemania en 1966 y para cuando llegó el Mundial de Inglaterra, el seleccionador Helmut Schön lo convocó para la cita. Allí apareció como un “tapado” del equipo nacional en la posición de volante central y una vez comenzado el torneo, el público y los rivales se dieron cuenta que, como diría Eduardo Galeano: “…cuando se echaba adelante, era un fuego que atravesaba la cancha”.


Terminaron segundos en el torneo, detrás de la campeona Inglaterra, luego de una final bastante polémica. Beckenbauer fue elegido, junto con el inglés Bobby Charlton y el portugués Eusebio, como una de las máximas figuras del torneo. Tenía 21 años.
En su país lo nombraron Futbolista Alemán del Año –distinción que le volvieron a dar en 1968- y poco tiempo después circuló una foto de él abrazando el busto de Francisco José, emperador de Habsburgo-Lorena, que la prensa publicó con el título: Der Kaiser.
En el ´67, el Bayern ganó otra vez la Copa de Alemania y en el ´69 lograron repetirla, obteniendo, a su vez, la primera Bundesliga para los bávaros. Con esa carta de presentación Franz y sus dos amigos concurrieron al Mundial de México, donde formarían parte de uno de los equipos más fuertes jamás conocido: Maier; Vogts, Schnellinger, Fichtel y Hottges; Beckenbauer y Overath; Libuda, Seeler, Müller y Lohr. Luego de pasar la primera ronda con gran comodidad, disputaron dos encuentros inolvidables: el primero frente a Inglaterra, por los cuartos de final, remontando un 2-0 que parecía despertar a todos los fantasmas de Wembley. Con un golazo del propio Kaiser -pelotazo cruzado de derecha a izquierda, inatajable- descontaron a los 23 del segundo tiempo y luego Seeler, de cabeza, se encargó de nivelar el marcador. A los 3 minutos del suplementario, Torpedo Müller puso el 3-2 con el que vengaron la final de cuatro años antes.



En el siguiente encuentro, por la semi, debieron enfrentar a los campeones de Europa: Italia. Luego de un gol de Boninsegna a los 8 minutos del primer tiempo, los italianos aguantaron el resultado ante el asedio de los alemanes, que sacudían los palos y el travesaño del arco de Albertosi. Ya pasados los 90 minutos, y con Italia prácticamente en la final, un centro de Grabowski desde la izquierda encontró el pie derecho de Schnellinger, que jugaba en el Milan, y los germanos consiguieron el agónico empate. A partir de entonces comenzó la prórroga más emocionante de la historia de los Mundiales. El partido parecía que no terminaba nunca: marcaba uno y el otro empataba; marcaba el otro y volvía a marcar el primero. Allí Beckenbauer demostró que, a pesar de estar gravemente lesionado, era incapaz de dejar a sus hombres. Jugó vendado toda la prórroga, luego de ser derribado en el borde del área italiana apenas comenzado el segundo tiempo reglamentario. Se había dislocado un hombro. Por primera vez el mundo veía a un jugador de fútbol preferir permanecer en el campo en esas condiciones antes que abandonar el barco.




Alemania quedó tercera del torneo tras vencer a Uruguay con un 1-0 bastante pobre. Aquel partido, en el que Beckenbauer no pudo estar por la nombrada lesión, significó el último de Uwe Seeler como capitán del conjunto nacional. Sin saberlo, comenzaba para el Kaiser una etapa más que gloriosa en la que los alemanes jamás bajarían de ese puesto.

continuará...

