– 1966 –

EL MUNDIAL DE LAS IMÁGENES




En 1960, Sir Stanley Rous, antiguo Secretario de la Federación de Fútbol de Inglaterra, elevó a la FIFA la propuesta de celebrar en ese país la octava Copa del Mundo como homenaje al centésimo aniversario de la creación del fútbol, que se cumpliría en 1963. Por aquel entonces el presidente de la máxima entidad era su compatriota Arthur Drewry, quien, vaya casualidad, fue sucedido un año después por ¡Stanley Rous! Así y todo, ninguna de las demás federaciones estuvo en contra de que los inventores del fútbol celebraran en su casa el torneo. Pero lo que nadie tuvo en cuenta fue que, a la hora de los hechos, con Rous al frente de la FIFA los ingleses también intentarían ganar el mundial.


En lo futbolístico, Inglaterra´66 fue una prolongación natural de la liga inglesa ya que, con el transcurso de los partidos, el ritmo de la competición se fue nivelando al estilo británico de “patear y correr”. La táctica colectiva ocupó el lugar del virtuosismo individual, algo que ya venía sucediendo desde comienzos de la década con la Copa de Europa y la Libertadores, donde el Real Madrid de Di Stéfano y el Santos de Pelé habían entregado la posta a equipos más amañados. Quizá la única excepción a la regla, al menos en lo que concierne a clubes, fue el Benfica portugués. El equipo de Eusebio llegó a disputar cinco finales de la Copa de Europa (1961/62/63/65/68), ganando las dos primeras y trasladando su estilo a la selección, que acabó haciendo el mejor mundial de toda su historia.


Inglaterra´66 fue también el primer torneo televisado. El 11 de junio, 29 países vieron en directo por la BBC el partido inaugural del grupo A entre anfitriones y uruguayos. A pesar del 0-0 final, el equipo inglés sorprendió con un 4-4-2 sumamente funcional a los tiempos que corrían. Su entrenador, Sir Alf Ramsey, había tomado prestadas las tácticas más efectivas de la Copa del Mundo, rompiendo lazos con la vieja W-M que tan malos resultados le había dado a los creadores en ediciones anteriores. Si usted ha leído “1950/1954: La Punta de Lanza no gana Mundiales” entenderá que Ramsey, como buen admirador de la Máquina Húngara que había sido en su juventud, utilizó una delantera “bisagra” igualita a la de los magiares mágicos, pero vigilada desde atrás por una "defensa uruguaya". De esta forma, prescindió de la posición fija de los wines y del centrodelantero, haciéndolos jugar como volantes en una tercera línea custodiada a la vanguardia por dos atacantes, encargados únicamente de esperar el pelotazo, y a la retaguardia por un volante-tapón. La idea de un quinto defensor "libre", delante de la línea de cuatro zagueros, fue extraía del catenaccio italiano. Así, el equipo fue evolucionando de un 2-3-3-2 (defensa uruguaya- ataque húngaro) a un 4-1-3-2 (catenaccio invertido-ataque húngaro) y de ahí a un 4-4-2. Semejantes tareas, como se imaginarán, solo podían ser coordinadas por un verdadero crack. Bobby Charlton era el nombre del todo terreno de aquel equipo. El del Manchester United fue el mejor punta de su época, goleador histórico de los Diablos Rojos (249) y de la selección nacional (49) y el único inglés que llegó a ocupar tres podios en la elección por Balón de Oro (lo ganó en 1966). Charlton fue también uno de los pocos sobrevivientes de la tragedia aérea de Munich que en 1958 se cargó con la vida de 23 hombres del club, muchos de ellos sus amigos más íntimos. Desde entonces, la vida del calvo nº 9 cambió para siempre y, a pesar de haber sido campeón del mundo con Inglaterra y campeón europeo con el United, jamás volvió a sonreir, salvo para mostrar su buena educación.




