Miércoles 27 de Mayo de 2009
DÍA DE LA REVOLUCIÓN BLAUGRANA



Desde principios del siglo XX el fútbol fue protagonista de una inagotable cantidad de invenciones, auténticas revoluciones tácticas, que le dieron un cambio a su fisonomía y a su ritmo de juego. Desde la W–M a la «Punta de lanza», desde el «Catenaccio» al «Fútbol Total» y desde el 2–3–5 al 4–5–1, nuestro mejor deporte fue cambiando, para bien o para mal del espectáculo, pero siempre para ganar títulos.
No obstante, nada de esto habría sucedido sin la comunión del técnico con sus jugadores y sin la garantía de una dirigencia que los respalde. La complicidad, entendida como solidaridad y camaradería, es probablemente la única y verdadera revolución táctica, secreto, néctar del balompié. Los técnicos verdaderamente exitosos son aquellos que logran armar un equipo de "cómplices", independientemente de los títulos que obtengan en el camino. Un equipo sin códigos de complicidad no puede sostenerse ni con elogios periodísticos, ni con dinero.
Un plantel donde confluyen hombres de distintas edades e inquietudes debe contar con un entrenador que sepa hacer de jefe de los mayores y de padre de las jóvenes promesas. Un técnico que es con todos sus jugadores del mismo modo no trata a sus hombres como personas, no los conoce ni se esfuerza por conocerlos. Tratar como persona al futbolista implica ayudarle con la misión que le toca dentro del campo, con lo que sus compañeros esperan de él, algo que parece fácil pero que no lo es porque muchas veces las estrellas son indóciles a las misiones. Un entrenador debe saber “negociar” con sus estrellas. Carlos Bianchi, por ejemplo, le daba permiso a Riquelme para ir a jugar por plata a la villa de Torcuato los días de semana, a cambio de que dejase el alma los domingos en la cancha. El negocio le terminó saliendo bárbaro y así pudimos ver la mejor versión de Román de toda su carrera futbolística. Sin embargo, no por hacer tratos con él lo trataba diferente delante de los demás: «jamás llamaba a nadie ni por el apodo ni por el apellido: siempre por el nombre» (palabras de Mauricio Serna, volante central de aquel plantel de Boca). De todas formas, no hay camaradería que aguante sin un ingrediente esencial: la motivación. Un equipo motivado es una comunión de hombres que delegan el interés personal para y por el bien general. «El fútbol es un estado de ánimo» decía Menotti y muchas veces, cuando el técnico ha perdido la capacidad de motivar, es necesario que aparezcan jugadores que sepan hacerlo.
Un equipo grande debe contar, además, con un “gran capitán” que sea, entre otras cosas, los “ojos del técnico” dentro del campo; una persona que dé todo por su camiseta y que nunca baje los brazos ni aún perdiendo la final de un Mundial frente al local (como el "Negro Jefe" Obdulio Varela). El dichoso capitán debe ser un embajador orgulloso de vestir sus colores (como Maradona); debe ser reconocido por su trayectoria (como Francéscoli en River) y respetado por las hábiles estrellas, cuando las hay en cantidad en el plantel (como Carlos Alberto Torres en el Brasil de México ´70).
Por todo lo anterior, hoy pongo como ejemplo al Barça de “Pep” Guardiola, un equipo que no inventó nada tácticamente, que juega 4–3–3 antiguo, algo que las nuevas alineaciones abandonaron hace rato ya ¿por qué no decirlo? Un «Equipo» donde el técnico trata a cada jugador de forma diferente y en función de lo que cada jugador necesita, demostrándole al resto de sus compañeros que ese trato es lo mejor para él y para todos. El club donde juega el futbolista mejor pago de todo el mundo: Lionel Messi, un chico que no se "autogestiona", como pretendía el ex-mister Franck Rijkaard - el holandés decía que los jugadores ganaban muchísimo dinero, por lo cual sabían gestionarse y eran lo suficientemente maduros como para gestionar sus libertades también -. Dicha autogestión no le dio buen resultado a Ronaldinho ni a Deco, por ejemplo. Probablemente, si Rijkaard los hubiese tratado como personas, con miles de defectos como todos tenemos, ninguno de los tres estaría hoy donde está.
Queda claro que en este Barcelona de Guardiola los jugadores no son tratados como estrellas. A ellos se les cobra una multa de 500 euros por llegar tarde a un entrenamiento, sean 10, 15 o 1 minuto; sea Messi o sea Busquets, lo mismo. Este Barça colectivo trabaja duro por el lucimiento de todos, porque Etóo sea el máximo goleador y porque Valdés sea el menos goleado (casi consigue el record de la historia de la Liga, quedó a un partido y ½ de lograrlo); porque Messi sea el Balón de Oro y porque Xavi e Iniesta sean el de Plata o el de Bronce. Los de arriba quieren batir el record del Madrid de DiStéfano, Puskas y Del Sol; los del fondo se matan por cada pelota (como diría John Gregory: «los delanteros ganan partidos, los defensores ganan campeonatos»). Los suplentes quieren entrar y entran; los titulares quieren descansar y van a la cancha a verlos. Su dinámica está repleta de sociedades futbolísticas: Dani Alves con Messi; Messi con Etóo y Henry; Etóo y Henry entre ellos; Iniesta con Xavi y Messi; Xavi con todos; Victor Valdés con los del fondo; los del fondo con los del medio: Todos con Todos. La máxima victoria es la defensa del sistema y atrás vienen los títulos. Contra este Barça es difícil ganar porque ellos ya son ganadores al tenerse a sí mismos.
A este grupo tampoco le faltan motivadores, como Keita, el único imprescindible por su gran aporte en esta tarea. El maliense es el insumo del equipo, une a todos y los alienta cuando las cosas van mal. Según palabras de Guardiola: «es el único que tiene el contrato asegurado en su plantel». Puyol, a su vez, es “el gran capitán” que todo lo da y al que nadie le niega nada. Xavi, Iniesta y Víctor Valdés le segundan cuando no puede asistir por lesión, sustitución o suspensión. Todos motivan, pero la «Gran Motivación» de hoy es ganar la final de la UEFA Champions League. Ningún equipo que la haya obtenido jamás ganó la Copa del Rey y la Liga el mismo año, ninguno de España, aclaro. Enfrente estará el Manchester United de sir Alex Fergunson, el Campeón del Mundo, el del "Balón de Oro" Cristiano Ronaldo. Este partido, como mucho, durará un par de horas. Si lo ganan irán por el Mundial de Clubes, la gran materia pendiente del Barça. Pero si no lo hacen los estaremos esperando para festejar juntos el triunfo del «Equipo» porque, como diría Dolina: «un equipo de hombres que se respetan y se quieren es invencible y, si no (...), más vale compartir la derrota con los amigos, que la victoria con los extraños o los indeseables».


