- Sudáfrica 2010-

ESPAÑA NO ES ESPAÑA



Cuando tenía 22 años leí una cita de Johan Cruyff que decía así: “Un Mundial es un Mundial. Esta frase se convirtió en una obsesión en los primeros meses del 74. Yo jugaba en Barcelona y estábamos muy cerca de ganar la Liga, algo muy importante para el club y para Cataluña”. A esta altura creo que no hace falta decir quién es Johan Cruyff. Su fútbol transformó el mundo y, dentro de él, al fútbol español. En el FC Barcelona hizo escuela como jugador y como técnico y hoy es el actual DT de la selección de Cataluña. Claro que cuando leí aquella declaración suya mi pobre cultura general me hizo pensar en lo obvio: como Cruyff no ganó la final de la Copa del Mundo de 1974, habló del Mundial como si fuese una competencia menor al lado de la Liga española, igual que el zorro habló mal de las uvas que no pudo atrapar en la conocida fábula de Esopo.


Eso pensé en aquel entonces, pero Cruyff sabía algo que yo desconocía. Para los catalanes la Liga es un título que supera a cualquier Mundial. Que España se consagre en Sudáfrica no tiene ni comparación con que el Barça gane la Liga o, más aún, la UEFA Champions League. Caminando por las calles de Barcelona, ciudad en la que vivo actualmente, ya no me sorprenden las pintadas que denuncian la razón de ser de esta sociedad: “Catalonia is not Spain” (Cataluña no es España) se escribe en los muros, en las chapas de los baldíos, en cualquier parte donde el graffiti callejero recuerda que la lucha continúa, que el dictador Franco está muerto y que el ideal de un país separado de España sigue vivo. Demás está decir que, por si no lo sabían, en “Catalunya” se habla el catalán y por eso de ahora en más usaré el nombre de Catalunya (en catalán) y no el de Cataluña (en castellano) para referirme a esta región.


Hablo de Catalunya porque es en donde vivo y lo que más conozco, pero en mi estancia en “España” también fui a visitar a un amigo que vivía en País Vasco ¿Les suena? Sí, ya me lo imaginaba. País Vasco es donde hace base la organización terrorista ETA. Pero País Vasco, que en vasco no es “País Vasco” sino “Euskadi”, es mucho más que eso. Tiene una historia y un idioma propio, el euskera, cuyas raíces filológicas son desconocidas. Otra de las particularidades de este país es que su club insignia, el Athletic de Bilbao, no compra jugadores de otros clubes sino que ficha solamente hombres “del país”. Esto hace que el club tenga una identidad propia y que no dependa de nadie ni en el triunfo ni en la derrota. Así como nombré a Catalunya y a Euskadi, Galicia y Valencia también tienen idioma e identidades propias y hasta ahí llega mi humilde conocimiento sobre los otros “países” españoles.


Ahora bien ¿qué es España entonces? Si yo fuera un antropólogo (que no soy), diría que hay una España vista desde adentro y otra desde afuera. Desde adentro es un país dividido o muchos países en uno, con gente que prefiere ser transparente y sincera, antes que mutante y diplomática, y gustosa de las reuniones aunque poco de las uniones. Desde afuera es un país con una cultura riquísima y brutal, donde una guitarra suena como una corrida de toros y donde son tradicionales las celebraciones religiosas y las juergas descomunales y continuadas. A estas alturas, el lector se preguntará: “¿Y esto qué tiene que ver con el Mundial?”. Muchísimo.


En un país de tales características y en donde no se busca la razón de los fracasos sino quién es el culpable de los mismos –acervo que se manifiesta por igual tanto en los “españoles” como en los “no españoles”–, los ánimos andan entre el cielo y el infierno en un Mundial. España es un país que se unió bajo el yugo de sus tiranos, un Estado que es pero que no es, una selección de fútbol a la que arriban jugadores de todas las comarcas hablando dos idiomas, el nativo y el castellano, y sintiendo el fútbol de distinta manera. A los madrileños, por ejemplo, les interesa más ganar por goleada que a los vascos, que si no muestran hombría en la cancha prefieren perder, lo mismo que los catalanes, gustosos de diferenciarse de sus colegas jugando mejor fútbol que ellos. Igualmente, siempre que España arriba a un mundial lo hace como futura campeona. Tanto en la previa de Alemania 2006 como ahora, una parte del periodismo, el más sensacionalista y “españolista”, se encargó de agitar la bandera del triunfo y de sepultar toda opinión contraria apelando a silogismos aristotélicos como el siguiente: Si España es segunda en el ranking FIFA y Suiza vigésimo cuarta, España, por lógica, le ganará a Suiza. No les interesa hablar de cómo juegan los otros. Eso es filosofía de otra tierra para ellos.


