URUGUAY, LA FINAL Y LA PELOTA
Cuando Italia y Paraguay se enfrenten en el partido inaugural de Sudáfrica 2010, se habrán cumplido 80 años de la primera Copa del Mundo, el sueño que un abogado francés llamado Jules Rimet hizo posible con esfuerzo y convicción. Sus colegas ya habían fallado en los dos intentos anteriores, en 1905, cuando se designó a Suiza como sede sin obtener respuesta de ninguna de las 12 afiliaciones, y en 1914, cuando se volvió a plantear el tema pero el estallido de la Primera Guerra Mundial obligó a cerrar nuevamente las carpetas.
En mayo de 1929, Uruguay ganó la puja para organizar la competición que se iniciaría al año siguiente ante la incredulidad de los ingleses, quienes reclamaban derecho de autor. Rimet, presidente de la FIFA desde hacían ya ocho años, premió a los uruguayos justo para el centenario de su independencia (de ahí el nombre de su estadio) y luego de que su equipo ganara las dos medallas de oro en los JJ.OO. de 1924 y 1928, a saber, el galardón más importante de la era pre–mundial. Pero a la hora de la verdad el mundo entero se hallaba sumergido en una de las crisis más monumentales del siglo, desatada por el derrumbe de la bolsa de Wall Street en 1929, un fenómeno que no encajaba en el imaginario popular y que no se entendería hasta la aparición de un término puramente económico –hoy coloquial– llamado globalización. Sí, la falta de rentabilidad de los pulpos multinacionales de aquella época, que no son más que los abuelitos de los de ahora, provocó la recesión y el alud económico de los EE.UU., lo cual afectó al mercado financiero mundial. No obstante, el pulso de Rimet y sus colaboradores no aflojó ni un momento a la hora de escribir cientos de cartas a las distintas federaciones del mundo, intentando persuadirlas de aceptar la idea de viajar en barco hasta aquel lejano país de Sudamérica. El esfuerzo tuvo sus frutos y cuatro representantes europeos (la ex Yugoslavia, Rumania, Bélgica y la propia Francia), mas el resto de América (excepto Canadá, Centroamérica, Colombia y Ecuador), sumaron las 13 delegaciones necesarias para dar inicio a la competencia.
El sorteo de los grupos se hizo recién cuando los equipos arribaron a Montevideo como para no dar chances de posibles arrepentimientos. Allí también se resolvió el tema de la pelota. Como no había un balón oficial, muchas de las confederaciones llevaron el suyo y entonces se dispuso como reglamento que entre los capitanes y el árbitro decidieran con cual iban a jugar, inmediatamente después de realizar el sorteo del arco. El problema de la pelota radicaba fundamentalmente en la diferencia del tamaño, aunque la aspereza y el grosor de la costura también importaban, sobre todo esta última, que podía abrir tajos en la cabeza de los jugadores. Prueba de ello es la famosa foto del `URUGAY´ VIVA* en donde se ve a dos hombres de la selección boliviana provistos para el juego aéreo, el de la primer `U´ con una venda y el de la `Y´ con una boina rellana de papel de diario, antes de comenzar su primer partido contra Yugoslavia (lo del papel se supo tiempo después).
En el cotejo inaugural, el francés Lucient Laurent marcó el primer tanto de la Copa del Mundo a los 19 minutos de la primera parte, en el partido que acabó con victoria de su equipo sobre México por 3-1. Dos días más tarde, el combinado galo se enfrentó a la Argentina en un match durísimo que acabó 1-0 en favor de los rioplatenses. Francisco Varallo, insider derecho albiceleste y único sobreviviente que queda de aquella competición, recordó lo siguiente en un reportaje publicado en 1998 para “El Libro de Oro de los Mundiales” del diario Clarín: “Si algo recuerdo claramente, es que después del partido contra Francia tuvimos al público uruguayo en nuestra contra. Para colmo los franceses tenían a un arquero que era espectacular, Thepot. Parece que los estuviera viendo en este mismo momento. Tenía una especie de guantes y estaba todo embarrado de tanto tirarse al suelo para atajar todo lo que le tirábamos. Él atajaba todo y yo pegué dos tiros en el palo. Faltaban 9 minutos y el árbitro cobró un tiro libre en la puerta del área francesa. Monti me pidió que lo pateara yo, pero recuerdo que le dije que lo pateara él porque sentía que iba a ser gol. La colgó de un ángulo. Fue la salvación. Ese partido estaba para ganarlo por 4 goles y sufrimos hasta el final. Los uruguayos no paraban de insultarnos y de tirarnos cosas”.