Fuentes:Revista El Gráfico. Diarios La Nación, La Vanguardia, el Periódico y Sport. Alejandro Dolina, extracto de su libro:"Crónicas del ángel gris".


El Futbolólogo
Willam y Johan
PRÍNCIPES HOLANDESES
DEL BALÓN


Esta es una historia que duró tan solo cuatro años, desde 1970 a 1974, un período relativamente corto para que un país se convertiría en el más importante de su época, futbolísticamente hablando. Y como andamos con rigor de almanaque ponemos al 6 de mayo de 1970 como la fecha clave para darle inicio, porque fue aquel miércoles por la noche cuando el Feyenoord, club del barrio obrero de la ciudad de Rótterdam, obtuvo la primer Copa de Europa para su país, Holanda, con un 2-1 final frente al Celtic Glasgow escocés. El gol de la victoria, que cayó recién en el minuto 27 de la prórroga, multiplicó el festejo por los cientos de hinchas que habían viajado en tren hasta Milán para presenciar el partido, en tanto que otros miles, que se quedaron en casa siguiéndolo por TV, se emocionaron de ver como, en un país donde el fútbol era un deporte prácticamente residual, un equipo suyo se coronaba campeón europeo por primera vez. Pero la alegría duró bastante poco, vamos a decir, ya que en los meses siguientes quedaron eliminados de la misma competición a la que acudían como defensores del título. Igualmente, no se amedrentaron y viajaron en agosto para la Argentina a disputar contra Estudiantes de la Plata la Copa Intercontinental. El primer partido fue empate 2 a 2 en la cancha de Boca y a su regreso, en el Estadio “De Kuip” de su ciudad, el Feyenoord consiguió la victoria 1-0 con la cual pudo curar las heridas. En esta etapa de recobro de la moral del equipo, fue fundamental la participación de un jugador, Willem van Hanegem, quien contagió con su garra al resto de sus compañeros.


