- 1950/54 –
LA PUNTA DE LANZA NO GANA MUNDIALES
Para lo que viene no estaría nada mal ir preparando lápiz y papel ya que se trata de táctica pura y dura. El tema de hoy será la evolución de una jugada que, si bien dejó huella en la historia del fútbol, nunca triunfó en la Copa del Mundo. Si ya tiene los elementos a mano, puede comenzar dibujando una cancha y dentro del área de abajo ubicar al arquero con un simple número 1. Unos pasitos por afuera del área ponga al 2 y al 3, como zagueros, y en la raya del medio el 4, el 5 y el 6, con el 5 bien en el centro y el 4 y el 6 en los laterales. Para la delantera, que la ubicaremos usando solo el espacio de la mitad que nos quedó vacía, haga una especie de W, siendo los vértices, de derecha a izquierda, el 7, el 8, el 9, el 10 y el 11, así, en zig-zag, con el 8 y el 10 más retrasados y el 7, el 9 y el 11 bien arriba y en línea. Esta formación es el típico 2-3-5 (dos defensas – tres mediocampistas – cinco delanteros) y fue la más utilizada por los equipos de fútbol sudamericanos en la primera mitad del siglo XX. Ahora la pregunta: ¿cómo hacían dos defensores solos para parar a cinco atacantes? La respuesta está a continuación.
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EL FÚTBOL ES UN INVENTO INGLÉS
. El fútbol, a mi entender, es un invento inglés. Sé que existen muchas monografías que hablan de juegos similares, incluso más antiguos, en otras regiones. Pero para mí es un invento inglés porque allí se inventaron sus reglas, como por ejemplo la ley del off-side. El offside, o ley del fuera de juego, nació de la proposición puramente británica: “No es de caballeros marcar goles a espaldas del adversario”. Su uso data del año 1863, cuando en la famosa reunión de los representantes de distintos clubes y colegios, celebrada en el pub Freemason´s Tavern de Londres, los partidarios de usar las manos se retiraron provocando el cisma con los hermanos del rugby. Luego, se redactaron las reglas de este deporte y entre ellas la que decía: “Tres jugadores habilitan al delantero, pero dos anulan la jugada”. Ahora que usted tiene su dibujo en la mano, entenderá que solo bastaba con que uno de los dos zagueros se fuera hasta el centro del campo (dejando solo al otro con el arquero) para que cualquiera de los cinco delanteros quedase en posición adelantada. Esta ley, también llamada de los “Tres hombres”, duró hasta 1924, año en que se decidió que solo bastaban dos jugadores entre el delantero y la línea de fondo para habilitar al/los atacante/s. Así hizo su aparición la ley del offside que dura hasta nuestros días, la cual solo en su primer año de uso produjo en Inglaterra 1673 goles más que en la temporada anterior (casi 1 gol más de promedio). Ahora bien, como los goles ya estaban asegurados por sí solos, para ganar partidos hubo que tomar recaudos defensivos, como se verá a continuación.
LA W-M
Hebert Chapman, entrenador del Arsenal inglés entre 1925 y 1934, introdujo lo que llamaremos “el segundo dibujo táctico”, que no es más que una delantera exactamente igual a la anterior, pero con una defensa invertida, es decir, con tres hombres de zaga en línea (2, 3 y 4) y un mediocampo de dos (5 y 6). El resultado será, uniendo los 5 puntos del ataque y los 5 de la defensa por separado, una W–M, así de sencillo. Lo interesante de este sistema era que cuando el equipo atacaba, los laterales (2 y 4) subían hasta la mitad de la cancha, dejando solo al centre-back (nº 3), al que llamaban “police” (policía), encargado de controlar la línea del offside. Este hombre podía anular la jugada con un simple movimiento hacia adelante, dado que el repliegue de los laterales aletargaba la entrada de los extremos rivales. Con este sistema, el Arsenal de Chapman consiguió nueve títulos ingleses entre 1930 y 1934 –los últimos años antes de su muerte– y tres títulos más hacia 1938. Aquel equipo fue la base de la selección inglesa que, si bien no jugó mundiales hasta 1950, se dio el lujo de vencer a la campeona del mundo Italia por 3-2 en un partido amistoso (1934). La W-M se esparció por todo el continente como un reguero de pólvora siendo aceptada unánimemente. Pero ¿cómo se hizo para desactivarla? Nos vamos acercando a nuestro tema.