La transmisión televisiva también permitió paladear en directo el debut mundialista de Franz Beckenbauer. Alemania integraba el grupo B con Argentina, España y Suiza. En su segundo enfrentamiento, contra los argentinos, Antonio Rattín recordaría con alegría las razones del 0-0 final: “Tal vez al equipo (argentino) le faltaba un poco de llegada, pero estábamos bien armados en el medio. Para dar un ejemplo de la calidad del equipo, siempre cuento que un espía alemán había visto nuestro partido con España y cuando jugamos con ellos, su técnico mandó a Beckenbauer a seguir por toda la cancha a Ermindo Onega. No jugó ninguno de los dos y nos salvamos de Beckenbauer ¡que ya era un jugador enorme!”*. Para clarificar la dimensión del fenómeno alemán nadie mejor que Eduardo Galeno. El escritor uruguayo, que en aquel entonces tenía veinticinco años, recordó en su libro El Fútbol a Sol y a Sombra el impacto visual que le generó ver al bávaro por primera vez en televisión: “Fue en el Mundial del 66. Alemania jugaba contra Suiza. Uwe Seeler se lanzó al ataque junto con Franz Beckenbauer, Sancho Panza y Don Quijote disparados por un gatillo invisible, vaya y venga, tuya y mía, y cuando toda la defensa suiza había quedado inútil como oreja de sordo, Beckenbauer encaró al guardameta Elsener, que se arrojó a la izquierda, y definió a la carrera: pasó por la derecha, tiró y adentro. Beckenbauer tenía veinte años y ése fue su primer gol en un campeonato mundial (…) Había nacido en el barrio obrero de Munich este emperador del medio campo, llamado Káiser, que con hidalguía mandaba en la defensa y en el ataque; atrás, no se le escapaba ninguna pelota, ni mosca, ni mosquito, que quisiera pasar; y cuando se echaba adelante, era un fuego que atravesaba la cancha”.** Por suerte para Galeano, las imágenes hoy se pueden ver en Internet como muestra de que estaba en lo cierto el hombre.




En Liverpool y Manchester jugó el Grupo C, el de la catástrofe de Brasil. En el primer partido, los campeones del mundo vencieron a Bulgaria por 2-0 con goles de Pelé y Garrincha en la que sería su última fechoría juntos. Pero luego Pelé se lesionó y Brasil perdió 3-1 ante Hungría, en un partido bastante violento para Garrincha. En el último match, contra Portugal, Garrincha no salió y el que recibió fue Pelé, que acabó fuera del campo lesionado. Al término del torneo, varios periodistas analizaron el papel que jugaron los árbitros Ken Dagnall y George McCabe en ambos encuentros. Solo como dato agregaré que, tanto uno como el otro, eran colegiados ingleses.


El Grupo D fue el grupo de “los comunistas”. En plena Guerra Fría, rusos y coreanos del norte saboreaban el triunfo a costillas de Chile e Italia, esta última, demasiado confiada en su letal contragolpe. Los itálicos no conseguían pasar de la primera ronda desde los torneos del 34 y el 38, una verdadera vergüenza para un país que presumía de tener a los dos últimos campeones de Europa: el Milan (1963) y el Inter (1964-65). La derrota con URSS (1-0) no fue nada comparada con la humillación que debieron soportar ante los coreanos. Luego del gol de Doo a los 42´ de la primera parte, Italia creyó que lo remontaría en el segundo tiempo. Pero los asiáticos eran una verdadera guerrilla, se multiplicaban de a miles cerrando todos los espacios. Sin embargo, la travesía de Corea del Norte acabó en los cuartos de final cuando cayeron eliminados a manos de Portugal. Los coreanos llegaron a ir arriba por 3-0 en el primer tiempo, hasta que Eusebio sacó la garra y se terminó la historia. La “Pantera de Mozambique” metió cuatro goles en una hora y el centro para que Torres materializara el 5-3 final. Un partidazo.