"Wim" era un formidable 5 - 10 (mezcla de la tenacidad de Matthaüs con la potencia de Ballack) con un dominio del balón y un pase-gol inigualables. Sus tiros libres parecían lanzamientos de basquet al ángulo y su cabezazo - rara vez se vio algo mejor - era una estocada matadora para los arqueros rivales. Con él el juego era sencillo. El compañero solo tenía que buscarlo y ya se ubicaba a sí mismo. Siempre parado en el punto más central de la línea media - casi por donde se hace el saque mismo - abría el juego con pases precisos que, si llegaban a darle tiempo, iba a buscar al área como el mejor goleador que era. De carácter introvertido, su temperamento lo hacía temerario en el medio juego y su visión estratégica, que le brotaba natural de solo calmarse un poco, jamás encontró herederos ni en el Feyenoord ni en la selección holandesa.





El club roterdanés ya jugaba “fútbol total”, una nueva manera de mover el balón en la que prevalecían los roles sobre los puestos. Pero se sabe que los primeros en desarrollar este estilo fueron los jugadores del Ajax de Ámsterdam cuando, en 1965, se había hecho cargo del equipo el técnico “Rinus” Michels. El “método Michels” básicamente hacía referencia a que todos los jugadores del equipo podían atacar o defender ya que, si bien tenían sus posiciones dentro del campo, no se ajustaban a ellas. Pero el fútbol total no se hubiera conocido nunca a no ser por un extraño jugador que combinaba como nadie el estallido veloz de Di Stéfano con la gambeta de Pelé. El Nº 14 del equipo de la capital era un flaco desgarbado y rebelde capaz de moverse por todos los sectores del campo prácticamente a la vez. Su estilo contradecía un poco las leyes del fútbol. El Johan (Cruyff) de nuestra historia, conquistó con Ajax su primer Copa de Europa el 2 de junio de 1971, luego de vencer por 2 a 0 al Panathinaikos del entrenador Ferenc Puskas, vieja figura del fútbol europeo, en el legendario estadio de Wembley. Los ojos del mundo estaban fascinados con el fútbol envolvente, abierto y de ritmo vertiginoso de este bailarín que consiguió el Balón de Oro con engaños ambidiestros, divirtiéndose como nadie a costilla de sus rivales.





A pesar de contar con el genio inagotable de Cruyff, Ajax no quiso jugar la Intercontinental y ya para 1972 el buen Rinus se alejó del club tras una jugosa oferta del FC Barcelona. Stefan Kovacs, un rumano que supo reproducir la fórmula al pie de la letra, le sucedió en el puesto y juntos lograron el bicampeonato europeo luego de sobrepasar fácilmente en la final al Inter de Milán por 2-0, en un partido en el cual (como se vio en el video) no pudieron parar Johan ni con marca personal. Esta vez sí decidieron jugar la Intercontinental y la ganaron, luego de empatar 1 a 1 con Independiente de Avellaneda, en Argentina, y con la victoria por 3 a 0 en Ámsterdam. Sin embargo, aquel grandioso logro deportivo no le alcanzó a Cruyff para obtener por segunda vez el Balón de Oro - se lo dieron a Beckembauer, capitán de la selección de Alemania Federal campeona de la Eurocopa´72 -. Pero en la siguiente edición del torneo (1973) Ájax fue otra vez la principal atracción tras derrotar al CSKA Sofia, al Bayern de Münich, al Real Madrid y a la FC Juventus en la final, que poco pudo hacer contra la energía atómica que generaban los holandeses al mover el balón. Con un tempranero gol de Johnny Rep, el Ajax simplemente tuvo que mantener la posesión de la pelota hasta el final del juego y, después de 90 minutos de fútbol de un solo lado, la copa europea fue suya por tercera vez consecutiva. Otra vez se negaron a jugar la Intercontinental e idénticamente, como ocurriese en 1971, un nuevo Balón de Oro le fue entregado a Cruyff. Para la siguiente temporada, Johan fue transferido al FC Barcelona de España en donde se reencontraría con su maestro Rinus Michels. Ese fue el final del período más glorioso del fútbol holandés a nivel de clubes. Fueron cuatro campeonatos europeos seguidos y dos Intercontinentales. Wim van Haneggem y Johan Cruyff se reencontrarían en el equipo nacional para conseguir, entre los meses de junio y julio de 1974, la máxima gloria para su país: el ser recordados protagonistas del fútbol total de aquella famosa "Naranja Mecánica" del Mundial Alemania ´74. Pero eso, como ya saben, merece un capítulo aparte.