AMISTADES PELIGROSAS
Decir quién fue el inventor de La Punta de Lanza sería algo inapropiado. Sin embargo, el que haya leído la columna “1934-1938: Los Mundiales antes de La Gran Guerra”, puede tomar como referencia la amistad que tenían Hugo Meisl (entrenador de la selección de Austria) y Hebert Chapman, justo cuando la W-M y el Wunderteam dominaban la escena del fútbol europeo a comienzos de la década del 30. No en vano las voces calificadas de aquel entonces describían a Matthías Sindelar como un “ingeniero” de complicada estructura de juego dentro del área penal. La mayor cualidad del centrodelantero (9) austriaco era la de retrasar su ubicación atrayendo hacia él las posiciones 3 y 5 o 3 y 6 del adversario (vea su dibujo de la W-M si lo tiene a mano), liberando a los interiores de su equipo (el 8 o el 10), quienes, a su vez, al recibir el balón sin marca (ya que el 5 o el 6 generalmente se iban detrás de Sindelar) podían habilitar a los extremos o bien rematar al arco. De esta manera, Austria agregó el elemento sorpresa al romper la ley del offside creada por los ingleses, consiguiendo, con Meisl en el banquillo, una racha de 28 victorias, 1 empate y 2 derrotas en 31 partidos –jugados entre 1931 y 1934– en los que se anotaron 102 goles (3,2 por encuentro). Pero, como ya se dijo en la citada columna, el Wunderteam no ganó mundiales debido a las fuerzas políticas que se lo impidieron. No obstante, la impronta recorrió el mundo, llegando, incluso, hasta Sudamérica.
LA MÁQUINA DE RIVER
La década del 30 no fue óptima en el cruce de ideas a través del Atlántico. Signada por los distintos boicot mundialistas, hubo que esperar diez años para que arribasen nuevas ideas al “Sur del Mundo”. Casualidad o no, fue a comienzos del 40 que el ítalo-argentino Renato Cesarini, uno de los Oriundi que no llegó a jugar en el mundial del 34 –Ver columna anterior–, se hizo cargo, junto con Carlos Peucelle, de la conducción técnica del primer equipo de River Plate de Argentina. En aquellos años, River tuvo una delantera muy famosa, conocida como “La Máquina”, integrada por los atacantes Muñoz, Moreno, Pedernera, Labruna y Loustou (en las ubicaciones 7, 8, 9 10 y 11 de nuestro dibujo táctico, respectivamente). Lo interesante de aquella vanguardia era la diagonal que hacía Ángel Labruna (vea su pizarra y hágala con una flecha) de izquierda hacia el centro mientras Pedernera salía del área “chupándose” al marcador (al estilo Sindelar), colocándose en medio de la contradiagonal resultante (8–9–10) llamada “Punta de Lanza”. De esta manera, el pase para Labruna podía provenir tanto de un centro atrás de Muñoz como de la cortada de Pedernera. Con este sistema, River se consagró campeón en los años 1941, 1942 y 1945 y subcampeón en 1943 y 1944, a la vez que el propio Labruna pasó de marcar 10 goles en 1941 a sumar 25 en 1945 y 1946. Enseguida corrieron rumores de que La Máquina “jugaba de memoria” y hasta el técnico Peucelle llegó a decir con cierto temor: “El día que los rivales lean los diarios se van a dar cuenta de que todos los goles los hace Labruna”. Ese día llegó pero, por suerte, River ya tenía un As bajo la manga. En 1947 Pedernera fue transferido a Atlanta y el chico Alfredo Di Stéfano ocupó su rol. Era tan bueno que hacía el trabajo de Pedernera y Labruna juntos, acabando el campeonato como goleador con 27 tantos y dándole 10 a Labruna, como si le sobraran. Toda la delantera de River terminó en la selección y sus jugadores, junto con otros grandes como Norberto Méndez y Vicente de la Mata, obtuvieron el tricampeonato de América en 1945/46/47. Sin embargo, la albiceleste no jugó el mundial de 1950 debido a la huelga de futbolistas del año 49, que derivó en una emigración indiscriminada dada la inoperancia de los dirigentes de los clubes. Así y todo, la Punta de Lanza estuvo representada magistralmente en la Copa del Mundo por la "otra máquina" sudamericana: Brasil.
