– 1958/62 –
PELÉ Y GARRINCHA INICIAN EL CARNAVAL DE BRASIL
Quisiera dedicarle esta columna a Rubén, futbolólogo amigo de aquí de España, con el que trabajé el año pasado en una empresa de recolección vial. Rubén me prestó su video “Dioses de Brasil”, un docental de la cadena The History Chanel que trata sobre la vida de Garrincha y Pelé, dos astros irrepetibles del fútbol brasileño. Ambos jugadores coincidieron en el mundial de Suecia´58 y luego cada uno brilló por separado en Chile`62 y México `70, donde Brasil fue campeón, con un paso sin gloria por Inglaterra`66. Dioses de Brasil es, también, una historia en paralelo que muestra como uno de los protagonistas, Garrincha, luchó con la pesadilla de la fama mientras que el otro, Pelé, se transformó en un ícono mundial a fuerza de hitos futbolísticos. Este será el guión de nuestra historia, amenizada con fuentes alternativas que alimentan el mito de que el fútbol cambió para siempre cuando ellos dos salieron a la cancha.
GARRINCHA
Tiene el presentimiento, y va y se lanza más rápido que el propio pensamiento, dribla dos veces más, la bola danza feliz entre sus pies, ¡los pies del viento!
Fragmento de "El Ángel de las piernas tuertas",
poema de Vinicius de Moraes
Garrincha es un misterio del juego (perdón Horacio Sande por robarle la frase). Nunca se entenderá como un hombre con tantos impedimentos pudo llegar hasta donde él llegó. Había nacido deforme y corto mental en una familia numerosa y pobre. Hijo de padre alcohólico, una madre que nunca se supo bien si había sido su hermana mayor, a todo esto le agregó un contagio de poliomielitis que le dejó severamente dañada las dos piernas. Así y todo fue el mejor en lo suyo. Jugaba de wing derecho, entre la línea de banda y la línea de fondo. Allí tenía su nido este niño-pájaro que nunca dejó del todo ese mundo infantil y libre de su tierra de Pau Grande, el pueblo donde nació en la primavera de 1933 y donde recibió su apodo, cazando “garrinchas”, unas avecitas negras, veloces y torpes como él.
Garrincha era un perro callejero. Después de la bebida y las mujeres lo que más le gustaba era el fútbol. Fumaba desde los diez años y era padre desde los quince. En total tuvo 9 hijos legales, con dos esposas, y una veintena de los otros. Su estado natural era el desorden. Siendo profesional de Botafogo seguía yendo a las “peladas” de Pau Grande, partidos informales donde los garotos mimaban el balón, descalzos sobre la tierra. Allí Garrincha era “Mané”, el muchacho tímido que bebía con los amigos. Pero al bajar a Río se convertía en el ídolo, en el joven amado por la multitud y deseado por las mujeres. Incluso se dice que en Suecia´58 no solo conquistó la Copa del Mundo sino también a una escandinava llamada Ulf Lindberg, con la que tuvo un hijo extramatrimonial.
Nunca se llevó bien con la fama. Tanto fue así que llegó a declarar por televisión lo siguiente: “Yo me hice famoso en el 58 cuando llegué aquí (Río de Janeiro). Después cuando regresé a mi tierra de Pau Grande supe que era muy conocido porque me lo dijeron mis amigos. La gente venía a verme o se acercaba a mí cuando salía de compras. Muchas veces tomaba el tren para volver a casa después del entrenamiento y cuando llegaba, cansado, la gente se arremolinaba a mi alrededor y eso me fastidiaba un poco. Entonces me di cuenta de que la vida de un ídolo puede llegar a ser bastante dura. Pero eso es algo sobre lo que no puedes hacer nada. Tienes que aguantarlo porque la gente te quiere y eso les hace felices. Pero para mí resulta agotador”.*
Su juego era extraño, dialéctico, una especie de charla con los pies. Dribbleaba tanto de frente como de espaldas. Gérson, volante campeón del mundo con Brasil en México´70, quién lo enfrentó en una Libertadores jugando para el Flamengo, lo definió como: “el jugador más desconcertante que había visto en toda su vida”.