El Futbolólogo


Historia del Hincha
RACING CAMPEÓN
2001


"Del dolor y de la fiesta", por Hernán Casciari.

La noche del 27 de diciembre de 2001, una semana después del caos, ya habíamos tenido cuatro nuevos ex presidentes, y yo buscaba con desesperación, en Barcelona, un bar con TV satelital para ver a Racing salir campeón en un país que se estaba cayendo a pedazos. Recuerdo el bar, casi vacío. Dos españoles mirando esa final como quien ve llover, un camarero aburrido y con sueño, y un chico argentino, desgarbado, envuelto en una bandera celeste y blanca, sentado solo en una mesa, agarradito a una botella de cerveza Damm. Cristina y yo nos acodamos en la barra. Afuera era invierno cerrado: la temperatura no hacía juego con las tribunas que mostraba la tele, con la hinchada enloquecida y en cuero, revoleando las camisetas en el otro continente.
Había sido una semana muy rara. El día 20 me desayuné con una portada en la prensa: «Saqueos en Argentina», y el 21 con otra peor: «De la Rúa dimite en medio del caos». Desde entonces, en los informativos no se habló de otra cosa más que de la debacle de un pueblo. Los españoles me preguntaban por mi familia, si estaban bien, si les había ocurrido algo. Los taxistas, al escuchar mi acento, querían saber cómo era posible, un país tan rico, gente tan culta. Argentina se estaba yendo a la mierda como siempre: es decir, más que nunca. Pero esta vez yo no estaba ahí para sentirlo.
Nunca pensé que sería tan triste el fútbol. Desde que tengo uso de razón, uno de los milagros que más deseé en la vida es que Racing saliera campeón mientras viviera mi padre (confié siempre en su longevidad mucho más que en el equipo), que pudiéramos verlo juntos como lo vimos descender en el 83, como lo vimos resurgir un año después, contra Lanús en cancha de River. Ver juntos a Racing campeón, en el sillón de casa o en la cancha, y después ir a una plaza a gritar, a tocar bocina por las calles de Mercedes; eso quería yo.
A diez mil kilómetros, tan lejos y tan cerca del milagro, mis ojos miraban el monitor – aburridísimo partido – pero estaban en otra parte: mi vieja trayendo el mate, yendo y viniendo de la cocina al comedor, preguntando «cómo van»; mi papá en su sillón de siempre, mirando la hora, puteando al idiota que llama por teléfono (mi papá piensa que si alguien llama por teléfono en medio de un partido trascendente, es mujer o es gay). Y después mi sillón vacío. No podía dejar de pensar en mi hueco sin nadie, y me molestaba en el hígado saber que mi viejo tampoco estaba disfrutando porque le faltaba algo. No podía dejar de pensar que todo el mundo estaba en su sitio menos él y yo.
Cuando el juez señaló el centro del campo y pitó el final, Racing había salido campeón después de treinta y cuatro años. Yo tenía treinta, y un nudo en la garganta del tamaño de un pomelo. Automáticamente agucé el oído para empezar a oír los bocinazos de los coches en la Gran Vía. El silencio fue como un cachetazo. El chico argentino, desgarbado, que había moqueado en silencio durante todo el partido, ahora metía la cabeza entre los brazos y se hundía en el llanto. Pensé que seguramente también pensaba en su padre, en esas ironías.
Entonces miré al camarero y al dueño del bar, a ver si me hacían un guiño, pero lavaban las copas y miraban la hora esperando cerrar, como si en ese pitido arbitral no hubiese cambiado el mundo para siempre. Me acuerdo como si fuera ahora: mientras un comentarista hacía el resumen del partido por la tele, me puse de espaldas a Cristina para que no me pensara un maricón, para que no me viera llorar ni creyera que el fútbol, esa tontería, podía hacerme sufrir.
Lloré de cara a la pared, en un lugar del planeta donde Racing no era nada. Nunca – ni antes ni después – me había sentido tan lejos de todo lo mío, tan en orsai, desesperadamente solo. Lejos como nunca del dolor y de la fiesta.



