-1978-

NO LLORES POR MI ARGENTINA




“No llores por mí Argentina” fue la canción utilizada para muchas de las interpretaciones de “Evita”, un musical que debutó en 1978 y que narra la historia de Eva Duarte de Perón, primera dama de este país a mediados de los cuarenta. “La embajadora de los humildes”, como le decían, acompañó al general Perón en su primer mandato, un período de bonanza económica signado por el fin de la Segunda Guerra Mundial, que le había dado a la República Argentina su perfil de potencia agro-exportadora. Tras la muerte de Eva, el peronismo cayó en desgracia y el presidente se vio obligado a huir por la misma puerta trasera por donde había arribado al poder.


A su regreso, luego de casi veinte años de exilio en España, Perón se consolidó como la figura salvadora de la ambigüedad capitalista-comunista en la que había caído la patria austral. Su entrada, esta vez, fue por la puerta grande, arrasando en las urnas. Pero como sucede con casi todas las segundas versiones de las cosas, el segundo gobierno peronista no fue tan exitoso como el primero. Los militantes del partido que él y su primera esposa habían fundado, ahora aliados al comunismo por considerarlo la única opción válida contra el imperialismo yankee, le exigieron que se pusiera a la altura de los hechos. El curso de los acontecimientos se agravó con su muerte, acaecida el 1º de julio de 1974, y como respuesta a los ataques desatados por la izquierda guerrillera, el 24 de marzo de 1976 tomó el poder una nueva dictadura militar con el apoyo de los EE.UU. Detenciones, torturas, asesinatos, desapariciones, guerra, vaciamiento de la economía, transnacionalización de las empresas, hiperinflación... fueron algunas de las consecuencias de los siete años que duró el quinto golpe de Estado en la república, llamado a sí mismo: "Proceso de Reorganización Nacional". En esas circunstancias se celebró la Copa del Mundo de 1978.







En 1998 escribió Eduardo van der Kooy para El Libro de Oro de los Mundiales: “La realización y conquista del Mundial de fútbol fue solo uno –y el primero– de los tres objetivos centrales que persiguieron los militares argentinos en su afán por perpetuarse. Otro quedó trunco. Los aprestos bélicos para una guerra con Chile por el Beagle, en el cierre de ese mismo año, se redujeron a eso por la mediación del vaticano. El tercero fue su propia lápida. El choque con Gran Bretaña por las Islas Malvinas significó la desintegración del régimen y el retroceso histórico más dramático de las Fuerzas Armadas. Pero todo eso vino después. El Mundial 78 colmó las aspiraciones de los militares y, probablemente, sirvió también como detonador de las alocadas aventuras posteriores”.*


Cabe destacar que la sede de Argentina se decidió en un congreso de la FIFA celebrado en 1966, donde también se designó a Alemania y a España como organizadoras de los torneos previo y posterior al de 1978. En todo caso, en aquel congreso nadie podía prever lo que sucedería doce años después. Sin embargo, llegado el momento, João Havelange, flamante mandatario, hizo caso omiso a las manifestaciones que en el mundo reclamaban por una celebración más justa en un país democrático. A continuación expondré algunas de las razones por las que se cree que el presidente de la federación internacional no tomó cartas en el asunto.