Los test psicofísicos previos al Mundial de Suecia le habían diagnosticado “Debilidad Mental” y “Falta de aptitud para desenvolverse en el juego colectivo”. Pero él era el mejor wing carioca y no pudieron negarlo. De hecho fue titular a partir del tercer match de Brasil, contra URSS, donde lo marcó un tal Kusnetsov a quién luego llamarían “¿Ha visto usted a Garrincha?". Su entrada por la derecha a pase de Didí fue fundamental para que los "monstruos" del área, Pelé y Vavá, sacaran campeón a Brasil por primera vez en su historia. Y eso que cuando el árbitro francés Marcel Guigue dio el pitazo final al terminar el partido con Suecia, todos se abrazaban y lloraban, menos él, que preguntaba qué había sucedido.
Garrincha fue elegido Mejor Extremo Derecho del Mundial, una distinción enorme para alguien con sus deficiencias y porque dicha elección implicó nada menos que “sacar” del Equipo Ideal al francés Raymond Kopa ¡¡Balón de Oro de 1958!! Pero eso no fue nada. Cuatro años más tarde, en Chile´62, Garrincha fue otra vez campeón, goleador y figura, a tal punto que en la definición, contra Checoslovaquia, ya era tanta la facilidad con que llegaba a la línea de fondo que se regresaba a su propio campo, apilando jugadores para volver a pasarlos.
La gloria no le sentó bien y cayó en picada. No se cuidó (seguía fumando y bebiendo) y pronto las rodillas acusaron los síntomas de la artrosis y del sobrepeso. Varios campeonatos debió jugarlos infiltrado hasta que en 1964 acudió al quirófano. Para ese entonces ya estaba separado de Nair, su primer esposa, y casado con la famosa cantante de bosanova Elsa Suárez. Elsa intentó sacarlo de la depresión y del alcoholismo pero no pudo y al cabo de diez años, el pájaro acabó solo e infeliz en la montaña.
Luego de jugar el Mundial de 1966 se despidió de la selección (la verdad es que no lo convocaron más). Pero su despedida oficial fue en 1972, en el Estadio Maracaná, donde acabó regalando botas, medias, casaca... Todo fue a parar a los hinchas, excepto los pantalones. Luego le sobrevino un largo anonimato con apariciones esporádicas como trofeo de carnaval, a las que asistía malhumorado y borracho, mientras otros jugadores de su época, como Amarildo, Altafini, Pelé, Vavá, Paulo Valentim, China o Chinezinho, goleadores que debían parte del botín al trabajo previo del centrador, tuvieron una vida bien regada tras el retiro y no se acordaron mucho de él. Así fue como el futbolista que había motivado el grito de “Oooole!!” por primera vez el en una gira de Botafogo en México, el que había incorporado el gesto deportivo de lanzar la pelota afuera para que se atendiera al jugador golpeado, resucitó del olvido recién para el día de su muerte, el 20 de enero de 1983, con esa mala suerte que tienen los pioneros de llegar siempre tarde a todos lados.
PELÉ
“Hay una anécdota que se cuenta, no se sabe si verdadera o no, que se reunieron con el Gordo Feola los veteranos de Brasil y le dijeron: -Mira, si quieres ganar el mundial tiene que salir el chico y tiene que salir Garrincha… y ya sabemos que Altafini es muy bueno… y todos los que juegan con nosotros… pero estos son un escalón más…-”
(José Luis Garci, director de cine)**.
La anécdota es de 1958. Entre los veteranos se recuerda a Didí y Nilton Santos, ambos del Botafogo de Garrincha, al que conocían bien. El “chico” era Pelé, la revelación del campeonato paulista ¡qué digo! El Rey del campeonato. Santos había ganado la liga paulista de ese año y él había salido goleador –en su segunda temporada en primera– con 58 tantos en 38 partidos. Imagínense los problemas que tenía Feola. Había arribado a Suecia con un equipazo y en medio del mundial sus propios jugadores se lo querían cambiar, proponiendo justo a los dos que menos puntuaban en los test psicofísicos (Pelé dio "Demasiado joven" y “Pie plano” en los resultados). El “Gordo” se la tenía que jugar en el tercer partido contra la URSS, que tenía los mismos puntos que su equipo (3). Era una situación complicada ya que, en el mismo grupo, Inglaterra tenía 2, lo que es decir que si rusos e ingleses llegaban a ganar sus respectivos partidos, Brasil se quedaba afuera del torneo. Pero Feola era un fenómeno ¿saben qué les contestó?: “Yo formaré el equipo que ustedes quieren, porque son ustedes los que van a ganar o perder”. Un grande.