Extraído del libro:

"España Perdiste", de Hernán Casciari (Barcelona - 2007).



El Futbolólogo
Elías Figueroa
EL FUTBOLISTA ILUMINADO



Elías Figueroa sigue siendo hoy un mito en la historia del fútbol. Recordado y querido por sus compatriotas chilenos y latinoamericanos, este 25 de octubre cumple 63 años. Pero para mí es una persona que me trae un grato recuerdo de la infancia, de una revista, de una peluquería y de un amigo. Gracias a él comencé imaginarme el fútbol de otra manera.


Ese recuerdo me transporta al día fuimos con mi amigo Eric a lo de un peluquero que atendía cerca de su casa, un tal Cirigliano. Tendríamos unos doce años cada uno y nos unía la calle. Yo lo acompañé a cortarse el pelo y mientras el tal Cirigliano éste le pasaba la máquina, casi al final del corte, me puse a mirar una Revista El Gráfico del año 1973 que había en la mesita de la peluquería. No me acuerdo si hice algún comentario o algo, pero el tipo se percató de que si no me lo daba se la iba a afanar seguro y entonces me lo regaló.


Habían varias notas en esa revista, que todavía conservo, sobre la selección argentina que fue a jugar las eliminatorias a Bolivia, el famoso equipo de «Los Fantasmas»; otra del Huracán campeón del Metropolitano; otra del “Beto” Alonso en River, de los goles de Potente en Boca, en fin. Pero la nota que más me interesó de esa revista era una encuesta realizada a periodistas latinoamericanos sobre cual sería la selección ideal, de aquel entonces, que pudiera enfrentar a su homónima de Europa, un posible equipo integrado por Maier, Beckenbauer, Facchetti, Krol, Johan Cruiff, Eusebio, etc., etc. Entre los encuestados figuraban periodistas deportivos de la talla de José María Muñoz, Nestor Ibarra y Carlos Juvenal (todos fallecidos a esta altura) y el equipo que había puesto El Grafico era este: Daniel Carnevali (arquero argentino); Enrique Wolf (Arg.), Roberto Perfumo (Arg.), Elías Figueroa (Chile) y Ricardo Pavoni (Uruguay) en defensa; Miguel Angel Brindissi (Arg.) y Clodoaldo (Br.) en el medio; Jairzinho (Br.), Carlos Caszeli (Chile), Teófilo Cubillas (Perú) y Rivelino (Br.) en la delantera. El equipo estaba con las fotitos de cada jugador en su puesto, como a mí me gustaba verlos. Hubo tres que fueron los más votados: Clodoaldo, Brindissi y Elías Figueroa, en ese orden. Yo al chileno no lo conocía de nada, nunca había oído hablar de él. Pero, no sé por qué, me llamaba mucho la atención su físico estilizado, fuerte. Quizás es raro lo que voy a decir, pero uno a un crack lo distingue a simple vista en una foto. Figueroa es considerado como uno de los mejores defensores centrales de todos los tiempos y eso es muy raro para un tipo que nunca consiguió ganar una Copa del Mundo, una Libertadores o una Copa América, digo ¿no? Su máximo logro fue la Supercopa Sudamericana con Peñarol en 1969. Y hago esta distinción como crítica constructiva ya que para mucha gente, como, por ejemplo, algunos de los periodistas encargados de votar para el Balón de Oro europeo, contemplan más los logros colectivos que los individuales (creo que la única excepción fue la de Johan Cruyff en 1974). De ahí que algunos consideren, con cierta razón, que Pelé fuese más que Maradona. Otro dato de rigor es que el chileno debutó a los 15 años, una edad bastante pronta para desempeñarse en una posición de gran responsabilidad como la de zaguero central, lo que demuestra madurez y fuerza física desde muy joven. La aparición se produjo en el Santiago Wanderers de Valparaiso, ciudad en la que nació y los 17 años, tras un breve paso por Unión la Calera (también de Chile), lo vendieron al nombrado Peñarol de Montevideo, un pase más que importantísimo para la época teniendo en cuenta su temprana edad y que éstos últimos venían de ser los Campeones Intercontinentales 1966. Pues bien, con Figueroa Peñarol salió tricampeón uruguayo 1967, 1968 y 1969 siendo, el joven chilenito, elegido Mejor Jugador de los Campeonatos ´67 y ´68 ¿Qué tal? Sin embargo, la foto que yo vi en esa revista era de cuando jugaba en Internacional de Porto Alegre, club que lo fichó en 1971. Como no podía ser de otra manera, bajo su liderazgo los «Colorados» llegaron a la cúspide nacional por primera vez y, para mejor, por partida doble, al convertirse en los campeones del «Brasileirão» 1975 y 1976. El primero de ellos fue el más importante, sin dudas, ya que lo ganaron con un famoso gol de él, el «Gol iluminado». La historia de este gol es buenísima: cuenta que el 14 de diciembre de 1975, en la final jugada ante Cruzeiro, en el «Gigante» da Beira–Rio, el cielo se encontraba completamente nublado. Valdomiro pateó un tiro libre desde la derecha y la pelota se elevó buscando el centro del área, donde se encontraba el zaguero listo para dar el salto. En ese mismo instante, un inesperado rayo de sol se dejó caer en el sitio exacto en que Figueroa corría y se elevaba, más alto que los defensores del Cruzeiro, y con un potente cabezazo metió el gol del campeonato.