En marzo de 2010, el periodista J. Carlos Jurado escribió para el Diario MARCA de España:“En cuartos de final, el árbitro alemán Rudolf Kreitlein expulsó en la primera parte al capitán argentino Rattín al creer erróneamente que le había insultado mientras protestaba una falta. La polémica llegó en el minuto 78. Hurst eliminaba a Argentina y metía a Inglaterra en semifinales con un tanto en claro fuera de juego. “Esto fue una estafa ¿Cuál será la nueva trampa?”, se preguntaba el periódico argentino Clarín. Pues llegó en semifinales. Inglaterra cambió la sede de la segunda semifinal y obligó a Portugal a jugar en Wembley en lugar de Liverpool, tal y como señalaba el calendario del Mundial realizado en enero. El partido tampoco estuvo exento de polémica. El colegiado francés Pierre Schwinte no quiso ver las clamorosas manos de los defensas ingleses en el área para no señalar ningún penalti a favor de Portugal”.*** Eusebio metió su noveno gol en la semifinal ante Inglaterra, que ganó 2-1 con dos formidables remates del mejor hombre del equipo, Bobby Charlton. Así, el portugués logró una marca jamás alcanzada por los artilleros siguientes y a finales de año fue distinguido con el Balón de Plata. Decir que Portugal perdió la semifinal porque debió abandonar su cede de siempre, Liverpool, donde era invicta, sería algo incierto. Pero lo que sí es real, es que después del escándalo producido en el Inglaterra-Argentina de los cuartos de final, ya nadie podía detener las sospechas. Luego de la expulsión del capitán argentino, el árbitro Kreitlein alegó que Rattín: “Me miró con mala intención. Por eso, me di cuenta de que me había insultado”. Lo cierto es que mientras un alemán dirigía los cuartos entre anfitriones y argentinos, un inglés, James Finney, cobró en el Alemania-Uruguay y echó a dos uruguayos. Nada de esto hubiera pasado a mayores si alemanes e ingleses no hubiesen jugado la final, como acabó sucediendo.





Alemania eliminó a la URSS de Yashin en la otra semifinal por 2-1. El gol de la victoria fue un remate de Beckenbauer desde afuera del área. El bávaro acabó siendo el tercer goleador del torneo (junto a Hurst, Porkujan y Bene, todos con 4 anotaciones), detrás de su compañero Helmut Haller, que marcó 6, y galardonado con el Balón de Bronce a finales de 1966. No obstante, Alemania también hizo espionaje en el mejor partido de Charlton -semifinal ante Portugal- y en la definición del 30 de julio, en Wembley, el Káiser fue obligado a marcar al inglés desde el inicio del partido. La decisión acabó siendo un pésimo negocio para los más de 90.000 espectadores que asistieron a la final con la ilusión de ver el mejor fútbol ofensivo de sus estrellas.


En cuanto al resultado, 4-2 a favor de Inglaterra, vale decir que los dueños de casa ganaron por dos razones: la primera, porque usufructuaron mejor que nunca la astucia del zaguero capitán Bobby Moore y del punta Joeff Hurst, ambos compañeros del West Ham, en el primero y cuarto gol de su equipo (el segundo fue de Martin Peters). La segunda, porque, para variar, los ingleses recibieron la mano del colegiado en su tercer gol. Sí, luego del 2-2 que forzó la prórroga, Hurst remató tras recibir un centro de Allan Ball, pero la pelota dio en el travesaño, picó y salió. El árbitro suizo Dienst se lavó las manos y pidió la colaboración del juez de línea, Bakhramov, que casualmente era soviético. El línea, que en una milésima de segundo entendió que era preferible recibir una sanción de la FIFA antes que un "llamado" de Moscú no nos olvidemos que la URSS había caído en semifinales contra Alemania, señaló el centro del campo con total seguridad convalidando el tanto de Hurst. Luego vendría el ya comentado gol de los "West Ham Boy´s" –pase de Moore a carrera de Hurst– y el festejo final. De esta manera, Inglaterra se consagró por primera vez Campeón del Mundo para la alegría de su gente y del presidente de la FIFA, Sir Stanley Rous, quién nunca previó que la televisación del torneo lo condenaría de por vida bajo cargos de piratería.



CITAS:


* “El Libro de oro de los Mundiales / 1930-1998” - redactores varios - ARTE GRÁFICO EDITORIAL ARGENTINO S.A. 1998, Buenos Aires.


** Eduardo Galeano, "El fútbol a sol y a sombra", Editorial Siglo XXI de España - 2006, pag 142.


***J. Carlos Jurado: “El regalo de cumpleaños de la FIFA” – http://www.marca.com/



El Futbolólogo