Pelé era un jugador Guinness. Había debutado en la primera del Santos con 15 años, en la selección con 16 y en el mundial con 17. En su primer partido no mojó (Brasil acabó ganando 2-0 a Rusia con goles de Vavá) pero él sería el goleador del equipo con 6 tantos en tres partidos. Elegir un gol entre todos ellos sería algo injusto. Solo puedo elegir el que menos me gustó: el primero ante Francia, pescando en el área. Los otros cinco fueron unos golazos increíbles.
A diferencia de Garrincha, Pelé jugó cuatro mundiales y en todos marcó gol, distinción que comparte con el alemán Uwe Seeler. Hoy es el cuarto goleador histórico de la Copa del Mundo con 12 dianas, detrás de su compatriota Ronaldo (15), el alemán Gerd Müller (14) y el francés Fontaine (13).
A mí me gusta cuando Jorge Götting dice que Pelé “impuso al fútbol como deporte uno”*** Yo no viví en esa época, pero tomo como prueba la cantidad de imágenes que existen sobre sus partidos, sobre sus entrenamientos, en un tiempo en el que los recursos de la filmación y la fotografía no eran los de ahora. Se sabía que Pelé era un espectáculo dentro del espectáculo de los 22 jugadores y por ello, no solo que nunca salió a jugar con el estadio medio lleno -excepto en USA- sino que sus actuaciones llevaron a impulsar la tecnificación de los medios de extracción y difusión del mito, para luego mostrarlo masivamente como prueba de que lo que se decía sobre él era verdad. De ahí que el Santos fuese un adelantado del fútbol convertido en maketing, exhibiéndolo por todo el mundo en amistosos muy bien pagos. Los efectos de la gira se hicieron notar en los peores momentos de su carrera, por ejemplo, en el Mundial de Chile´62, al cual Pelé llegó con una carga de 100 partidos encima, debiendo abandonar la competición con solo dos encuentros disputados.
En esa simbiosis retroalimentaria de la producción y de la difusión del mito, Pelé comenzó a diferenciarse de los otros jugadores de forma cada vez más acelerada. Su estado físico mejoraba con los años, y si no me creen, basta solo con mencionar que a doce después de ganar su primera Copa del Mundo, en Suecia´58, Pelé ganó su tercer mundial en México´70 con un equipo totalmente nuevo, donde él, para variar, fue la figura. El secreto de su éxito lo constituía el mundo paralelo de los entrenamientos. Allí también era el mejor. La máquina se alimentaba de títulos y para conseguirlos había que renunciar a los vicios de la pereza y el descuido. Entonces, y solo así, pudo meter en veinte años los records que le garantizan otros cien en los libros.
Su centro de gravedad era bajísimo (medía un centímetro más que Messi, al que le dice "La Pulga") pero saltaba descomunalmente impulsado con las dos piernas –como los jugadores de voley–, cosa que parece normal pero que no lo es en el fútbol. Si uno prestara atención, esa cualidad suya le permitía tener mayor panorama al momento de decidir donde poner la pelota. A su vez, su imaginación era ilimitada cuando se proponía inventar una jugada y, para mejor, poseía la técnica para desarrollarla. De todas maneras, repito: yo no soy el más indicado para hablar de Pelé. Los más idóneo sería escuchar a los que mejor lo conocieron: sus rivales.
Garrincha y Pelé fueron distintos tanto en el fútbol como en la vida. El primero prefirió la diversión etérea del escapismo mientras que el segundo optó por materializar su destino. Garrincha nació con limitaciones que no se le notaron a la hora de practicar un fútbol distinto al de su época. Pelé fue físicamente superdotado y se entrenó al máximo para mejorarse a sí mismo. Uno eligió quedarse con los amigos que no le cuestionaban su forma de ser. El otro, con los que no le cuestionaron nunca su reinado. Así y todo, Garrincha y Pelé juntos jamás perdieron un partido; jugaron tres mundiales y ganaron dos, dejando un legado a los futbolistas de su tierra como Reyes del carnaval de Brasil.
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