Luís Monti era un centrojazz (volante central) sumamente duro que llegó a ser muy cuestionado por sus fuertes entradas a los delanteros rivales. Incluso llegó a haber un pequeño “problema diplomático” por su actitud en el campo. Antes de jugar la final, a la cual Argentina accedió por ganarle a sus otros compañeros del grupo –México (6-3) y Chile (3-1)–, y habiendo despachado en semifinales a Estados Unidos (ganador del grupo 4) en un solo set 6-1, el técnico Tramutola recibió el llamado de atención de la confederación y un pedido de sacar a Monti del equipo, del cual hizo caso omiso, aunque los que vieron la final aseguran que el centrojazz estaba tan atemorizado por la amenazas del público que prácticamente decidió anularse él solo. El oponente de la recordada contienda era nada menos que el gran candidato a quedarse con el trofeo, Uruguay. Los capitaneados por José Nasazzi, para muchos, uno de los mejores zagueros latinoamericanos de todos los tiempos, acudían a la definición mundialista como vencedores del grupo 3 –victorias ante Perú (1-0) y Rumania (4-0)– y habiendo ganado el segundo set semifinalista ante Yugoslavia, también por 6-1. La Celeste, contaba además con José Leandro Andrade, half derecho (así se los llamaba a los medios que se movían por ese lateral) que fue figura en los JJ.OO. de 1924, sobre el cual su compatriota Eduardo Galeano escribió lo siguiente: “Europa nunca había visto a un negro jugando a la pelota (…) En la línea media, este hombrón de cuerpo de goma barría la pelota sin tocar al contrario, y cuando se lanzaba al ataque, cimbreando el cuerpo desparramaba un mundo de gente”. En la delantera, audaces como “El Vasco” Cea, quien fuese segundo goleador del torneo, Héctor Scarone, máximo artillero histórico de la Celeste, y su tocayo Héctor Castro, apodado “El Divino Manco” por la falta de su mano derecha, ratificaban el valor de la entrada. Entretanto, Argentina también tenía lo suyo. Además de los mencionados Varallo y Monti, Peucelle era un dúctil wing derecho, mientras que Guillermo Stábile (goleador de la competición), Manuel Ferreira (capitán y entrenador en los JJ.OO. de Ámsterdam) y Mario Evaristo (wing izquierdo) aseguraban un buen número de goles.
`Pancho´ Varallo, a quién mejor ni preguntarle de lo que pasó aquella tarde, cumplió… ¡100 años! el pasado 5 de febrero y por ello el Diario Deportivo Olé le sacó otra vez el tema: "A pesar de lo que significa hoy jugar un Mundial, yo tengo malos recuerdos (…) Nos hicieron de todo los uruguayos en esa final (…) En el inicio del segundo tiempo, con el partido 2-1, agarré una pelota por la izquierda, pateé con alma y vida y dio en el travesaño y se fue. Era el 3-1". La razón de su amargura procede de la lesión que acusó en el segundo partido contra México y que lo mantuvo afuera de la semifinal ante EE.UU., donde fue sustituido por Alejandro Scopelli. Varallo, de 20 años, nunca llegó a recuperarse del todo para jugar la final y lo hizo solo por obligación de la dirigencia. El propio Scopelli pudo confirmarlo años después en una declaración suya que apareció escrita en el libro "Hola, míster": "Uno de los equipos tenía a uno de sus mejores jugadores lesionado y se hicieron los esfuerzos más grandes para lograr que jugara. Cuatro días permaneció en cama y el día del partido lo hicieron levantar para que probara, contra una pared si el pie le dolía. El jugador no se sentía bien, pero ninguna influencia tuvo esa sinceridad, pues se le indicó que debía actuar. Transcurridos diez minutos de un partido cuya importancia no necesitamos destacar aquí (¡Se trataba de la final del campeonato del mundo!) el hombre acusó el dolor y su actuación fue completamente nula. Pocos días después, por indiscreta conversación, se supo que el referido jugador había sido obligado a jugar por el delegado de su club, que formaba en la comisión que constituía el equipo, por la sencilla razón de que al club que pertenecía el jugador había fletado un barco para que sus socios pudieran verlo actuar y entonces.... tenía que jugar".