En primer lugar, el tiempo. El golpe ocurrió en el 76 y el Mundial se celebró en el 78. Havelange evaluó el trabajo del gobierno militar y, al ver que todo se hacía en tiempo record, prefirió “no ver” las manifestaciones de las Madres de Plaza de Mayo, reclamando por sus hijos desaparecidos frente a la Casa de Gobierno argentino. El porqué de estas omisiones, según palabras de Andrew Jennings, responden a que: “Una de las empresas que poseía (Havelange) en Brasil había asegurado el campeonato”** ¿Y qué decir del asesinato del general Omar Actis? Actis había sido el primer presidente del EAM 78 (Ente Autárquico Mundial 78) y también el primero en poner en vilo la situación de ajuste económico, respecto a la organización del campeonato. Pero, sorpresivamente, Actis fue asesinado en un atentado que años más tarde se le atribuyó al almirante Carlos Lacoste, su sucesor en el EAM. Con Lacoste, el dinero proveniente de empréstitos con el FMI (Fondo Monetario Internacional) circuló a raudales, otra buena razón para volver a los negociados de Havelange. En 1974, el brasileño había llegado a la presidencia de la FIFA gracias a la conjura celebrada horas antes de deponer al anterior mandatario, el inglés Stanley Rous. Havelange, ex jugador de water-polo, presidente de la Confederación Brasileña de Deportes y miembro del Comité Olímpico Internacional (COI), tenía mayores ansias de poder y enriquecimiento que sus rivales y la astucia necesaria para contagiar de dichos sentimientos a los magnates del mundo deportivo como, por ejemplo, el alemán Horst Dassler. El empresario, hijo de Adolf “Adi” Dassler –fundador de Adidas–, fue su principal apoyo en las elecciones y Havelange, cuando ganó, le devolvió el favor concediéndole oportunidades para que su marca se impusiera también en el mundo del fútbol. Ejemplo de esto fue que, en la celebración inaugural del mundial al que nos referimos hoy, miles de chicos desfilaron en el estadio de River Plate vestidos íntegramente con la marca alemana. Por lo antedicho, queda claro que “todos ganaban” y, como no podía ser de otra manera, Lacoste también fue premiado con una vicepresidencia de cuatro años en la FIFA.


Con Lacoste al frente del EAM se remodelaron estadios, se construyeron tres nuevos en Mar del Plata, Córdoba y Mendoza y se creó ATC (Argentina Televisora Color) con tecnología de punta para la transmisión de la Copa. Como veedor de las obras, Henry Kissinger, ex secretario de Estado norteamericano y hombre fuerte de la CIA, se presentó personalmente en Argentina. El estadounidense no solo controlaba lo que se hacía con el dinero proveniente de los bancos de su país, sino que tuvo tiempo de hacer negocios él también. Kissinger persuadió a los militares de una inversión de 500 mil dólares para la contratación de la empresa publicitaria Burson–Masteller, con el fin de contrarrestar la campaña "anti-argentina" llevada a cabo por la prensa internacional. Cuando acabó el torneo, el país anfitrión ya había duplicado su deuda con el FMI.



De los dieciséis representativos, Alemania arribó sin su capitán y figura, Franz Beckenbauer, retirado de la selección algunos años antes. Además de éste, Paul Breitner se había pronunciado abiertamente en contra de la dictadura, por lo que los campeones del mundo llegaron con un equipo a medio hacer, mezcla de veteranos a un paso del retiro (como Vogts y Maier) y de unos jóvenes no del todo maduros (como Rumenigge, de 20 años). Por su parte, Holanda arribó sin Cruyff, otro de los que declaró estar en contra del golpe***, y sin Van Hanegem, reemplazados en cancha por los mellizos Willy y René Van der Kerkof, pero contando, a diferencia de los alemanes, con el resto de sus elementos prácticamente intactos. Al mismo tiempo, las selecciones campeonas de Uruguay e Inglaterra se sumaron a las ausencias, por no clasificarse, pero sí estaban las infaltables de Brasil e Italia, ambas repletas de nuevas caras. Por último, Perú y Polonia completaban la lista de los que estaban en condiciones de pelear el campeonato, mientras que el resto lo componían equipos con escasa experiencia mundialista –excepto Austria, que se clasificó para jugar la segunda ronda, Suecia y España, que no lo consiguieron–. Dadas así las circunstancias, Argentina´78 era también un mundial ganable para los argentinos; no obstante, había que ganarlo. Nadie conocía bien el nivel de los rivales. Platini, Zico, Scirea, Paolo Rossi o Rumenigge (futuros monstruos de la década del 80) eran tan debutantes como Tarantini o Luque, para quienes la localía, ese factor que por lógica beneficia, pesaba mucho más sobre los hombros. En definitiva, en un mundial sin favoritos, llegaría a la final el que diera más pelea.