¿Y qué pasa con el otro sector del periodismo, el llamado “no españolista”? Son iguales pero más moderados. Esperan a que un jugador del Real Madrid, del Sevilla o de cualquier otro club “español” cometa un error (¿hace falta decir Casillas?) y que un jugador de su club sea el adalid de la salvación. Si no me creen, presten atención esto: El pasado 10 de junio de 2010, un periodista de Noticias Cuatro, acreditada cadena de este país, le preguntó al ex presidente del FC Barcelona, Joan Laporta, si “le gustaría que España ganase el Mundial” ¿Saben lo qué contestó Laporta?: –“Claro que me gustaría que los jugadores del Barça ganen”– (¿?).


Que una España y la otra estén peleadas probablemente no sea del conocimiento de todo el mundo. Pero haciendo un análisis más exhaustivo y táctico, hay otros problemas en esta selección de Del Bosque. Uno de ellos sería la primacía de dos filosofías que corresponden a los actuales gurúes de este juego: José Mourinho y Josep Guardiola. Tanto el portugués como el catalán se formaron en el FC Barcelona. El primero como ayudante de Louis Van Gaal, estudiando con lupa a todos los rivales del Barça a finales de los 90 y enviándole informes detallados a su superior holandés. Guardiola, por el contrario, es un romántico formado en La Masía, la cantera del club, recibido en la escuela de Johan Cruyff, su técnico en primera, y doctorado en el master de las seis Copas en su primera temporada como entrenador. Guardiola “juega” fútbol y ya se ha visto que el Barça no espera a los rivales, sale a ganar. Pero contra el Inter de José Mourinho perdió en semifinales de la última UEFA Champions League, que ganó el club italiano, por motivos que creo no hacen falta explicar. En la actualidad, Mourinho es el técnico del Real Madrid, que vio en el portugués la contrafigura ideal de Josep Guardiola, el hombre que, además de ser de la contra, imprimió su sello en el estilo de juego de esta selección. Por lo tanto, volviendo a España y analizando su primer partido en el Mundial de Sudáfrica, la única razón que encuentro para semejante desacierto en el debut de La Roja es que los de Del Bosque quisieron jugar a lo Guardiola y los suizos armaron un planteo al estilo "Mou", así de sencillo. Fútbol que propone vs. fútbol que dispone, la mayoría de las veces gana el segundo.


De esa derrota la selección española se repuso en el segundo partido contra Honduras. Allí apareció “La Furia”, el viejo apelativo con que se conoció a los ibéricos por su estilo vertical y directo, sin rodeos como le gusta a la gente “española”. Villa marcó dos goles, que pudieron ser cuatro, y los festejó haciendo el ademán del torero, enamorando a la afición. Hubo gente que se sintió segura con esta nueva identidad del equipo. Como se imaginarán, del fracaso se pasó a la gloria, pero esta vez a una gloria más moderada. La derrota ante Suiza fue un aviso y la victoria ante Honduras cambió el mensaje de los medios, que suplieron el “Somos favoritos” por el eterno “Podemos”. Como ya sabrán, el próximo rival será Chile, un equipo con un corazón enorme y con una mente brillante, la de Marcelo Bielsa. El Loco deberá aprender de sus errores contra España, a moderar el vértigo de su equipo armando una táctica acorde con el rival y con un partido clave para no poner en riesgo a sus hombres. Si me piden un resultado, que el España–Chile sea un empate y que pierda Suiza (¡Vamos Honduras!) que no jugó a nada en este Mundial. España se merece una oportunidad y para conseguirla debe subir una marcha más. Con el 1-0 superaría a Chile en goles a favor, y también a Suiza, que entonces deberá ganarle por 2-0 a Honduras para desplazar a los andinos. España tiene un potencial enorme y un objetivo claro: pasar a octavos. Para cuando usted lea esta columna es probable que ya se sepa el resultado. No obstante, toque el cielo o el infierno una cosa es segura: tanto en la gloria como en el fracaso, una España estará lista para echarle la culpa a la otra.




El Futbolólogo

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