En el país del “jogo lindo”, el de Valparaíso ganó todo a nivel individual: Fue elegido el Mejor Defensa Central durante cuatro temporadas: ´73, ´74, ´75 y ´76 y el Mejor Jugador de los años 1975 y 1976. Quienes lo vieron por entonces, hablan hasta el día de hoy de una técnica privilegiada y una fuerte personalidad y caballerosidad. Se distinguía sobre el resto porque era capaz de cortar el ataque contrario e inmediatamente salir jugando desde el fondo, con total elegancia. También destacaban su capacidad de liderazgo para ordenar la defensa, su cabezazo descomunal y su garra a toda prueba. Su fama no tardó en cruzar los límites del fútbol brasileño e inmediatamente eligieron como el Mejor Futbolista de América 1974, 1975 y 1976. En Palestino FC (1977–1981) se consagra Campeón de la Copa Chile 1977 y de la Liga del ´78, logrando una racha de 44 partidos invicto. Elías participó en tres Mundiales como internacional de la selección chilena: Inglaterra ´66, Alemania ´74 y España ´82, y aunque en ninguno de ellos «La Roja» pudo clasificar para la segunda ronda, el dato sirve, al menos, para darnos una idea de su gran nivel y su excepcional estado físico si pensamos que podría haber jugado tranquilamente cinco mundiales. A los 35 llegó la hora de su retiro, tras un breve paso por la MSL estadounidense, como marcador central del Colo-Colo de su país. Fue un jugador excepcional, sin dudas, querido y respetado por todas las hinchadas.





El Futbolologo
Encuesta
¿LA SELECCIÓN DE TODOS?

Esto de armar selecciones con jugadores de distintas épocas no es ninguna novedad, ya se sabe. Más aún, cuando con la llegada del nuevo milenio toda la prensa deportiva se lanzó a encuestar al público para elegir la “Selección del Siglo” de distintos países. En el nuestro, la publicada por el diario Clarín fue sin dudas la más aceptada: Fillol; Lucho Sosa, Perfumo, Passarella, Marzolini; Brindissi, Pipo Rossi, Maradona; Houseman, Batistuta y Kempes.
Ahora lo que proponemos es actualizar el equipo, tanto en nombres como en dibujo táctico. Si a alguno le interesa la propuesta puede comentar. Allá vamos…

Fillol queda.

El Pato es un indiscutido absoluto. Ni antes que él ni después hubo otro arquero con tanta personalidad, colocación y reflejos. Es probable que muchos nombres apunten a Amadeo Carrizo y es verdad, fue un precursor y un visionario, pero dos por tres gambeteaba mal a los contrarios y se comía goles (como en el 1 – 6 contra Checoslovaquia en Suecia´58). Carnevale y Roma también fueron grandes arqueros, Roa entre los más nuevos, pero queda el Pato.
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Ruggeri, Ayala, Passarella.

Cambiamos la defensa de cuatro por una de tres bien aguerrida, con juego aéreo como para ganar la Premier League. Ayala sería el líbero, Ruggeri y Passarella los stoppers. El Cabezón va con la marca fija, como en el ´86, Daniel más suelto y con salida por el centro.


Dos carrileros y un volante central.

Mediocampo dinámico y ágil con Zanetti como carrilero por derecha y Olarticoechea haciendo lo propio por la izquierda. Los dos como válvula de escape del 5 (Redondo) en los momentos de apriete, dándole aire al juego y corriendo la pelota por los laterales y el centro.