A la hora de las convocatorias, el seleccionador argentino, vamos a decirlo, la pasó bastante mal. Menotti se había hecho cargo del equipo con la democracia, luego del fracaso del 74, cuando el equipo albiceleste arribó a Alemania con un cuerpo colegiado integrado por Cap, Varacka y Rodríguez en el banquillo. Un año después, "El Flaco" obtuvo con el juvenil el torneo Esperanzas de Toulón, en Francia, y de ese plantel se llevó a Passarella, Tarantini, Gallego y Valencia a jugar con la mayor. En el 75 la selección quedó 5ª en la Copa América, con Leopoldo Luque como goleador, junto con Ernesto Díaz de Colombia, y en el 76 vino el golpe. Para el mundial, el gobierno no le permitió convocar a los jugadores de Boca, campeones de la Libertadores y la Intercontinental´77, y con la lista casi cerrada, Carlos Lacoste bajó la orden de incluir a Alonso, figura en River Plate. Así fue como Menotti debió prescindir de Maradona, la joven estrella de Argentinos Juniors, participante en los partidos de la albiceleste desde 1977. En cuanto a lo meramente futbolístico, Argentina era un equipo rústico, pero con mucha verticalidad. El técnico había impuesto un juego rápido, con más toque que control del balón, parando a sus hombres con un 4-3-3. Fillol era el arquero, custodiado por un cuarteto de aguerridos debutantes en la zaga y con Américo Gallego cumpliendo las funciones de volante "tapón". Gallego era el relevo de Olguín, Passarella y Tarantini, cuando éstos decidían subir al ataque, en tanto que Luis Galván, primer zaguero central, siempre se quedaba abajo. En el medio campo, Osvaldo Ardiles era el decodificador del proceso de comunicación entre los defensores y los delanteros, haciendo sociedades entre René Houseman y Daniel Bertoni (alternaron partidos como wines derechos) con Jorge Olguín (lateral derecho) y entre Valencia y Ortiz (punteros izquierdos durante el certamen) con César Tarantini (lateral izquierdo). Por último, haciendo la "punta de lanza", Mario Kempes ingresaba desde atrás con pelota dominada por el carril centro-izquierdo, combinando su entrada al área con la salida de Luque, el centrodelantero del equipo. El "Matador", como le decían a Kempes, era el único internacional del plantel (jugaba en el Valencia de España) y uno de los tres sobrevivientes de la selección del 74, junto con Fillol y Houseman.



El debut fue con más garra que fútbol. A la victoria por 2-1 ante Hungría le siguió otra contra Francia por idéntico resultado. Italia fue la última cita antes de pasar a la segunda ronda. Ambos equipos estaban clasificados y solo tenían que definir quién se quedaría con la sede de Buenos Aires. La squadra azzurra, con el empate, inclusive, seguía primera por diferencia de gol. El partido se definió con el único tanto de Bettega y los de Menotti debieron armar las valijas para trasladarse a Rosario.



Como en Alemania, para la segunda fase se formaron otra vez dos ligas de cuatro equipos. Italia, Holanda, Alemania y Austria jugaron entre sí en Buenos Aires y Córdoba, mientras que Argentina, Polonia, Brasil y Perú lo hicieron en Rosario y Mendoza. Algunos aseguran hasta el día de hoy que el cambio de sede le vino bien al equipo de Menotti. El “Gigante de Arroyito” era un estadio donde los rivales sentían mucho más la presión de la gente, ya que en el de River las tribunas estaban más alejadas por la intermediación de pista olímpica. Además, Kempes se reencontró allí con los hinchas de Rosario Central, su antiguo club. Pero antes del viaje, su técnico le había aconsejado que se afeitara el bigote para romper el maleficio que no lo dejaba marcar gol. La noche del 14 de junio de 1978, El Matador marcó sus dos primeros tantos ante Polonia, uno de cabeza y otro de zurda, entrando en gambeta tras una asistencia de Ardiles. Pero eso no fue todo; el 10 argentino también provocó un penal, sacando con la mano un cabezazo de Lato sobre la misma línea del arco, que luego Deyna malogró en la ejecución. Menotti le había dicho a Fillol que si le adivinaba el palo se lo podía atajar, ya que el capitán polaco siempre los pateaba a colocar. Fillol atajó su primer y único penal en los mundiales el mismo día en que nació su hija y, casualmente, en el partido número 100 de la estrella europea con su seleccionado. El segundo encuentro no fue tan emotivo. Fue un 0-0 pálido ante un Brasil que, al no poder jugar su fútbol, se decidió a pegar patadas. Argentina no se quedó atrás y a los 13 minutos entre ambos equipos totalizaban 14 infracciones (Karoly Palotai, el árbitro húngaro, solo sacó tres amarillas). Brasil le había ganado por 3-0 a Perú y con el empate quedó primero en el grupo y, por ende, finalista. Como aliciente, en su tercer partido la Canarinha venció por 3-1 a Polonia y obligó a Argentina a ganarle a Perú por cuatro goles de diferencia. Menotti convenció a sus hombres de que podían anotar dos goles por tiempo si presionaban lo suficiente a sus rivales. Pero, como se vio durante el partido, a los locales se le fue la mano con el "pressing" y ganaron 6-0.