1950 - LA TRAGEDIA DEL MARACANAZO
Se ha dicho en un principio que el 2-3-5 era la formación más habitual de los sudamericanos en la primera mitad del siglo XX. También que, hasta aquí, solo dos selecciones jugaban con Punta de Lanza: Argentina y Brasil. La primera estaba ausente, como se mencionó, y la segunda llegó a la final de la Copa del Mundo. Friaça, Zizinho, Ademir, Jair y Chico era la potente delantera de aquel equipo. Zizinho era el maestro, autor de 17 goles en Copa América, que le alcanzan hasta el día de hoy para seguir siendo líder de la tabla de goleadores, junto con Norberto Méndez. Jair era el elemento de distracción, entrando como un 10-9 (al estilo Labruna), haciendo la cortada y dejándole la finalización de la jugada a Ademir, que no te perdonaba. 4-0 a México; 2-2 ante Suiza; 2-0 a Yugoslavia; 7-1 a Suecia; 6-1 a España; 21 goles a favor y solo 4 en contra; Ademir goleador con 9 dianas en 5 partidos... Así llegaba Brasil a la final de “su mundial” contra la campeona Uruguay. La Celeste, que había vencido a Bolivia por 8-0 en su único partido de clasificación*, consiguió la paridad ante España (2-2) y una victoria a último momento ante Suecia (3-2) con gol de Míguez. La extraña modalidad de la competición favorecía incluso a Brasil, que con el empate ya era campeón del mundo**. Pocos minutos tardó Uruguay en neutralizar el circuito brasileño. Habían leído los diarios y conseguido que Ademir no tocara el balón. Uruguay no usaba W-M. González, Tejera y Varela formaban el "Triángulo de las Bermudas" donde se perdían todos los pases de Brasil al área. Luego del 0-0 del primer tiempo, el gol de Friaça (que no estaba en los papeles) provocó el rugido del Estadio Maracaná. Pero poco a poco los charrúas se hicieron fuertes desde atrás y ganaron la final con goles de Schiaffino y Giggia. Aquella tarde del 16 de julio de 1950, Brasil fue un llanto sin consuelo y Uruguay acabó con 100% de efectividad en los mundiales: dos jugados – dos ganados, tirando a la basura casi treinta años de táctica futbolística con el solo mérito de haber respetando su estilo de siempre. Pero si aquello pareció una tragedia a los ojos del mundo, lo que vendría cuatro años más tarde, en Suiza, sería una verdadera catástrofe.
1954 - EL FIN DE LA MÁQUINA HÚNGARA
En 1953 Inglaterra, que había tenido un pésimo papel en el mundial de Brasil, invitó a la selección húngara a jugar un amistoso en Wembley. Hungría era, por aquel entonces, el mejor equipo europeo y su técnico, Gusztáv Sebes, había introducido a las ya nombradas tácticas de la W-M la impronta de un "movimiento bisagra" en el que los interiores entraban por detrás de la línea de ataque, siendo asistidos por el centrodelantero y no a la inversa. De esta manera, formaban una W-W con el repliegue de Budai, Hidegkuti y Czibor (7, 9 y 11, respectivamente) y el adelantamiento de Kocsis y Puskas (8 y 10). La táctica dio sus frutos en los Juegos Olímpicos de Helsinki´52, donde los húngaros lograron la medalla de Oro con 20 goles a favor y solo 2 en contra. Stanley Rous, presidente de la Asociación de Fútbol Inglesa y futuro mandatrario de la FIFA, fue el promotor del partido. Los británicos se jactaban de no haber perdido jamás en Wembley y los del este no conocían la derrota desde mayo de 1950, cuando arrancaron la racha de 25 partidos invictos, casi todos ellos jugados fuera de casa, con un 5-2 a Polonia. Los “Mágicos Magiares”, como les decían, salieron al Empire Stadium en formación W-M con Grosics en el arco; Buzanski, Lorant y Lantos en defensa; Bozsik y Zacarias en el medio; Budai, Kocsis, Hidegkuti, Puskas y Czibor en la delantera. Ganaron 6-3 con dos goles de Puskas, uno de de Bozsik y tres de Hidegkuti, que