El Futbolólogo
Pelé y Maradona
… SOLO ELLOS DOS
-segunda parte-


Pelé fue el mejor. Maradona fue el mejor. Pelé era un gran músculo fibroso capaz de doblarse hasta límites increíbles y volver a su posición normal con la belleza y la elegancia que su cuerpo moreno regalaba en cada movimiento. Diego era un músculo compacto con imagen de roca indestructible, que sin avisar escapaba de ese metro sesenta y seis y tomaba mil formas futbolísticas a partir de su gambeta e ingenio.
Pelé era el mejor. Cabeceaba con una precisión y violencia propias de un especialista, que no era. Saltaba como nadie. Anticipó en tiempo y sorpresa, y en un rectángulo mucho más grande, a otro monstruo del deporte: Michael Jordan. Quien hoy ve “quedar” suspendido en el aire a Jordan y se admira con razón, es que nunca vio a Pelé sostenerse en la nada y hasta girar con la pelota pegada al pecho.
Pelé era un equipo dentro del equipo, porque podía ganar él solo un partido. Pero era el eje del equipo y el más solidario, porque se convertía en una rueda de auxilio de cualquiera. Lo empujaban su exultante físico y su capacidad aeróbica fuera de lo común. Lanzado desde mitad de cancha y decidido a gambetear, era imparable. Lo hacía con todo el cuerpo y dejando que la pelota rodara sin tocarla. Le bastaba mirar a los ojos a sus rivales para hipnotizarlos. Sus dos perfiles en el pie derecho lo hacían tocar la pelota con un efecto llamativo. Le pegaba muy fuerte con derecha e izquierda. Era completo.
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Maradona era el mejor. Jugó siempre con un solo pie y se sostuvo en una sola pierna: la zurda. Ese “defecto” en lugar de condicionarlo lo elevó mucho más. Era el doble que los demás y se la jugaba con la mitad. Y agudizaba su ingenio. Como cuando utilizaba la rabona al desbordar por derecha y quedaba obligado a meter el centro desde ahí. No hay derecha. No importa, si la zurda, que es la que sabe todo, también puede cruzarse detrás de la de palo. Como en la asistencia a Ramón Díaz ante Suiza, en Córdoba, en un amistoso un 16 de diciembre del 80.
También Diego era un equipo dentro del equipo. Podía ganar un partido él solo. Pero siempre se entregó abiertamente a favor de los otros diez en cada partido. Diego era una gambeta continua, una pluma con varios filos que dibujaba trazos finos y gruesos a pura velocidad y sin margen de error. También ese pie zurdo enviaba encomiendas a cualquier distancia y sin riesgo para el destinatario. Pocos jugadores tuvieron ese tercer ojo en la nuca para tocar sin mirar pero sabiendo que alguien aparecería. Diego tuvo un tercer ojo conectado a “dos” cerebros y alimentado por un corazón de tres cuerpos. Todo en él era privilegiado.
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Pelé era el mejor. Jugó con los mejores para su equipo, en el Santos y en la selección brasileña, algo que para muchos lo favoreció en una supuesta carrera comparativa con Maradona, si se pudieran superponer las épocas. Pero si es verdad que el Negro estuvo rodeado de estrellas y entre ellas fue el mejor, también debió enfrentar a los más grandes, esos que son irrepetibles. Contemporáneos de él fueron Bobby Charlton y Bobby Moore, los alemanes Schnellinger y Beckenbauer, el italiano Facchetti. Jugadores de otro nivel y en muchos casos, marcadores implacables en su perfección.
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Maradona fue el mejor. Jugó en una época donde su estrella brillaba infinitamente más que cualquier otra de cualquier nacionalidad. Pero Diego debió intentar lo suyo siempre de "visitante" y en inferioridad de condiciones. Y prevaleció. Salió de un equipo chico y lo puso en la pelea con los grandes. Y dejó un residuo que hasta llevó a Argentinos Juniors a jugar una final intercontinental con la mismísima Juventus. Llegó como inmigrante futbolístico a España y brilló jugando, viajó en esa condición a Italia y jugó brillando. Hasta le hizo ganar títulos a un equipo condenado a bajar la vista históricamente por estar muy al Sur, el Nápoli. Nunca recibió más protección que su propia valentía dentro de una cancha, la gran convicción en su juego y su predestinación.
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Pelé fue el mejor. Y como tal lo buscaron siempre para cazarlo. Tras su aparición fulminante en Suecia no pudo completar el Mundial 62 por lesión. En el 66, en Inglaterra, hubo una silenciosa conjura europea para sacarlo del medio. Los lujosos húngaros y los habilidosos portugueses lo golpearon hasta quebrarle la ilusión. Especialmente los compañeros de Eusebio, en ese cuádruple fusilamiento que terminó descargando la artillería sobre el muslo derecho. El orgullo de Pelé lo dejó dentro de la cancha, pero herido de muerte. Cuando en México 70 hubo jueces justos, Pelé deslumbró. Gambeteó más que nadie, hizo genialidades y goles sin que nadie abusara de la impunidad del golpe o el freno antirreglamentario.
Maradona fue el mejor. Ya lo era en el 82, con apenas (21) años, y no extrañó la consigna con que salió a marcarlo el italiano Gentile, que lo golpeó, lo empujó, lo conversó y le pulverizó las fuerzas ante la pasiva complicidad del árbitro. Otro hombre de luto expulsó a Maradona contra Brasil, en ese Mundial, por reaccionar, refrendando la mayor injusticia del fútbol con los creadores. Algo de todos los tiempos. Pero cuando en México 86 los jueces fueron justos, Diego cautivó a todos y repatentó la magia. La “apilada” pasó a llamarse Maradona, por esa jugada ante los ingleses. Diego no tuvo frenos ni hubo asociaciones –futbolísticas- ilícitas para romper su juego antirreglamentariamente.

Pelé y Maradona fueron distintos técnicamente. Podrían haber jugado juntos. A pesar de que en el mundo aún hoy, se pretenda establecer una comparativa búsqueda de cuál fue el mejor. Los dos lo fueron. Cuando en la Argentina no se acostumbraba andar con camisetas de fútbol como remeras de paseo, en los años 70, los únicos de avanzada que se veían llevaban la verde-amarilla con el 10 en la espalda. Diego fue admirado en Brasil como Pelé lo fue acá. Hoy un moreno aparece en el Maracaná con la camiseta argentina con el número 10, en el Brasil – Argentina del (…) 29 de abril y nadie se sorprende.
Es vendedor jugar con la pregunta sobre cuál fue el mejor. Es propio del fútbol comparar y pontificar sobre cuál fue el mejor. En cualquier lugar del mundo una discusión de fútbol empieza y termina igual. Pelé fue el mejor. Maradona fue el mejor. Tienen razón. Los dos tienen razón.
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Extraído de los textos "Ellos dos. Solo ellos dos" de Jorge Goötting y "El Mejor y el Mejor" de Julio Marini, publicados para El Libro de Oro de los Mundiales, Diario Clarín, Buenos Aires-1998, adaptados para este blog.
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El futbolólogo