El 6-0 a Perú constituye una de las obras documentales más extensa sobre el fantasma de la corrupción en el fútbol. Muchas cosas se dijeron sobre lo que pasó en la previa de aquel partido, pero muy pocas de ellas fueron versiones acompañadas de una prueba contundente. De estos interrogantes, enumeraré aquí los cuatro que han adquirido mayor resonancia:


En primer lugar, se habló de un arreglo monetario con un grupo minoritario de jugadores peruanos. Sobre este tema, las monografías de David Yallop: ¿Cómo se robaron la Copa? (1999) y de Fernando Rodríguez Mondragón: El Hijo del Ajedrecista (2007), son las más famosas. Entre los implicados cobra fuerza la figura de Rodolfo Manso. El defensa peruano habría encendido la mecha en el año 79, cuando fue transferido al club Vélez Sarfield de Argentina. En esas instancias, Manso le confesó a un grupo de íntimos que había recibido un llamado la noche anterior al cotejo en la que le ofrecían 50 mil dólares por no oponer resistencia contra el equipo argentino. A esta versión se sumó otra (la segunda) que aseguraría que los de Menotti jugaron dopados, siendo, en este caso, el mediocampista peruano José Velazquez el principal acusador. Pero ninguno de los dos argumentos pudo ser probado o contrarrestado, y eso que ya pasó bastante tiempo como para que se ensuciara alguna que otra conciencia. No hubo reconocimiento alguno sobre las acusaciones recibidas por parte de los implicados. Lo más cercano a una declaración abierta fue la que realizó Oscar Ortiz en un documental en el año 2006, en la que solo se animó a decir lo obvio ante las cámaras: “Hay dinero y hay drogas, por lo tanto: si hay dinero y hay droga, hay doping y hay soborno”****. Mientras tanto, la tercera versión remite a un préstamo de 50 millones de dólares por parte de la Junta Militar argentina al gobierno peruano, también dictatorial, y a un donativo de cereales al término de la partida. Aquí sumaremos el trabajo realizado por el periodista británico Andrew Jennings, quién se tomó prestada la declaración de su colega peruano Tito Navarro, al que se le adjudica el descubrimiento. No obstante, y para la desdicha de ambos, la cédula, si bien existe, en el marco legal no constituye una prueba contundente ya que ambos gobiernos la encuadraban en un acto de solidaridad entre naciones. Para finalizar con este tema, la prueba más creíble de todas fue la visita del propio Jorge Rafael Videla, presidente argentino, y Henry Kissinger a los vestuarios peruanos, para intimidar al cuerpo técnico y a sus jugadores, testimoniada ante las cámaras por Percy Rojas y por el arquero peruano Ramón Quiroga. Sin embargo, como pasó con todo lo anterior, en este caso tampoco existen ni fotos, ni filmaciones, ni nada que confirme sus versiones.