bautizó el apelativo de hat-trick para referirse al jugador que marca tres goles en un solo partido. Al año siguiente, los de Sebes le devolvieron la invitación a sus colegas ganándoles por 7-1 en Budapest (mayo de 1954) y tres semanas después, la máquina más despiadada de todos los tiempos conseguía una victoria por 9-0 ante Corea en su primer partido de la Copa del Mundo. En su segundo match les ganaron por 8-3 a Alemania y se clasificaron para la segunda ronda sin la necesidad de un enfrentamiento con Turquía. El técnico germano, Sepp Herberger, había salido con los suplentes, reservando a los titulares para el partido desempate contra los propios turcos, quienes les habían ganado, ese mismo día, por 7-0 a los débiles coreanos. Como antes la diferencia de gol no incidía en la clasificación, con Corea afuera del campeonato (dos derrotas) y Hungría clasificada (dos victorias), Alemania y Turquía definieron el segundo puesto del grupo B con un partido a desempatar, jugado el 23 de junio, donde los primeros ganaron por 7-2. Asimismo, Hungría siguió su camino sin el nº 10, Ferenc Puskas, lesionado en el tobillo por una entrada del defensa alemán Werner Liebrich.
Pero la ausencia del capitán magiar no pareció cambiar mucho al equipo, que le ganó a Brasil en cuartos y a Uruguay en la semi por idéntico resultado: 4-2. El segundo de esos dos cotejos fue sin dudas un espectáculo. Los charrúas dieron cátedra de fútbol forzando la prórroga (empate 2-2), donde el sensacional Sandor Kocsis desniveló para su equipo con dos goles de cabeza –no por nada le decían “Cabecita de oro”– alcanzando el primer lugar de la tabla de goleadores del mundial. Alemania, a su vez, venció a Yugoslavia por 2-0 y a Austria por 6-1 en la otra llave, presentándose a jugar la final con todos los titulares. La Máquina del este también puso toda la carne al asador, anunciando el regreso de Puskas, que no estaba recuperado del todo, según dijo años más tarde. Hungría iba ganando 2-0 a los 9 minutos cuando los alemanes empataron antes del minuto 20. Luego de una hora sin goles, Helmut Rhan, extremo derecho de Alemania, acabó con el sueño de la máquina húngara con un zurdazo cruzado al palo derecho del arquero ¡faltando 5 minutos para que acabara el partido!. De esta manera, la mejor alumna de la Escuela del Danubio se despidió de la Copa del Mundo con una racha de 32 partidos invicta, en los que marcó 103 goles (3,21 de promedio), con Sandor Kocsis como goleador del torneo con 11 tantos y con la vanguardia más apabullante de la historia de los mundiales (5,4 goles por partido en Suiza´54). Hungría solo perdió un partido, la final, demostrando que para ganar mundiales no siempre hace falta tener la mejor táctica.
Dedicado a la memoria de Julio César Pasquato, JUVENAL, periodista de la revista El Gráfico, de quién he extraído la mayoría de estos conceptos.
ACLARACIONES:
. * En Brasil 1950 las ausencias a última hora no se hicieron esperar. Portugal decidió bajarse de la competición cuando la FIFA ya había arreglado el sorteo, lo mismo que los franceses y la India. De esta manera, en la fase previa solo hubo dos grupos con cuatro integrantes: el A (Brasil, Yugoslavia, Suiza y México) y el B (España, USA, Inglaterra y Chile), mientras que el C quedó reducido a tres (Suecia, Italia y Paraguay) y el D a dos (Uruguay y Bolivia).
. ** Como de costumbre, otra vez se cambiaron las leyes de la competencia, jugándose una fase previa en grupos, como en Uruguay 1930, pero cambiando la modalidad siguiente. Para la segunda fase se decidió hacer un tercer grupo con todos los clasificados, siendo el que consiguiera más puntos el campeón.
El Futbolólogo
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