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Brindisi, Maradona y Kempes.

Miguel Angel recorriendo el callejón del 8, entre Redondo y Pupi Zanetti, ayudando a recuperar, pero principalmente cumpliendo la misión de dejarle “lustrada” la pelota a Diego - como Burruchaga en el ´86 y en el ´90 -. Kempes más atrasado, al estilo Menotti, jugando bien de 10 y comiéndosela hasta llegar al arco, con el 9 barriéndole la marca y Maradona acompañando en el toque del Matador .

Arriba “Batigol”.

Nada, 9 de área, yendo a buscar el centro al palo contrario de Kempes o Brindissi, según la jugada, moviéndose para dejarles el callejón limpito a Mario o al “Pelusa” y buscando el gol en todo momento.

Este sería más o menos el dibujo tático:
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Fillol

Ayala
Ruggeri Passarella
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Zanetti.... Redondo Olarticoechea
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Brindisi Maradona Kempes
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Batistuta
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Ahora bien, como todo el mundo sabe, la desición de armar un equipo de todos los tiempos siempre es difícil y, para no dejar nombres afuera, acá preponemos los siguientes recambios:

Pumpido o Goyco.

Habrá que eligir entre la seguridad de Neri para salir a cortar los centros o los penales atajados por el Vasco Sergio Goycochea.
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El "Mariscal" y Silvio fijos.

Uno iría por Ruggeri o Ayala, el otro por Olarticoechea, pero lo seguro es que, tanto sea de titular como de suplente, Roberto Perfumo y Silvio Marzolini juegan en este equipo.

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El segundo lateral, el primer problema.

Con Marzolini como lateral izquierdo el dilema del otro lateral bien podría estar resuelto, ya que tanto a Zanetti como a Olarticoechea les ha tocado jugar con la pierna cambiada varias veces. Pero ¿qué hacemos con el half derecho del siglo Lucho Sosa? ¿Se puede dejar afuera a un 4 centrador de lujo como Jorge Olguín? ¿Y al batallador Juampi Sorín, no lo ponemos? Lo dejo en sus manos.


Rossi y Verón, Mascherano y "el Cholo".

Está claro que Redondo no tiene suplente. Sin embargo, la propuesta de jugar con defensa de cuatro y un doble 5 en el medio - al estilo "Coco" Basile - siempre nos ha dado buen resultado. En ese caso, la dupla Rossi - Verón sería ideal para arrancar el partido, con buen toque a ras del piso y jugando al pivote vertical (con la Brujita adelantándose y Pipo sin cruzar la línea media). La segunda, más combativa, se adaptaría mejor a esos partidos de dientes apretados y jugados al "filo del reglamento", con Mascherano como central izquierdo y Simeone de central derecho, pero los dos corriendo en la misma línea. Ustedes eligen: Buen juego o buena pierna.

Bochini y Riquelme para tener la pelota.

Acá empezamos con el recambio de Brindissi y Kempes. Esta sería la opción ideal para aguantar los partidos. El "Bocha" y Román juntos, con Diego y un delantero boyando para mandarla a guardar.


Burruchaga - Messi, la segunda opción.

Sigue el mismo dibujo táctico: cuatro defensores, doble 5 en el medio, Maradona y un 9 de área. Messi y Burruchaga como asistidores de Diego y como descarga del 10.

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Jugar con wines también se puede.

Y qué wines!! Los dos juntos, explotando al máximo la velocidad de Caniggia y la gambeta de Houseman. Acá se puede jugar tanto 4-3-3 como 5-3-2 (contraataque a la italiana) con Brindissi, Redondo y Maradona en el medio.

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El suplente de Bati.

De todos hay que elegir uno, no queda otra. Luque fue el que mejor se entendió con Kempes. Fue un 9 solidario al estilo Tevez, moviéndose por todo el frente de ataque para barrerle la marca a su compañero goleador. Crespo, por su parte, es el segundo máximo artillero histórico del conjunto nacional. Di Stéfano y Labruna jugaron juntos en River y en la selección y dejaron su huella como rompe-redes del fútbol argentino.

Hasta aquí llegamos con los nombres. Creemos que no nos falta nadie, pero igual nunca se sabe. Si no ya me dirán algo ustedes.



El Futbolólogo