En la otra liga, mientras tanto, no hubo problemas, ya que Holanda e Italia llegaron a jugar una especie de semifinal al definir entre ellas en su último partido el pase a la final. Ambos equipos le habían ganado a Austria y empatado con Alemania, por lo tanto, es menester hacernos la siguiente pregunta: ¿la FIFA no pudo preveer antes, cuando incorporó esta idea de los grupos en la segunda ronda a partir de Alemania´74, que alguna vez se podría dar el caso de Argentina y Brasil de 1978, es decir, que dos equipos no definiesen en el último partido su pase a la final entre sí, sino que lo hiciesen separadamente con dos rivales distintos? Y si es así: ¿no se deberían haber jugado ambos partidos a la misma hora, más aún, cuando habían dos sedes para dichos partidos, una en Rosario y la otra en Mendoza? Queda claro que la FIFA solo vio el beneficio económico en todo esto, ya que el jugar una segunda liga elevaba el número a 18 partidos más de los que se venían jugando cuando 8 equipos disputaban a eliminación directa la segunda fase del campeonato. Pero, si el tema era ganar horas de televisación: ¿acaso no hay testimonios de que la BBC ya hacía transmisiones en simultáneo doce años antes de este campeonato del 78? Si existe una prueba contundente de que hubo corrupción en el 6-0 a Perú es esta: el darle al equipo argentino la posibilidad de conocer el resultado por el que debía ganarle al combinado peruano, por abultado que fuese, en perjuicio de Brasil. Probablemente Havelange creyó que Argentina no ganaría su partido por cuatro goles de diferencia, especulando con la posibilidad de poder lavarse las manos con el fracaso de los de Menotti. Argentina disputó la final contra Holanda en el estadio Monumental de River Plate. Luego del 1-1, Robert Rensenbrinck estrelló un tiro en el palo del arco de Fillol en el minuto 90. El gol no habría sido tan injusto contando lo anterior y que los naranja llegaban por segunda vez consecutiva a una final. Pero no fue así. Argentina ganó en la prórroga por 3-1, con Mario Kempes acabando el torneo como goleador y figura y con Daniel Passarella consagrado como primer capitán argentino en levantar una Copa del Mundo. En la calle, los festejos duraron lo que duró la euforia y, como pasa con todo lo que embriaga, el regreso a la realidad fue un golpe duro para todos. Al término de la dictadura, la gente conoció la verdad. Los ignorantes se sorprendieron, los que sospechaban corroboraron sus dudas y los que sabían pudieron hablar por primera vez, sin temor a represalias. Argentina´78 fue un mundial transformado en conspiración fascista, planificada desde el alto mando militar argentino, financiada desde el extranjero y que contó con la ayuda de algunos miembros de la FIFA. Le pido disculpas al lector que ha llegado hasta aquí por la extensión de esta columna. Como se imaginará, como argentino que soy, esta crónica me exigía un compromiso mucho mayor con la verdad.



Dedicado a los jugadores argentinos que protagonizaron la gesta deportiva del 78 y a los futbolistas del resto de los países participantes, quienes fueron usados en beneficio de un grupo de cobardes mafiosos y asesinos que jamás serán perdonados.


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CITAS:


* Eduardo van der Kooy: “Un grito en la Oscuridad”. El Libro de Oro de los Mundiales / 1930-1998 - redactores varios - ARTE GRÁFICO EDITORIAL ARGENTINO S.A. 1998, Buenos Aires.


** Andrew Jennings: Tarjeta Roja. El libro secreto de la FIFA: sobornos, manipulaciones de votos y escándalos con las entradas. EDICIONES DE LA TEMPESTAD – 2006 – Barcelona; Pág. 40.


**** Declaración de Oscar Ortiz, wing izquierdo argentino, tomada del documental: Mundial 78. Verdad o Mentira, Argentina -2007, dirigido por Christian Remoli.



ACLARACIONES:


*** El astro holandés Johan Cruyff declaró en 1978 que no participaría de la Copa Mundial por tener diferencias con el gobierno argentino. Luego se supo que Cruyff se negaba a vestir una camiseta marca Adidas, problema que ya había mostrado en 1974 en Alemania, donde lució una casaca igual a la de sus compañeros, solo que con una tira menos en el borde de sus mangas. En 2008, finalmente declaró en una entrevista que había tenido problemas con su esposa y que había sufrido un asalto a mano armada en su propia casa ¿Cuál de todas estas será la verdad?



UN EJEMPLO DE SOLIDARIDAD:


El día de la ceremonia inaugural, Ronnie Hellstrom, arquero de la selección de Suecia, caminó alrededor de la Pirámide de Mayo, frente a la Casa Rosada, en un acto de solidaridad con los que estaban reclamando en ese lugar por sus familiares y amigos desaparecidos.



El Futbolólogo