Vicente del Bosque
EL HEROE DEL SILENCIO
Héroes del Silencio era una banda de rock que me hechizó en mi adolescencia con sones distorsionados y la poesía asombrosa de Enrique Bumbury, el Jim Morrison de Zaragoza. Su solo nombre encierra la paradoja más real de todas: la de las palabras que son devoradas por un tiempo siempre perecedero. El mundo está lleno de héroes del silencio, personas que prefieren el ejemplo a la elocuencia para dejar su legado. En este fútbol-espectáculo, repleto de figuras parlantes y caprichosas que intentan adueñarse del micrófono, Vicente del Bosque se hace oír del mismo modo tanto la gloria como en el fracaso: con las palabras las justas.

Pero nadie recuerda al Del Bosque jugador. Si por algo se hizo fama este hombre en el mundo del balón fue por las dos Champions League que ganó el Real Madrid en los años 2000 y 2002 y por la Intercontinental de esa última temporada. En el vestuario tuvo que domar a fieras de la talla
de Fernando Redondo, Fernando Hierro, Guti, Raúl, Helguera, Morientes, Roberto Carlos… y cuando llegaron otras de la estatura de Figo, Zidane o Ronaldo los cautivó con su lenguaje de pueblo, su andar cansino y sus ideas claras, explicadas con dos o tres palabritas nada más. No le tembló el pulso cuando debió comunicarles a los muchachos que Ronaldo no estaba para correr, que todos debían correr por él y que él se encargaría de la responsabilidad de hacer los goles, de ganar los partidos. Dicho y hecho. El Real Madrid de del Bosque o Real Madrid de los “Galácticos” jamás tuvo problemas de camarillas y su entrenador nunca debió someterse al círculo mediático que hoy ocupan los Mourinho o los Maradona, según ellos mismos, para “sacarles la presión a sus jugadores”. Cuando ganó sus detractores hablaron de que había llegado con el trabajo hecho por sus antecesores, Benito Florio y Jorge Valdano, y cuando perdió la Liga 2003/2004, quedando a solo siete puntos del Valencia, el club se lo sacó de encima como si fuera un bicho pegado al radiador de un auto, haciéndose con los servicios de un técnico más mediático, llamado Wanderley Luxemburgo, al que echaron de la misma manera. Por ese motivo no fue de extrañarse que cuando esta selección española empezó a mostrar su
despliegue, muchos alegaron al trabajo previo realizado por Luis Aragonés, técnico que ganase la Eurocopa en 2008. El propio Aragonés fue quién dijo: “Con este juego España no puede ir muy lejos” cuando La Roja perdió su primer partido del Mundial ante Suiza, a lo que Del Bosque, sin entrar en el juego directo de la devolución de patadas, declaró simplemente que: “El equipo no cambiará su estilo de juego”.


Cuando los españoles vencieron a Honduras el entrenador siguió cauto, como siempre, y ante la expectativa generada por el duelo con Chile, que de perderse significaba abandonar Sudáfrica, Del Bosque se limitó a decir: “Espero que este no sea el partido más importante de mi carrera”.
En los octavos, España venció el anti-fútbol de Portugal con el único tanto de Villa, en una jugada con dudoso off-side de Fernando Llorente. Sin imaginarlo, Diego Maradona habló de los beneficios que recibió el equipo español, calificando de “horrible” el arbitraje de su compatriota Héctor Valdassi y de “pobre” al juego mostrado por los campeones de Europa. Con los ojos rojos del mal dormir, propio del hombre que se aguanta solo las presiones, y con el mismo tono monocorde con que suele contrarrestar este tipo de opiniones, el castellano se refirió a su colega argentino con un simple: "Maradona es un tío majo pero es un poco pesado".
La victoria ante Paraguay fue la verdadera hazaña de este equipo, tanto por lo difícil que lo pusieron los guaraníes como por el significado que tenía pasar de los cuartos de final, la materia pendiente de los ibéricos en la historia de la competición. Entonces el mundo se dio cuenta de que este plantel, sin ser espectacular ni brillante, como Alemania u Holanda, estaba ganando los partidos con trabajo y perseverancia. La victoria en semifinales ante los germanos fue “la ostia”, como dirían aquí, y la euforia incluso llevó a la reina Sofía a bajar a los vestuarios del Estadio Moses Mabhida, de Durban, para felicitar a los sudados muchachos. Carles Puyol, autor del único tanto, le dio la mano envuelto en una toalla, recién salido de la ducha. Entre aplausos y gritos se oyó un reclamo. “¿Dónde está Vicente?” E inmediatamente, cansino y un poco avergonzado, el técnico estrechó la mano de la soberana con un dejo de emoción que no le permitió reprimir una pequeña lágrima.

CITAS:
La mayoría de las declaraciones aquí publicadas fueron titulares extraídos del Diario MARCA de España.
El Futbolólogo
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