LA REVOLUCION
ATLETICA DEL CHOLO SIMEONE
¡Qué conste en actas! No empecé a escribir esta columna solo porque el Atlético de Madrid está en semifinales de Champions. No, no, no, no… La había empezado hace mucho y hoy la pude terminar.
La llegada de Simeone al Calderón no podía augurar otra cosa que el éxito. Primero la UEFA y la Supercopa de Europa (2012) y después la Copa del Rey (2013). Para una hinchada conformista, feliz por el solo hecho de ser del Aleti, el arribo de un ícono del club al banco fue ya de por sí una bendición. Amado como nadie por la mejor afición de Madrid, el Cholo trajo en la maleta el recuerdo imborrable de aquellos partidos jugados al filo del reglamento y los sueños para creer. Tener a once Simeones en el equipo era lo que pedía la grada. Pero: ¿Quién podía contagiar ese espíritu si no era su mismísimo creador? Ahora es cuando el Futbolólogo se las tiene que arreglar para comunicar lo que el fútbol no sabe decir con palabras.
Hace años escribí una columna: “Miércoles 27 de Mayo de 2009: Día de la Revolución Blaugrana”. En ese entonces hablé del Barcelona de Guardiola, equipo que para muchos fue el mejor de la historia. El de San Pedor había llegado de la nada, sin experiencia dirigiendo en primera, y ganó seis títulos de seis ¿Cómo se entiende? Supongamos que queramos atribuirlo todo al factor Messi, el mismo jugador que ganó todos los Balones de Oro que hubo en disputa mientras Pep lo dirigió. Pues no, hubo más. Y mucho.
Lo que tuvo aquel equipo del Barcelona fue una fuerza descomunal, solamente entendible por la suma de hechos extradeportivos que intervinieron. Guardiola nació en Cataluña, región que históricamente buscó separarse de España. El Barça es vínculo y vehículo de ese sentimiento, por eso se dice que es Más que un club. La expresión deportiva del catalanismo es su fútbol exquisito, un modelo importado de Holanda, país que fue el primero en independizarse del Imperio español. El gurú del modelo fue Johan Cruyff, holandés, ex jugador y entrenador del club. Con él los azulgrana ganaron la primera Champions League de su historia, con Cruyff en el banco y con Guardiola en el campo. Dieciséis años después un presidente catalanista llamado Joan Laporta (que usó su mandato como trampolín hacia la Generalitat) y cruyffista de alma, contrató a Guardiola como técnico del primer equipo y los planetas se alinearon.
Todo esto puede parecer una falacia, pero no, el fútbol tiene mucho más de mística que de lógica. En el campo de la psicología, por ejemplo, esto es más fácil de explicar. Las llamadas Constelaciones Familiares, teoría de Her Bert Hellinger, me sirven de hipótesis. Según explican, a veces solo hace falta que una de las piezas del grupo se coloque en el sitio adecuado para que las demás se recoloquen y así crear una energía armónica y potente llamada amor. La llegada de Guardiola al Barcelona, como la de Simeone al Atlético, podría compararse con la aparición de la última pieza de un puzle. Con ellos el todo se completó y solo quedó meterle para adelante con la idea futbolística que representaba a la comunidad.
Toda la vida se dijo que el Atlético juega al contragolpe, método de equipos pobres en estrellas: “El esfuerzo no se negocia” fue el primer lema del Cholo, y ahí lo tienen, en semifinales de Champions y primeros en la Liga. A falta de arquitectos, buenos son los obreros. Otra contra del club fue su falta de liquidez para fichar figuras. Sin embargo, la dirigencia siempre tuvo buen ojo para rentabilizar las contrataciones: Hugo Sánchez, Paulo Futre, el Kun Agüero, Diego Forlán, Radamel Falcao… ¡Cuantos grandes jugadores vistieron esa camiseta! A todos ellos les queda el tesoro de haberle dedicado un gol a la gradería del Calderón. Es que es tan linda la hinchada del Atlético de Madrid que si no fuera de Boca sería colchonero, se los juro. Son como el Liverpool: nunca te dejan solo. Ganes o pierdas están ahí, animándote, como un perro fiel que mueve la cola aunque le pegues. Hoy su estrella se llama Diego Costa, un pibe que llegó del Sporting de Braga y que ahora no tiene precio.
El punto álgido de esta historia se dio en la fecha número 22 de la Liga, cuando el Barcelona perdió en Valencia y el Real Madrid empató con el Athletic de Bilbao. Los de Simeone tenían la posibilidad de quedarse solos arriba ¡después de 18 años! Pocos días antes había fallecido Luís Aragonés, una leyenda del club, ex entrenador de La Roja. España estaba de luto y los Atléticos querían dedicarle un triunfo ante la Real Sociedad. El Calderón estallaba. Diego Costa, quién sino, abrió el marcador y luego Villa metió el segundo. En el complemento, con la hinchada gritando el nombre de Luís Aragonés, Miranda cabeceó un córner a la red. Esa noche estaba siguiendo el partido por radio. Quería llorar. El 4 a 0 vino tras un botinazo de Diego Rivas, ex jugador del club que había estado cedido por el Wolfsburgo un año y que al regresar a Alemania hizo todo lo posible para volver al equipo de sus amores.
Simeone les dio a los humildes una razón para creer. En una Liga que parecía la de Escocia, con solos dos clubes disputándosela, los rojiblancos entraron a pelear y van ganado. Esta noche quedó atrás el Barcelona y mañana puede ser el Madrid, el Chelsea o el Bayern, nunca se sabe. Lo cierto es que si llegan a la final de la Champions la ganarán, así de claro. Porque todas las piezas están en su sitio, sino nadie podría entender de dónde salió este equipo.
El Futbolólogo
¡Qué loco , Tucho, me causó mucha gracia el anuncio y el comienzo de tu relato de hoy ! Te escucho hablar....Aunque no lo creas, a veces los leo...
ResponderEliminarMuy buerno el artículo
ResponderEliminarUn abrazo
El Pelao
me gusto mucho tu nota estoy viendo algunos partidos del colchonero borro al barza messi no se vio no crei que el cholo era tan bueno, me gustaria que tus comentarios los vieran medios de buenos aires.un abrazo
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