Miércoles 27 de Mayo de 2009
DÍA DE LA REVOLUCIÓN BLAUGRANA



Desde principios del siglo XX el fútbol fue protagonista de una inagotable cantidad de invenciones, auténticas revoluciones tácticas, que le dieron un cambio a su fisonomía y a su ritmo de juego. Desde la W–M a la «Punta de lanza», desde el «Catenaccio» al «Fútbol Total» y desde el 2–3–5 al 4–5–1, nuestro mejor deporte fue cambiando, para bien o para mal del espectáculo, pero siempre para ganar títulos.
No obstante, nada de esto habría sucedido sin la comunión del técnico con sus jugadores y sin la garantía de una dirigencia que los respalde. La complicidad, entendida como solidaridad y camaradería, es probablemente la única y verdadera revolución táctica, secreto, néctar del balompié. Los técnicos verdaderamente exitosos son aquellos que logran armar un equipo de "cómplices", independientemente de los títulos que obtengan en el camino. Un equipo sin códigos de complicidad no puede sostenerse ni con elogios periodísticos, ni con dinero.
Un plantel donde confluyen hombres de distintas edades e inquietudes debe contar con un entrenador que sepa hacer de jefe de los mayores y de padre de las jóvenes promesas. Un técnico que es con todos sus jugadores del mismo modo no trata a sus hombres como personas, no los conoce ni se esfuerza por conocerlos. Tratar como persona al futbolista implica ayudarle con la misión que le toca dentro del campo, con lo que sus compañeros esperan de él, algo que parece fácil pero que no lo es porque muchas veces las estrellas son indóciles a las misiones. Un entrenador debe saber “negociar” con sus estrellas. Carlos Bianchi, por ejemplo, le daba permiso a Riquelme para ir a jugar por plata a la villa de Torcuato los días de semana, a cambio de que dejase el alma los domingos en la cancha. El negocio le terminó saliendo bárbaro y así pudimos ver la mejor versión de Román de toda su carrera futbolística. Sin embargo, no por hacer tratos con él lo trataba diferente delante de los demás: «jamás llamaba a nadie ni por el apodo ni por el apellido: siempre por el nombre» (palabras de Mauricio Serna, volante central de aquel plantel de Boca). De todas formas, no hay camaradería que aguante sin un ingrediente esencial: la motivación. Un equipo motivado es una comunión de hombres que delegan el interés personal para y por el bien general. «El fútbol es un estado de ánimo» decía Menotti y muchas veces, cuando el técnico ha perdido la capacidad de motivar, es necesario que aparezcan jugadores que sepan hacerlo.
Un equipo grande debe contar, además, con un “gran capitán” que sea, entre otras cosas, los “ojos del técnico” dentro del campo; una persona que dé todo por su camiseta y que nunca baje los brazos ni aún perdiendo la final de un Mundial frente al local (como el "Negro Jefe" Obdulio Varela). El dichoso capitán debe ser un embajador orgulloso de vestir sus colores (como Maradona); debe ser reconocido por su trayectoria (como Francéscoli en River) y respetado por las hábiles estrellas, cuando las hay en cantidad en el plantel (como Carlos Alberto Torres en el Brasil de México ´70).
Por todo lo anterior, hoy pongo como ejemplo al Barça de “Pep” Guardiola, un equipo que no inventó nada tácticamente, que juega 4–3–3 antiguo, algo que las nuevas alineaciones abandonaron hace rato ya ¿por qué no decirlo? Un «Equipo» donde el técnico trata a cada jugador de forma diferente y en función de lo que cada jugador necesita, demostrándole al resto de sus compañeros que ese trato es lo mejor para él y para todos. El club donde juega el futbolista mejor pago de todo el mundo: Lionel Messi, un chico que no se "autogestiona", como pretendía el ex-mister Franck Rijkaard - el holandés decía que los jugadores ganaban muchísimo dinero, por lo cual sabían gestionarse y eran lo suficientemente maduros como para gestionar sus libertades también -. Dicha autogestión no le dio buen resultado a Ronaldinho ni a Deco, por ejemplo. Probablemente, si Rijkaard los hubiese tratado como personas, con miles de defectos como todos tenemos, ninguno de los tres estaría hoy donde está.
Queda claro que en este Barcelona de Guardiola los jugadores no son tratados como estrellas. A ellos se les cobra una multa de 500 euros por llegar tarde a un entrenamiento, sean 10, 15 o 1 minuto; sea Messi o sea Busquets, lo mismo. Este Barça colectivo trabaja duro por el lucimiento de todos, porque Etóo sea el máximo goleador y porque Valdés sea el menos goleado (casi consigue el record de la historia de la Liga, quedó a un partido y ½ de lograrlo); porque Messi sea el Balón de Oro y porque Xavi e Iniesta sean el de Plata o el de Bronce. Los de arriba quieren batir el record del Madrid de DiStéfano, Puskas y Del Sol; los del fondo se matan por cada pelota (como diría John Gregory: «los delanteros ganan partidos, los defensores ganan campeonatos»). Los suplentes quieren entrar y entran; los titulares quieren descansar y van a la cancha a verlos. Su dinámica está repleta de sociedades futbolísticas: Dani Alves con Messi; Messi con Etóo y Henry; Etóo y Henry entre ellos; Iniesta con Xavi y Messi; Xavi con todos; Victor Valdés con los del fondo; los del fondo con los del medio: Todos con Todos. La máxima victoria es la defensa del sistema y atrás vienen los títulos. Contra este Barça es difícil ganar porque ellos ya son ganadores al tenerse a sí mismos.
A este grupo tampoco le faltan motivadores, como Keita, el único imprescindible por su gran aporte en esta tarea. El maliense es el insumo del equipo, une a todos y los alienta cuando las cosas van mal. Según palabras de Guardiola: «es el único que tiene el contrato asegurado en su plantel». Puyol, a su vez, es “el gran capitán” que todo lo da y al que nadie le niega nada. Xavi, Iniesta y Víctor Valdés le segundan cuando no puede asistir por lesión, sustitución o suspensión. Todos motivan, pero la «Gran Motivación» de hoy es ganar la final de la UEFA Champions League. Ningún equipo que la haya obtenido jamás ganó la Copa del Rey y la Liga el mismo año, ninguno de España, aclaro. Enfrente estará el Manchester United de sir Alex Fergunson, el Campeón del Mundo, el del "Balón de Oro" Cristiano Ronaldo. Este partido, como mucho, durará un par de horas. Si lo ganan irán por el Mundial de Clubes, la gran materia pendiente del Barça. Pero si no lo hacen los estaremos esperando para festejar juntos el triunfo del «Equipo» porque, como diría Dolina: «un equipo de hombres que se respetan y se quieren es invencible y, si no (...), más vale compartir la derrota con los amigos, que la victoria con los extraños o los indeseables».


Fuentes:Revista El Gráfico. Diarios La Nación, La Vanguardia, el Periódico y Sport. Alejandro Dolina, extracto de su libro:"Crónicas del ángel gris".


El Futbolólogo

1 comentario:

  1. Tucho, muy bueno este post. 100 % de acuerdo que es más importante un grupo humano motivado y donde todos tiran para el mismo lado, que un conjunto de estrellas con el objetivo de lucir individualmente.

    El tema es que el Barça tiene la suerte de que son un grupo humano excelente y además varios jugadores son los mejores del mundo en su puesto.

    Espero que hoy ganen la final, pero por sobre todo que gane el fútbol bien jugado!!!

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