Para que se den una idea de la expectativa que generó solo la final, Javier Estepa, del Diario Marca de España, calculó la cifra (haciendo la conversión) de 25.000 euros de recaudación sobre un total de 170.000 percibido durante todo el torneo. La causa de semejante euforia no era otra que la inmejorable oportunidad de la albiceleste de resarcirse de la medalla de oro perdida en los JJ.OO de 1928, luego de que la definición del 10 de junio de ese año acabara igualada por 1 a 1 y de que los uruguayos ganaran el partido de desempate, jugado tres días después, por 2-1. Por lo tanto, el equipo no podía darse el lujo de jugar sin una de sus estrellas, como lo confirmara Scopelli en el párrafo anterior. La mala suerte hizo que a los diez minutos Varallo se torciera el pie y jugase el resto del partido casi como un mero espectador ya que en aquella época los cambios tampoco existían.
La primera polémica, como no podía ser de otra manera, estalló con el tema de la pelota. Argentina quería jugar con una de tamaño nº 4 y Uruguay con una nº 5, por lo que entre Nasazzi y Ferreira, capitanes de ambos equipos, acordaron un sorteo para jugar con las dos, pero con una en cada tiempo. Luego del pitazo inicial, Uruguay se adelantó en el marcador por medio de Pablo Dorado antes del primer cuarto de hora, a lo que Argentina contestó con el empate de Carlos Peucelle a los 20 minutos. Stábile puso la ventaja 2-1 antes del descanso y luego el público se llevó las manos a la cabeza cuando el disparo del dolorido Varallo dio en el travesaño. A los 12 del segundo tiempo, Cea niveló el marcador y todo fue bastante parejo hasta que el wing izquierdo charrúa, Victoriano Iriarte, anotó el 3-2 en el minuto 23. Argentina salió a la carga con todo lo que tenía y a cinco del final, Varallo, que todavía no se había muerto, tiró al arco unos de esos misiles que José Leandro Andrade, el moreno lateral derecho de Uruguay, alcanzó a despejar desde la misma línea de meta. El público se paró de su asiento y mientras los dirigidos de Tramutola protestaban al colegiado belga Johannes Langenus, los locales contraatacaron y Castro, ese “Manco Divino” que tenían los uruguayos, consolidó la victoria con el cuarto gol de La Celeste. “(…) Ellos nos ganaron por ser más guapos y más vivos**. No por ser mejores jugadores…” recuerda Varallo con disgusto: “Hubo problemas con todo, hasta con la pelota. Nosotros queríamos jugar con la nuestra y ellos con la suya. Parece algo ilógico para estos tiempos, pero esa fue la realidad. Al final, jugamos el primer tiempo con la nuestra y ganamos 2 a 1. En el segundo tiempo jugamos con la de ellos y ahí nos dieron vuelta el resultado. Perdimos 4 a 2. Cada vez que me acuerdo me amargo”. Pobre Pancho…
ALINEACIONES DE LA FINAL DEL MUNDIAL DE 1930:
Uruguay:
Ballestrero; Nasazzi, Mascherone; Andrade, Fernández, Gestido; Dorado, Scarone, Castro, Cea e Iriarte.
Argentina:
Botasso; Della Torre, Patenóster; J. Evaristo, Monti, Suárez; Peucelle, Varallo, Stábile, Ferreira y M. Evaristo
FUENTES (libros):
- “El Libro de oro de los Mundiales / 1930-1998” - redactores varios - ARTE GRÁFICO EDITORIAL ARGENTINO S.A. 1998, Buenos Aires.
- Eduardo Galeano: “El fútbol a Sol y a Sombra” – SIGLO XXI. Madrid, 2003.
- Keir Radnege con Mark Bushell: “El Gran Libro de los Mundiales” - Ediciones Folio S.A. 2006, Barcelona.
(en internet)
- “El récord es de Varallo” – nota publicada el 04/02/2010 por el Diario Deportivo Olé- Buenos Aires.
- Relato de Alejandro Scopelli (suplente de Varallo) extraído del sitio web
http://www.todoslosmundiales.com.ar/- Javier Estepa: “De jugadores con boina a la intervención de la monarquía para que pudiera jugar Rumanía” – MARCA.com
ACLARACIONES:
*Según cuenta la historia el jugador que llevaba la tercera `U´ no pudo asistir por un problema de salud, pero sí lo hizo en su segundo encuentro frente a Brasil, donde el equipo se sacó fotos con la palabra `URUGUAY´ completa.
**La expresión “más guapos y más vivos” significa: más hombres y más listos en el dialecto lunfardo.
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